La importancia de un
congreso científico de estudiantes de medicina
Alcides A. Greca
Hay que tener aspiraciones elevadas
expectativas moderadas y necesidades pequeñas
.
H. Stein
Aún persisten los ecos
de la brillante ceremonia de cierre del XVI Congreso Científico
Argentino de Estudiantes de Medicina y XVI Jornadas Científicas
Anuales de ACREM (Asociación Científica Rosarina de Estudiantes
de Medicina), llevados a cabo entre el 12 y el 15 de octubre de
2005, en nuestra Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad
Nacional de Rosario. Es necesario hacer algunas reflexiones ante
este acontecimiento tan trascendente (sin duda uno de los más
trascendentes) de nuestra vida universitaria.
Hace algún tiempo publiqué unas ideas sobre cuánto
de verdaderamente científico tiene el quehacer del médico(1), y
las mismas también pueden leerse en este sitio informático.
Decía entonces que en la tarea asistencial, el médico no se
atiene sistemáticamente al modo de pensar del científico, que
imprescindiblemente debe contrastar sus hipótesis con el rigor
de la verificación experimental. En general, los médicos nos
valemos de lo que nos enseñan los científicos auténticos y
aplicamos estas enseñanzas para tratar a nuestros enfermos.
Luego de presenciar la ceremonia antes referida, me
fui reflexionando acerca de en qué reside el valor de un
congreso y en qué radica su calificativo de científico. Creo que
sin duda, no está este valor en el interés de los temas
tratados, ni en el prestigio y sapiencia de los conferencistas.
El concurso de relatores prestigiosos puede conseguirse
fácilmente utilizando contactos, relaciones públicas y
amistades. El verdadero valor de un encuentro como éste, y su
consecuente prestigio, reside en la calidad de los trabajos de
investigación presentados en el mismo y en el rigor del método
de arbitraje utilizado para la aceptación de tales trabajos.
Durante tres jornadas intensas, vi a estudiantes de
todo el país cubrir los pasillos de nuestra Facultad con sus
posters, presentar con notable prestancia y capacidad sus
resultados, escuchar los comentarios de los expertos con respeto
y avidez de crecimiento intelectual y demostrarnos que la
investigación auténticamente científica en el grado
universitario en la Argentina, es una realidad pujante a pesar
de todas las dificultades, a pesar de la indiferencia de los
funcionarios, a pesar de las limitaciones de todo tipo. Y además
estos trabajos estaban allí, en las paredes, tras haber superado
tres instancias de evaluación por expertos independientes. Luego
de muchos años de transitar congresos médicos de distintas
especialidades, pocas veces he visto una exigencia semejante.
Así fue posible encontrar entre 70 trabajos,
investigaciones en ciencias básicas, en clínica y cirugía como
así también en medicina preventiva y salud pública (área que
tuvo el mayor número de trabajos presentados).
Como profesor universitario, me he sentido muy
gratificado. En un país en el que los gobernantes están más
predispuestos a ocuparse de homenajear a modelos publicitarias,
cantantes de moda o deportistas, aun existe un pequeño
porcentaje de nuestra juventud que elige el camino del esfuerzo
y de la búsqueda, que prefiere la pregunta inteligente a la
respuesta adocenada, que sigue creyendo que los grandes
objetivos se pueden conseguir con poca ayuda externa y con
esfuerzo solitario y silencioso.
Hago votos para que las autoridades de todos los
niveles sanitarios y educativos, vuelvan sus ojos hacia ellos y
se den cuenta de que mirándolos crecer, podemos mantener
esperanzas en el futuro del país. ¡Es hora de que los ayudemos!
(1)
Rev. Med. Rosario 2004; 70: 79-80.
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