¿Tiene este paciente acropaquia?
Does this patient have clubbing?
Myers KA, Farquhar DR. JAMA. 2001 Jul 18;286(3):341-7.
Comentario: Sebastián García Zamora. Residente de
Clínica Médica del Hospital Provincial del Centenario.
Rosario. Argentina
La acropaquia (ACP) es el agrandamiento de la última
falange de manos o pies, resultado de la proliferación
del tejido conectivo entre la matriz ungueal y la
falange distal. Aunque habitualmente el compromiso es
simétrico, eventualmente puede ser unilateral o incluso
limitado a un solo dedo.
La ACP puede producirse aislada o asociada a la
osteoartropatía hipertrófica (OpH), un desorden
sistémico que afecta huesos y articulaciones asociado
principalmente a carcinoma broncogénico de pulmón, pero
que puede ser relacionado con muchas otras etiologías.
La paquidermoperiostitis es una rara forma congénita de
osteoartropatía hipertrófica. La ACP congénita, la cual
suele comenzar en la infancia, puede representar una
forma limitada de paquidermoperiostitis.
La asociación de ACP con una innumerable cantidad de
entidades de distinta índole (ver anexo 1) ha captado la
atención de los médicos respecto de este fenómeno desde
tiempos remotos. Este signo fue descripto por Hipócrates
en un paciente con empiema en el siglo V antes de
Cristo. Aunque este hallazgo puede constituir una
condición hereditaria benigna, su diagnóstico en una
persona adulta tiene implicancias que nos obligan a
considerar la posibilidad de una variada cantidad de
patologías subyacentes. En el caso de los niños, esta
condición suele corresponderse habitualmente con la
presencia de una patología establecida, como fibrosis
quística o una cardiopatía congénita cianótica no
corregida.
A diferencia de otros hallazgos semiológicos, la
impresión clínica de ACP tiene como dificultad la falta
de un método confirmatorio de certeza. Si bien muchos
investigadores han intentado establecer algún parámetro
o test que permita esto, ninguno ha demostrado
suficiente utilidad y practicidad. Con lo cual el
diagnóstico queda supeditado a la habilidad y
experiencia del explorador.
La ACP suele ser habitualmente indolora, a menos que se
asocie a OpH. Los síntomas de esta última, incluyen
dolor periarticular y tumefacción, más frecuentemente en
muñeca, tobillos, rodillas y codos, por lo que puede
confundirse con otras entidades reumatológicas, como la
artritis reumatoidea. La mayoría de los pacientes con
ACP no adviertan esto, o no puedan dar cuenta del
momento de inicio de los cambios.
El diagnóstico de los grados avanzados de ACP, llamados
“dedos en palillo de tambor” o “hipocratismo digital”,
presenta muy poca dificultad; sin embargo la detección
de cambios sutiles al comienzo del proceso puede ser
mucho más complejo. Hay dos formas de aproximarse al
diagnóstico, la inspección y la palpación.
A la inspección general pueden detectarse anormalidades
en el ángulo de las uñas, así como en la forma, ancho y
profundidad de las falanges distales. Un examen
minucioso de las cutículas puede detectar una apariencia
suave y brillosa de las mismas; asimismo se ha descripto
una coloración violácea en el lecho ungueal, debido al
aumento de la vasculatura en el tejido conectivo.
Respecto del ángulo de las uñas, este es un dato difícil
de interpretar ya que su medición es compleja en la
práctica, y se ha visto que pueden producirse
angulaciones con la edad, en ausencia de otros signos de
acropaquia. En los dedos normales, las uñas se proyectan
desde la cutícula en un ángulo que se aproxima a los
160º, mientras que en casos de acropaquia este
sobrepasaría los 180º. Si bien existen formas complejas
de medir esto, algunos autores plantean que la
estimación visual de estos ángulos podría tener algún
valor.
El índice de la profundidad de la falange es otro
hallazgo de jerarquía para identificar ACP; en los dedos
normales la profundidad de la porción distal del dedo,
medida a la altura de la cutícula, es menor que la de la
articulación interfalángica distal; es decir que el
índice entre estos diámetros es menor a 1. Este índice
se invierte en casos de ACP, siendo el mismo mayor a 1.
Y si bien los pacientes con enfermedad pulmonar
obstructiva crónica (EPOC) suelen tener diámetros
ligeramente superiores al resto de la población, se ha
demostrado que es excepción que el índice en estos
pacientes sea mayor a 1,05. En una pequeña serie con
algo más de 100 pacientes, ningún sujeto con diagnóstico
de EPOC tuvo una relación mayor a 1:1 en el índice de la
profundidad de las falanges. De hecho los autores
plantean que en casos de hallar un índice superior al
esperado, debería considerarse realizar estudios a los
fines de descartar otra causa subyacente sobreagregada
que pueda justificar la ACP en pacientes EPOC. Cabe
destacar que este índice demostró ser independiente de
la edad, el sexo y la raza en distintos estudios.
De modo similar podría usarse la relación de los anchos
del dedo, medido en los mismos sitios explicados
previamente; sin embargo esto no ha sido estudiado tan
extensamente como el índice anterior, y su utilidad no
ha sido validada.
Para llevar a cabo estas mediciones se han empleado
distintos elementos, principalmente micrómetros; una
adecuada técnica exige que el instrumento tome contacto
con la piel, pero que no la comprima. Si bien la
estimación visual de la diferencia entre los diámetros
es posible, la precisión de esto tampoco ha sido
probada.
En 1.976 Schamroth describió un signo, el cual luego
llevaría su nombre: los dedos normales forman un
“ventana en forma de diamante” cuando la cara dorsal de
las falanges distales de dedos homónimos son enfrentadas
entre si. En casos de acropaquia el “diamante” se ve
obliterado debido al incremento de tejidos blandos a
nivel de la cutícula.
Respecto a la palpación, la exploración de la base de la
uña mediante esta técnica origina la percepción de que
la uña “flota” entre el tejido blando, y en casos
avanzados se describe que podría percibirse el borde
proximal de la misma. El explorador sujeta el dedo del
paciente entre su pulgar y dedo medio, al tiempo que la
presión es ejercida con el dedo índice sobre la porción
proximal y distal de la uña.
Al momento de publicar este artículo solo 4 estudios
habían analizado la precisión del examen físico
realizado a los pies del paciente para el diagnóstico de
ACP. En estos trabajos el acuerdo entre observadores fue
moderado, aunque existen elementos que permiten inferir
que esto se vería influido por el grado de enfermedad de
los sujetos al momento de ser examinados.
Respecto al valor y exactitud de la exploración física
para el diagnóstico de ACP, debido a la falta de
estudios con un diseño acorde, los autores no pudieron
calcular la sensibilidad, especificidad, los valores
predictivos ni los LR de ninguna maniobra.
Un estudio evaluó la presencia de ACP entre pacientes
con cáncer de pulmón, pacientes con enfermedad pulmonar
obstructiva crónica (EPOC) y sujetos “sanos”; de acuerdo
a los datos de este trabajo, el hallazgo de ACP tendría
un adecuado valor para predecir la presencia de cáncer
de pulmón, con un LR 3.9 (IC 95% 1.6-9.4). En cambio la
ausencia de la misma no sería de utilidad para confirmar
ni descartar EPOC, ni para alejar el diagnóstico de
neoplasia pulmonar. Tampoco se hallaron diferencias
entre los subtipos histológicos de cáncer de pulmón y la
presencia de ACP.
Un trabajó comunicó que la presencia de ACP tuvo, en su
serie, un LR+ 2.8 (IC95% 1.8-4) como predictor de
actividad en enfermedad de Crohn, y de 3.7 (IC95%
1.4-9.4) para colitis ulcerosa.
Puntos importantes:
1.
Hay muy poca evidencia que sustente el valor del
diagnóstico clínico de ACP, al tiempo que tampoco se
dispone de algún método relativamente sencillo que pueda
ser empleado como patrón de referencia (“gold standar")
para confirmar el diagnóstico.
2.
Debido a que cuando no se
trata de una forma hereditaria, la ACP es casi siempre
presagio de una patología potencialmente grave, debería
existir la mayor seguridad posible respecto a este
diagnóstico.
3.
Reconociendo las
limitaciones de los estudios analizados, los autores de
la presente sugieren:
a.
Siempre que exista duda respecto al diagnóstico de ACP,
el índice de la profundidad de la falange sería de gran
utilidad. En caso de pacientes EPOC, el punto de corte
sugerido para este índice es 1,05.
b.
En caso de corroborar la presencia de ACP, debería
considerarse fuertemente una exploración más profunda a
los fines de evaluar causas subyacentes de este
hallazgo, dentro de los cuales el cáncer de pulmón -en
cualquiera de sus variedades histológicas- es uno de los
principales.
c.
El ángulo normal y patológico de las uñas ha sido
delimitado con claridad; sin embargo su medición en la
práctica diaria no resulta tan sencilla. Si bien los
autores recomiendan hacer una estimación visual de la
misma, advierten que resulta mucho más evidente detectar
los casos anormales.
d.
No hay trabajos que avalen alguna sistemática específica
de exploración de sujetos con ACP; por tanto, una vez
finalizada la confección de una minuciosa historia
clínica, el buen juicio clínico deberá guiar los
estudios a realizar en cada caso.
Comentario
Resulta llamativo el conocimiento general que se tiene
de la ACP y lo poco que en realidad sabemos respecto a
este signo. Al punto que nadie podría expresar que
desconoce este término o ha oído hablar de él, pero la
mayoría tendría serias dificultades para expresar su
etiología o la forma correcta de diagnosticarla. Y esto
se ve plasmado en la escases de estudios al respecto.
Si bien este hallazgo suele asociarse a la idea de una
cardiopatía congénita en niños o una neoplasia pulmonar
en adultos,2 el espectro de patologías que
pueden ocasionarla es mucho más amplio, siendo incluso
de valor pronóstico en algunas afecciones,3,4
y si bien muchas de las causas de acropaquia son
dolencias potencialmente graves, existen ciertas
excepciones importantes. Así la ACP puede ser solo un
elemento dentro del síndrome de OpH o enfermedad de
Bamberger-Marie, trastorno autosómico dominante que se
presenta en niños por lo demás sanos, donde este signo
suele asociarse a periostitis de huesos largos y dolor
articular. Es justamente el dolor el signo semiológico
que clásicamente suele diferenciar a este síndrome de
las acropaquias simples.5,6 Si bien este
cuadro puede plantear el diagnóstico diferencial con
otras afecciones reumatológicas, sería excepcional que
los hallazgos no hayan sido advertidos a etapas
relativamente tempranas de la vida.
Probablemente es en adultos donde se nos planteas las
mayores dificultades frente a este hallazgo. La falta de
un “patrón de oro” que sirva como referencia para un
diagnóstico certero es quizá uno de los mayores
limitantes.
Un trabajo reciente8 analizó el valor del
signo de Schamroth para el diagnóstico de acropaquia. De
acuerdo con esta pequeña serie, esta maniobra tendría un
LR+ mayor a 7, y un LR- menor a 2,5 para este
diagnóstico. Si bien esto parecería muy promisorio, sin
duda son necesarios mayores estudios al respecto. Otro
estudio reciente9 comunicó que la radiografía
simple de mano, focalizada a nivel del dedo índice,
podría jugar un rol importante para el diagnóstico de
ACP permitiendo calcular el índice de la profundidad de
la falange con mayor precisión. Tampoco ha sido validada
esta técnica hasta el momento, con lo cual, pese a lo
atractivo de ella, debemos ser cautos al reproducirla en
la práctica cotidiana.
En definitiva, como sucede con muchos otros temas,
respecto a la acropaquia parecería que la tradición
resulta mucho más sólida que la “evidencia”. Pero esto
en modo alguno debe desalentarnos en la práctica del
examen físico de los pacientes con sospecha de esta
alteración. Muy por el contrario, el ejercicio regular
de estas habilidades y la confrontación constante de los
hallazgos con otros métodos diagnósticos permitirán
mejorar las destrezas necesarias para una valoración más
exacta de cada nuevo caso.
Referencias:
1) García Zamora S. Definición de Conceptos. Literatura
Científica Seleccionada en Medicina Interna: Análisis
Racional – De la Literatura a la Práctica Cotidiana. Vol
1. Mayo de 2009. Disponible en:
http://www.clinica-unr.org/Gacetilla/01/Sup_01_Analisis_Art_01.htm
2) Sridhar KS, Lobo CF, Altman RD. Digital clubbing and
lung cancer. Chest. 1998 Dec;114(6):1535-7.
3) Pitts-Tucker TJ, Miller MG, Littlewood JM. Finger
clubbing in cystic fibrosis. Arch Dis Child. 1986
Jun;61(6):576-9.
4) Coutts II, Gilson JC, Kerr IH, Parkes WR,
Turner-Warwick M. Significance of finger clubbing in
asbestosis. Thorax. 1987 Feb;42(2):117-9.
5) Spicknall KE, Zirwas MJ, English JC 3rd. Clubbing: An
update on diagnosis, differential diagnosis,
pathophysiology, and clinical relevance. J Am Acad
Dermatol. 2005 Jun;52(6):1020-8.
6) McGee, S. Evidence-Based Physical Diagnosis. 2º
Edición. Editorial Elsevier.
7) Martinez-Lavin M. Exploring the cause of the most
ancient clinical sign of medicine: finger clubbing.
Semin Arthritis Rheum. 2007 Jun;36(6):380-5. Epub 2007
8) Pallarés-Sanmartín A, Leiro-Fernández V, Cebreiro TL,
Botana-Rial M, Fernández-Villar A. Validity and
reliability of the Schamroth sign for the diagnosis of
clubbing. JAMA. 2010 Jul 14;304(2):159-61.
9) Moreira AL, Porto NS, Moreira JS, Ulbrich-Kulczynski
JM, Irion KL. Clubbed fingers: radiological evaluation
of the nail bed thickness. Clin Anat. 2008
May;21(4):314-8.
Anexo 1:
Condiciones asociadas a acropaquia adquirida
Enfermedades neoplásicas intratorácicas
-
Carcinoma broncogénico
-
Mesotelioma maligno
-
Fibroma pleural (o Mesotelioma Benigno)
-
Sarcoma osteogénico metastásico
Enfermedad supurativa intratorácica
-
Absceso pulmonar
-
Bronquiectasias
-
Fibrosis quística
-
Empiema
-
Infecciones crónicas cavitadas debido a micobacterias u
hongos
Enfermedad pulmonar difusa
-
Fibrosis pulmonar idiopática
-
Asbestosis
-
Malformaciones arteriovenosas pulmonares
Enfermedades cardiovasculares
-
Cardiopatías congénitas cianóticas
-
Endocarditis infecciosa subaguda
-
Fístula braquial arteriovenosa*
-
Hemiplejía secundaria a ataque cerebrovascular*
Enfermedades gastrointestinales
-
Enfermedad inflamatoria intestinal
-
Enfermedad celíaca
Enfermedades hepáticas
-
Cirrosis (especialmente biliar y juvenil)
Enfermedades metabólicas
-
Acropaquia tiroidea
*
Asociado a acropaquia unilateral.
Anexo 2
Los likelihood ratio -LR-
o “multiplicadores de chance”, son indicadores que
expresan el valor de un determinado método para aumentar
o disminuir la probabilidad de un diagnóstico, cuando
están presentes o ausentes. Son tanto más útiles
mientras más se alejan de la unidad (es decir, de 1) ya
sea incrementando como disminuyendo su valor. Así, un
LR+ de 5 o mayor, y un LR- de 0.2 o menor son, en la
práctica, indicadores de que el método analizado es muy
bueno. Y un LR+ de 10 o mayor, al igual que un LR- de
0.1 o menor serían indicadores de que la prueba
analizada es excelente para el fin que se la propone.
Sin embargo, es pertinente aclarar que son
multiplicadores de chance, como lo indica su traducción,
lo cual significa que no pueden aplicarse directamente a
la probabilidad de algo. En lenguaje simple podemos
decir que si la probabilidad de que un sujeto padezca
una determinada patología es del 10%; se le aplica un
test cualesquiera sea, con un LR+ de 5, y este es
positivo, si bien su probabilidad se ha incrementado
considerablemente, ésta definitivamente no es 50%. Para
más información ver referencia1.
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