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Fluid Therapy in Resuscitated Sepsis Less Is More

Chest - Volume 133, Issue 1 (January 2008)  

Lakshmi Durairaj MD, Gregory A. Schmidt MD, FCCP. Division of Pulmonary Diseases, Critical Care, and Occupational Medicine, University of Iowa Carver College of Medicine, Iowa City, IA.

 

 

A partir del trabajo publicado por Rivers y colaboradores en el año 2001 quedó bien definido como debe implementarse la resucitación en los pacientes con sepsis severa y shock séptico que arriban al departamento de urgencias.

En este trabajo se enfatiza que la base de una resucitación adecuada descansa sobre una terapia de reposición líquida temprana y agresiva con objetivos hemodinámicos concretos. Dentro de las primeras seis horas se debe alcanzar una PVC (presión venosa central) de 8 a 12 mmHg, una PAM (presión arterial media) mayor o igual a 65 mmHg y una saturación venosa central de oxígeno (SvcO2) mayor al 70%.

Este aporte vigoroso de  líquidos tan útil en la primeras horas de la resucitación puede no ser beneficioso más tarde e incluso hasta puede dañar.

Es muy frecuente para quienes trabajamos en UTI enfrentarnos a pacientes inicialmente resucitados que persisten hipotensos y/u oligúricos. También es una práctica muy común indicar casi en forma automática frecuentes desafíos con bolos de líquido extra sin detenernos a analizar los posibles riesgos y beneficios de dicha conducta de acuerdo a las características de nuestro paciente. Existen algunos pacientes que responden a nuevas expansiones, otros no lo hacen e incluso terminan transformándose en pacientes groseramente edematosos, aún hipotensos y oligúricos.

En esta revisión se intenta delinear parámetros que permitan identificar aquellos pacientes hipotensos y oligúricos que, ya resucitados inicialmente, puedan beneficiarse de bolos extra de líquidos sin que estas expansiones ocasionen mayor daño.

Es sabido que el líquido que se infunde en el espacio intravascular se equilibra con otros compartimentos. El exceso de líquido aportado que no aumenta la perfusión terminará ocasionando o exacerbando el edema en otros territorios como pulmón, cerebro, piel, intestino y otros tejidos. Existe alguna evidencia que ha correlacionado el balance positivo de líquidos en pacientes con distress respiratorio con reducción de sobrevida. Por otro lado se ha demostrado que estrategias de restricción de líquidos en pacientes con distress redundan en menos días de respirador y menor estadía en UTI.

Los autores analizan varios trabajos que evalúan el impacto hemodinámico de bolos de líquido y finalmente concluyen que más de la mitad de los bolos considerados clínicamente indicados son hemodinámicamente inefectivos y incluso deletéreos.

Consideran que para seleccionar aquellos pacientes que se beneficiarían de desafíos líquidos ulteriores postreanimación, los parámetros estáticos de monitoreo hemodinámico (PVC, presión de enclavamiento, entre otros) no son útiles. Enfatizan la utilidad de los parámetros dinámicos de monitoreo que se pueden determinar a la cabecera del paciente. Entre ellos los más prácticos y útiles son  la variación de la presión de pulso (VPP) y la maniobra de elevación pasiva de las piernas.

Estos dos parámetros se consideran predictores confiables de respuesta a expansiones líquidas posreanimación. El primero de ellos es de elección en pacientes con ritmo cardíaco regular y sin respiración espontánea. El segundo requiere de la medición de volumen minuto cardíaco.

Finalmente como recomendaciones prácticas sugieren:

1)       En la primeras 6 hrs reanimación con administración liberal de líquidos hasta alcanzar el objetivo de SvcO2 mayor al 70%.

2)       Ulteriormente no utilizar líquidos de mantenimiento y evaluar al menos una vez por día el volumen intravascular.

3)       Ante un nuevo episodio de oliguria, hipotensión o taquicardia inexplicada evaluar posibles causas y considerar desafío de líquido. En pacientes de bajo riesgo de dañar con la expansión administrar 500-1000 ml de cristaloides. En pacientes en riesgo de efectos deletéreos por los bolos de líquidos (injuria pulmonar aguda, insuficiencia renal oligúrica, insuficiencia cardiaca congestiva) utilizar un predictor dinámico para guiar la administración de líquidos. El más utilizado es la VPP. Si la VPP es mayor al 13% un bolo de líquidos se debe administrar y evaluar la respuesta con algún indicador de perfusión. Si el bolo fue efectivo se lo reevalúa nuevamente y los bolos se repiten hasta que el parámetro en cuestión indique que el paciente no tendrá ulterior respuesta. Si el bolo inicial no fue efectivo se deberá plantear si el bolo no fue adecuado o el paciente simplemente es un no respondedor. En el artículo se detalla como se puede determinar la VPP a la cabecera del paciente con una fórmula muy simple.

 

Las guías publicadas sobre manejo de la sepsis severa y shock séptico definen muy bien cual debe ser la conducta inicial en relación a la reanimación de estos pacientes pero nada aclaran acerca de cómo continuar con el manejo de los líquidos luego de superado el período de las primeras seis horas. Por otro lado constituye una situación habitual en la práctica asistencial tener automatizadas determinadas conductas ante escenarios específicos, por ejemplo expandir al paciente que se hipotensa o a aquel que disminuye su ritmo de diuresis sin valorar previamente el riesgo beneficio real de tal decisión. Esta revisión aporta elementos prácticos fundamentales que nos permitirán seleccionar mejor al paciente que puede beneficiarse de desafíos de líquidos posteriores a la reanimación inicial. De este modo esta revisión se constituye en lectura obligada para el terapista interesado no solo en mejorar la condición del paciente si no más aún en no provocar mayor daño con prácticas arraigadas y automatizadas sin fundamento científico.

 

Comentario: Dr. Sebastián Reynoso.

Médico Especialista en Clínica Médica.

Ex Jefe de Residentes Clínica Médica - Hospital Provincial del Centenario - Rosario.

Médico de planta Terapia Intensiva Hospital Zonal de Trelew (Chubut),

 

Recibido: 1º de Junio de 2008

 

 

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