Los médicos
que se necesitan
Alcides A. Greca
Un debate siempre vigente en la sociedad argentina, y
probablemente también en otras sociedades, es el que plantea si
tiene lógica que la Universidad siga formando, y trasladando al
mercado laboral, un número no planificado de médicos, cuando a
ojos vista, existe exceso de población médica (que crece a ritmo
más intenso que el de la población general), con la consiguiente
frustración de quien es capacitado para algo que no puede
ejercer en plenitud, debiendo resignarse a tareas que nada
tienen que ver con el camino que eligió, por las inapelables
exigencias de la subsistencia.
Airadas discusiones se sostienen permanentemente en el ámbito de
la Universidad, entre quienes defienden el establecimiento de un
límite al ingreso, con el fin de formar adecuadamente sólo a los
médicos que el país necesita y quienes sostienen que estudiar
medicina es un derecho de todos los jóvenes con la única
condición de desear ser médicos, y que por tanto la Universidad
debe darles acceso y formación con independencia de lo que con
ellos pueda ocurrir en el futuro.
En
muchos países, algunos con regímenes totalitarios y otros
inobjetablemente democráticos, no se permite elegir alegremente
la carrera ni tampoco la especialidad si una o la otra ya se
encuentra colmada. La gran pregunta, a mi criterio, es ¿cuántos
médicos son necesarios y quién debe determinarlo?
Una
respuesta rápida, a todas luces simplista, puede desempolvar una
antigua recomendación de la Organización Mundial de la Salud, y
decir que un médico cada mil habitantes es adecuado. Mirar las
estadísticas de nuestro país o de nuestra ciudad, si nos
atenemos a esto, seguramente nos causará horror. Pero la cosa es
algo más compleja y surgen entonces varios interrogantes.
¿Es
igual la proporción de médicos necesarios, en países altamente
desarrollados, con una clara política de prevención de la
enfermedad, vacunaciones completas, buen nivel de nutrición de
la población y acceso laboral amplio que en otros con problemas
de desnutrición, alta mortalidad infantil y acceso restringido
de la población más pobre al sistema sanitario? ¿La excesiva
población médica es un fenómeno que se da en todo el territorio
del país o solamente en las grandes ciudades; en otras palabras,
se trata de un fenómeno absoluto o relativo por inadecuada
distribución? ¿Están dadas las condiciones sociales y las
posibilidades laborales para los médicos que quieran radicarse
en zonas alejadas de los grandes centros?
Estas
importantes discusiones deberían ser motivo de preocupación
permanente de las autoridades gubernamentales. Sin embargo, el
debate se traslada a la Universidad para que ésta discuta
solamente el número de ingresantes. Como en tantos otros temas,
se trata de una deserción del estado de cuestiones que le
competen en forma exclusiva, indiscutiblemente.
Son
los Ministerios de Salud de la Nación y de las provincias los
que deben establecer en cada jurisdicción cuántos médicos son
necesarios y cómo deben estar distribuidos y es su
responsabilidad irrenunciable fomentar las políticas sociales y
económicas tendientes a garantizar una vida digna y condiciones
laborales adecuadas a los profesionales que se radiquen en
lugares lejanos.
Lo que
sí puede y está obligada a hacer la Universidad es a establecer
con seriedad y realismo, el número máximo que está en
condiciones de formar idóneamente con su capacidad instalada,
edilicia, docente, de planta hospitalaria, etc. Si se necesita
formar en una determinada región más médicos que los que puede
preparar una universidad, ésta deberá ser equipada de manera más
amplia o bien deberá crearse otra universidad en la región. Son
éstas, cuestiones en las que la Universidad podrá asesorar pero
no decidir.
Los
médicos que se necesitan para hacer frente a los problemas de
salud de la población son simplemente, los mejores médicos. Esto
quiere decir, médicos capacitados para resolver problemas
simples y problemas complejos, promover la salud y prevenir la
enfermedad. La Universidad, con el sostenimiento de toda la
sociedad, es la que debe formarlos tanto en atención primaria
como en las diferentes especializaciones, pero no debe aceptar
que se le adscriba un papel de simple regulador del ingreso y el
egreso de los claustros para que otros actores sociales puedan
desentenderse de sus responsabilidades. |