Introducción
Los pacientes en estado crítico principalmente aquellos que se encuentran con ventilación mecánica, presentan durante su hospitalización dolor, ansiedad, disnea, factores precipitantes como enfermedad aguda médica o quirúrgica, procedimientos invasivos, infecciones nosocomiales, historia de abuso de alcohol o drogas, antecedente de enfermedades psiquiátricas ya existentes, medicación con ansiolíticos, antidepresivos o antipsicóticos previos a su ingreso o estresores como privación del sueño, por lo que requieren desde su ingreso la administración de agentes analgésicos y sedantes.
En los pacientes críticos se debe asegurar una adecuada sedación y analgesia por lo que es necesario el conocimiento y el uso de protocolos para el adecuado retiro de la sedación. La administración de analgésico y sedante es fundamental para darle la comodidad necesaria, reducir el estrés y evitar el retraso en la recuperación y en la liberación de la ventilación mecánica. No existe un nivel de sedación o un fármaco estándar para todos los pacientes. La recuperación del paciente está influenciada de forma significativa por la elección de los agentes analgésicos y sedantes, la sedación deficiente o excesiva y por el control insuficiente del dolor.
El efectivo manejo de la analgesia y la sedación en la UCI requiere una evaluación de las necesidades del paciente, medición subjetiva de variables como dolor, agitación y nivel de consciencia. La sedación de forma individualizada, la implementación de protocolos, cuestionarios específicos, y la interrupción diaria, puede mejorar el resultado.
Para evitar la sedación excesiva, surgió el concepto de interrupción diaria de la sedación (DIS), para evaluar la necesidad de sedante y disminuir la acumulación, el tiempo de ventilación mecánica y la permanencia en la UCI.
Existen otros factores que pueden influir en el deterioro y la difícil recuperación del paciente como la inmovilidad prologada, el delirium y la agitación peligrosa. El delirium es una de las complicaciones más frecuentes en los pacientes críticos, lo que incrementa la mortalidad a largo plazo, se presenta de forma fácilmente reconocible por la presencia de agitación intermitente, alucinaciones, siendo los factores precipitantes: las alteraciones del SNC, hipoxia, dolor, infecciones, síndromes de abstinencia, desequilibrios hidroelectrolíticos y metabólicos, disfunciones orgánicas y medicamentos.
Las drogas usadas para lograr una adecuada sedación y analgesia están bien establecidas, entre ellas se encuentran: benzodiacepinas y propofol para la sedación y opioides para la analgesia. Los fármacos sedantes deben de cumplir una serie de características: no deprimir la función respiratoria, tener efectos analgésicos, ser fácilmente dosificables, tener un inicio y fin de acción rápido, no acumularse, tener un perfil hemodinámico predecible y permitir la interacción del paciente con sus cuidadores. Uno de los aspectos más importantes para la vigilancia es que la valoración de la sedoanalgesia se realice regularmente con el objetivo de reajustar las dosis. La elección de los fármacos a usar, así como el nivel de sedación y analgesia deseado, tendrán que
decidirse al inicio y en forma individualizada para de acuerdo a sus antecedentes y condición clínica, siendo fundamental el tiempo que se estime de sedación requerida, la estabilidad hemodinámica o falla multiorgánica, entre otras.
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