EL TRABAJO EN EQUIPO: DEL DISCURSO A LA REALIDAD
Alcides A. Greca
Marco Polo describe un puente, piedra por piedra.
-¿Pero, cuál es la piedra que sostiene el puente?- pregunta
Kublai Kan.
-El
puente no está sostenido por esta piedra o por aquélla- responde
Marco -,
sino por la línea del arco que ellas forman.
Kublai permanece silencioso, reflexionando. Después añade:
-¿Por qué me hablas de las piedras? Lo único que me importa es
el arco.
Polo responde:
-Sin piedras no hay arco.
Ítalo Calvino
Las
ciudades invisibles
Lleno está el mundo de declarados, fervientes
defensores del trabajo en equipo. En casi todos los ámbitos se
reconoce que el avance del conocimiento ha tornado a éste
inabarcable para una mente aislada. El esfuerzo conjunto, basado
en el aporte de miradas diversas se torna así, imprescindible.
La tarea individual, solitaria y silenciosa es en nuestros días,
privativa de los artistas que siguen dando a luz sus creaciones
por el solo destello de su talento personal. En todos los demás
quehaceres humanos, el aporte múltiple resulta insoslayable. La
medicina, como es de imaginar, una vez más, no es la excepción.
Tanto para la tarea asistencial con los enfermos como para el
desarrollo de trabajos de investigación básica, con animales, o
clínica, con seres humanos, no se concibe un investigador
individual tratando de poner a prueba una hipótesis en soledad.
Esto, sin duda, es una imagen que ha quedado suspendida en el
pasado. En la actualidad tales empresas -¿qué duda cabe?-, deben
ser siempre colectivas.
Estas conceptualizaciones parecen muy evidentes,
aceptables para todos y a todos entusiasman. Sin embargo, vemos
con notable frecuencia que los emprendimientos conjuntos son
sepultados por el fracaso, no por detonantes evidentes de
conflictos sino por una declinación paulatina pero incesante de
las iniciativas, que va esterilizando los afanes de los más
entusiastas haciéndolos derivar poco a poco a la inanición, cual
carcomas que van socavando los cimientos de tareas que se
iniciaron enjundiosas.
¿A qué se debe esta aparente contradicción entre
lo declarado con énfasis y lo que efectivamente acontece en los
hechos? No siempre existe falta de sinceridad o de honestidad
intelectual en los que se manifiestan a favor de la formación de
un equipo. Son otras las barreras que nos llevan a la
frustración. Probablemente por sentir que en el grupo se van a
diluir las individualidades o que otros van a sacar provecho de
nuestro esfuerzo, o por imaginarnos descalificados en nuestra
función, vamos poco a poco planteando dificultades u obstáculos
e incurriendo en “involuntarios olvidos” hasta llegar a un
verdadero sabotaje inconsciente de la tarea conjunta.
Constituir un grupo de trabajo puede tener
innegables beneficios tales como ampliar la experiencia de los
integrantes, hacer más sólidos sus hallazgos y resultados y
potenciar la productividad. Sin embargo, antes de emprender la
experiencia es necesario luchar contra el narcisismo para llegar
a dominarlo aunque sea parcialmente y aceptar que brindar
nuestro esfuerzo tiene siempre la contrapartida de recibir todo
lo antes mencionado. Decía Borges, refiriéndose a lo que
significa una dedicatoria, que el que da no se priva de lo que
da: dar y recibir son lo mismo.
De todas maneras no es suficiente con enunciar
estas cuestiones. A menudo se requiere una conversación sincera
del grupo de trabajo hasta que se logre hacer surgir, tras
vencer no sin esfuerzo las lógicas prevenciones, las auténticas
barreras que nos cuesta tanto reconocer y declarar. Sólo cuando
esto haya ocurrido, cual conjuro de fantasmas, se logrará
desmontar la resistencia y así surgirá fluida, como una
vertiente, la creatividad.
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