Discusión del
caso clínico
Dr. Diego
Bértola
El caso es el de un varón de 23 años, con serología
positiva para HIV (recuento de CD4: 190 cél/mm3
y actualmente sin tratamiento antirretroviral), que
mantiene relaciones sexuales de forma no protegida. Este
paciente consulta por un cuadro de 5 días de evolución
caracterizado por dolor abdominal hipogástrico, tenesmo
rectal y deposiciones mucopurulentas, que se acompaña de
fiebre y gonalgia derecha. Al examen físico se
evidencian signos de flogosis articular en la rodilla,
junto a hallazgos semiológicos y radiográficos de
entesitis plantar y sacroileítis. En el laboratorio
destaca solamente una velocidad de eritrosedimentación
elevada (100mm/1ªh). Debido a que en el examen físico se
encontraron signos de flogosis asociados a dolor
articular a la movilización pasiva y activa, este cuadro
fue interpretado como artritis y confirmado con
artrocentesis. Con respecto a ello, es llamativo el
antecedente de dos internaciones previas por cuadros de
artritis de rodilla, similares pero contralaterales,
también acompañados de síntomas digestivos (dolor
abdominal, diarrea) y fiebre. Debido a que el común
denominador entre los antecedentes y el cuadro actual lo
constituye la artritis, voy a tomar a ésta como dato
guía; más específicamente me referiré a las
monoartritis, ya que la afectación es, y fue, de una
sola articulación.
La aproximación diagnóstica diferencial a las
monoartritis en pacientes adultos obliga a tener en
consideración distintas entidades, entre las cuales se
incluyen:
1-
Artritis séptica (bacteriana, fúngica,
micobacteriana, viral)
2-
Artritis inducidas por cristales (gota,
condrocalcinosis)
3-
Hemartrosis (traumáticas o no)
4-
Tumores (sinoviales, óseos o cartilaginosos)
5-
Osteoartritis
6-
Enfermedades sistémicas (espondiloartropatías
seronegativas, artritis reumatoide, sarcoidosis,
leucemias/mielodisplasias)
La ausencia de traumatismo y un líquido articular que
no fue hemorrágico descarta las hemartrosis. La ausencia
de alteraciones estructurales articulares al examen
físico y radiografías, junto a la recidiva de proceso en
una articulación diferente excluye los tumores
originados en los componentes del complejo articular,
que muchas veces puede simular una monoartritis. La
presencia de dolor intenso y fiebre, sumado a la
ausencia de alteraciones radiográficas y un líquido
sinovial con más de 2000 cél/mm3 permite
alejar el diagnóstico de la osteoartritis de rodilla,
que a veces puede manifestarse con dolor articular de
características mecánicas y grados variables de
tumefacción articular. Por lo antedicho, no me detendré
en estas entidades, y consideraré dentro de los
diagnósticos diferenciales a la artritis séptica
(principal entidad a tener en cuenta cuando se evalúa
una monoartritis), las artritis por cristales y ciertas
afecciones sistémicas, como las espondiloartropatías y
la artritis reumatoide.
La artritis séptica implica infección del espacio
articular por distintos gérmenes, aunque en la práctica
cotidiana supone etiología bacteriana. Si bien las
bacterias son las más comúnmente implicadas, también
existen las artritis micóticas y virales. Suelen ser
monomicrobianas, y los gérmenes causantes más frecuentes
son Neisseria gonorrheae, Staphylococcus
aureus, Streptococcus pneumoniae y bacilos
Gram negativos. Los gérmenes pueden llegar a la
articulación por vía hematógena (lo más frecuente), por
inoculación directa (traumática o quirúrgica) o desde un
foco infeccioso adyacente (osteomielitis, celulitis). La
articulación de la rodilla es la más frecuentemente
afectada (50% de los casos), pero también puede verse
artritis séptica de muñecas, tobillos o caderas. Es la
artritis potencialmente más destructiva y peligrosa, por
lo cual es considerada una urgencia infectológica y es
el principal diagnóstico diferencial en un paciente que
se presenta con monoartritis. El diagnóstico se confirma
con la realización de una artrocentesis y el examen del
líquido sinovial, que típicamente es turbio y purulento,
poco viscoso, con recuento celular mayor a 100.000 cél/mm3
y con más de un 75% de polimorfonucleares (PMN). La
glucosa suele estar disminuida, y el examen directo con
tinción de Gram y los cultivos suelen ser positivos (en
porcentaje variable según distintas publicaciones), cosa
que no fue así en el caso de nuestro paciente. Este un
diagnóstico prácticamente descartado, más aún
considerando la recidivancia del cuadro y el compromiso
de distintas articulaciones. Hay una etiología a
considerar, no obstante, que puede producir artritis
séptica con cultivos muchas veces negativos, y es la
gonocócica. Teniendo en cuenta que esta entidad es una
enfermedad de transmisión sexual, frecuente en pacientes
jóvenes (menores de 40 años) sexualmente activos, y que
habitualmente cursa con cultivos de líquido sinovial
negativos, es un diagnóstico a considerar en nuestro
paciente.
La artritis gonocócica es más frecuente en
mujeres, ya que la infección en ellas es con más
frecuencia asintomática, a diferencia de los varones en
los que la uretritis o proctitis lleva a la consulta con
mayor frecuencia. Menos de un 5% de las infecciones
localizadas se hacen diseminadas, pudiendo generar
artropatía. Esta ocurre en dos contextos clínicos
diferentes. El primer cuadro corresponde al sindrome de
tenosivitis, dermatitis y poliartralgias. Es de inicio
agudo y cursa con fiebre y escalofríos. Se observa
tenosinovitis múltiple, dermatitis (lesiones
vesicopustulares con centro umbilicado necrótico). Ambas
son transitorias, y evolucionan favorablemente con
tratamiento o sin él. Durante esta fase hay altas
chances de obtener hemocultivos positivos. Las
poliartralgias son asimétricas, y a veces migratorias.
No obstante, un cuarto de los pacientes puede tener
monoartritis solamente. Las articulaciones más afectadas
son las rodillas, codos, muñecas, metacarpofalángicas y
tobillos. El líquido sinovial es de tipo inflamatorio.
A diferencia de la tenosivitis y dermatitis, el
compromiso articular no evoluciona favorablemente sin
tratamiento adecuado. El otro escenario es el de una
artritis supurativa (usualmente monoarticular), sin la
presencia de lesiones cutáneas. Numerosas formas de
presentación son intermedias, no pudiendo ser englobadas
dentro de uno de estos 2 cuadros. A favor de esta
entidad tenemos que se trata de un adulto joven, con
conductas sexuales no seguras, un posible episodio de
uretritis previa, una proctitis actual, una artritis
monoarticular con líquido articular compatible (más
inflamatorio que purulento). En contra tenemos la
presencia de sacroileítis y entesitis y la ausencia de
lesiones cutáneas, la mejoría sin antibióticos y los
intentos negativos por aislar el germen, tanto en
líquido articular como en hisopados. Este diagnóstico
por lo tanto es improbable.
Otra causa de monoartritis muchas veces recidivante son
las artropatías inducidas por cristales. Dentro
de este grupo se incluyen la gota y la enfermedad por
depósito de cristales de pirofosfato de calcio (PPC).
La hiperuricemia persistente (primaria o secundaria) y
el depósito de cristales de urato monosódico en los
tejidos dan el sustrato bioquímico y fisiopatológico de
la gota. La artritis gotosa aguda usualmente
ocurre luego de años de hiperuricemia asintomática. El
ataque típico compromete una sola articulación, por lo
general la primera articulación metatarsofalángica
(podagra), rodilla, tarso, tobillos y muñecas. La
articulación se encuentra extremadamente dolorosa,
tumefacta y rubicunda, adquiriendo máxima intensidad en
pocas horas y dando la impresión de afectar también
tejidos blandos periarticulares. Puede acompañarse de
fiebre, leucocitosis y VES elevada. Obliga al
diagnóstico diferencial con la artritis séptica, pero
también con la celulitis, erisipela, tromboflebitis y
traumatismos. Dicha inflamación es autolimitada, y
disminuye en horas o semanas. En su evolución
espontánea, los ataques se hayan separados por períodos
asintomáticos de completo bienestar, llamado “gota
intercrítica”, en la cual se observa la hiperuricemia
asintomática sin tofos ni artritis. El diagnóstico de la
artritis gotosa se basa en la determinación sérica de
acido úrico (la normouricemia no la descarta) en un
paciente con un cuadro indistinguible de un artritis
séptica. La realización de una artrocentesis permitirá
evaluar el líquido sinovial, el cual mostrará en un 80%
de los casos abundantes PMN y cristales de urato
monosódico, que tienen forma de “agujas” y
birrefringencia negativa a la luz polarizada. El directo
y cultivo serán negativos, excepto que coexista artritis
séptica. Puede ocurrir en presencia de normouricemia, lo
cual no descarta el diagnóstico, y en un 20 % de los
casos no se observan cristales en líquido sinovial. En
estos casos el diagnóstico se basará en parámetros
clínicos: ataque típico en una o más oportunidad, acmé
de la inflamación alcanzado en menos de 24 horas,
mejoría con colchicina, período intercrítico
asintomático e hiperuricemia. La enfermedad por
depósito de cristales de PPC tiene una prevalencia
clínica de cerca de la mitad de la observada en la gota,
aunque muchos casos son asintomáticos. Es más frecuente
en pacientes mayores de 70 años, encontrándose en el 25%
de los pacientes de más de 80 años. El término
“condrocalcinosis” define la detección, habitualmente
radiológica, de calcio en el cartílago articular, y el
término enfermedad por depósito de cristales de
pirofosfato de calcio se reserva al paciente
sintomático. Se describen cuatro formas: hereditaria,
esporádica, asociada a enfermedad metabólica (hipomagnesemia,
hipotiroidismo, hiperparatiroidismo), y relacionada con
trauma. Las más frecuentes son las esporádicas, en las
que no existe ninguna relación familiar, con trastornos
metabólicos o trauma. Puede presentarse de diversas
formas clínicas: asintomática, pseudogota,
pseudorreumatoidea, pseudoosteoartritis y
pseudoneuropática, llamadas así de acuerdo a la
enfermedad que simulen. La forma clínica más frecuente
es la llamada “pseudogota”, caracterizada por
monoartritis de instalación súbita, con períodos
intercríticos, que afecta principalmente las
articulaciones de las rodillas, muñecas, hombros, codos
y tobillos. El diagnóstico de certeza se realiza
identificando cristales de PPC en el líquido sinovial,
los cuales tienen forma romboidal y birrefringencia
positiva débil a la luz polarizada o calcificaciones
cartilaginosas en las radiografías.
El paciente presenta un cuadro de monoartritis
recidivante de rodilla, con características del líquido
sinovial de tipo inflamatorio con directo y cultivos
negativos, lo cual es sugerente y obliga a excluir las
sinovitis por cristales. No obstante, el paciente es
joven, y no existen alteraciones metabólicas subyacentes
ni antecedentes familiares. El cuadro clínico es más
amplio (incluye sacroileítis y entesitis), y no se
observaron cristales al microscopio de luz polarizada,
con lo cual podemos descartar estas entidades.
Dentro de las espondiloartritis se incluyen
entidades que presentan superposición clínica (sacroileítis,
oligoartritis asimétrica, entesitis), relación con HLA-B27
y factor reumatoide negativo. Se incluyen:
a)
Espondiloartritis indiferenciada (EI)
b)
Espondilitis anquilosante (EA)
c)
Artritis psoriásica
d)
Artritis enteropáticas
e)
Artritis reactivas
Dado que el paciente no presenta lumbalgia o dorsalgia
de tipo inflamatoria, tampoco limitación en la movilidad
espinal ni alteraciones en las radiografías a nivel de
columna lumbar, no nos detendremos en la EA ni en la EI.
Los hallazgos clínicos extra-articulares además, nos
orientan hacia las artritis psoriásica, enteropáticas y
reactivas.
La artritis psoriásica afecta a un 5-30% de los
pacientes con psoriasis, dando distintos patrones de
afectación: artritis clásica (afecta interfalángicas
distales), oligoartritis asimétrica (de manos y pies),
Artritis mutilante (que ataca interfalángicas,
metacarpofalángicas y metatarsofalángicas), una
poliartritis simétrica (símil artritis reumatoide) y la
espondilitis psoriásica (cursa con sacroileítis).
Se ha reportado una alta prevalencia de artritis
psoriásica (entre 25–50%) en los pacientes VIH
positivos. Se considera que un 5–8% de los pacientes VIH
negativos con psoriasis desarrollarán artritis en algún
momento de su enfermedad, mientras que los VIH positivos
pueden desarrollarla hasta en el 32% de los casos.
El patrón de compromiso
observado con mayor frecuencia es el de una artritis
poliarticular y simétrica que a menudo afecta
articulaciones de los pies, las sacroilíacas y las de la
columna, asociada a entesopatía, dactilitis y compromiso
ungueal, el cual ocurre en la mayoría de los pacientes
VIH positivos con inflamación articular.
No obstante, nuestro paciente no padece psoriasis. Pero
se ha visto que un 15% de las artritis preceden a las
lesiones cutáneas (“artritis psoriásica sine
psoriasis”). En estos casos se puede inferir qué
pacientes tienen más riesgo de desarrollar lesiones de
psoriasis a futuro. Este diagnóstico está sugerido por
la presencia de compromiso articular distal,
distribución asimétrica, dactilitis, lesiones ungueales
(onicólisis), y obviamente una historia familiar de
psoriasis. El paciente no presenta ninguna de estas
características. Las artritis enteropáticas son
manifestaciones extradigestivas de enfermedades como la
enfermedad inflamatoria intestinal (EII), la enfermedad
celíaca, la enfermedad de Whipple, y la enfermedad de
Behçet. La presencia de dolor abdominal, tenesmo rectal
y deposiciones mucopurulentas sugiere afectación
colorrectal, lo cual por frecuencia nos lleva a
considerar la EII. El compromiso articular es más
frecuente en la colitis ulcerosa que la enfermedad de
Crohn, y en esta segunda entidad es más frecuente si
existe compromiso colónico que entérico. Tiene 2
patrones de afectación: sacroileítis y espondilitis o
artritis periférica (rodillas, tobillos y muñecas). El
diagnóstico se realiza excluyendo otras causas de
artritis en pacientes con EII. La presencia de diarrea
fue siempre mucopurulenta y nunca sanguinolenta, la
rectosigmoidoscopia informó patrón endoscópico no
compatible con estas enfermedades y la biopsia tomada
también descaró el diagnóstico.
Por último, las artritis reactivas.
Con este nombre se designa a aquellas artritis que
acompañan o siguen a una infección extraarticular. Hans
Reiter describió en 1916 la asociación entre uretritis,
artritis y conjuntivitis, lo cual le valió el epónimo al
síndrome. Posteriormente, también se observó que existía
asociación con infecciones entéricas, por lo que
actualmente se prefiere el término más amplio de
“Artritis Reactivas” antes que síndrome de Reiter.
Además, existe una cuestión moral para dejar de utilizar
este término, ya que Hans Reiter fue médico del régimen
nazi y fue juzgado como criminal de guerra por haber
experimentado con seres humanos. La fisiopatogenia no es
del todo conocida, pero se supone que sujetos
genéticamente predispuestos (HLA-B27, etc.) con una
infección por un germen capaz que producir mimetismo
molecular (sustentado en la observación de una similitud
entre los aminoácidos de las proteínas del virus y las
del huésped) entre otros mecanismos. Los gérmenes
involucrados con la producción de uretritis y artritis
reactivas es Chlamydia trachomatis, y a nivel
digestivo varias especies de Salmonella, Shigella
flexneri, Yersinia enterocolítica, Campylobacter jejuni
y Clostridium difficile.
Existen también descripciones de cuadros reactivos
producidos por la infección con HIV sin otra infección
evidente concomitante.
El HIV produce mayor incidencia, mayor agresividad y
menor respuesta al tratamiento de este tipo de artritis.
Esto se explicaría por la desregulación inmunológica
producida por el virus, el cual altera la relación
CD4/CD8 (a expensas de los CD8 responsables del daño
articular) y por la predisposición
a infecciones por microorganismos artritogénicos,
que pueden tener una
variada presentación clínica y muchas veces pasar
desapercibidas. Este tipo de artritis son más frecuentes
en adultos jóvenes.
El
cuadro clínico ocurre en forma concomitante o bien 1 a 3
semanas luego del contacto sexual o la diarrea, e
incluye: uretritis, afectación ocular
(conjuntivitis/uveítis), artritis (oligoartritis
asimétrica de MMII), entesitis, sacroileítis, lesiones
cutaneomucosas (úlceras orales, queratodermia
blenorrágica, balanitis circinada, hiperqueratosis
subungueal). En el laboratorio puede observarse
solamente leucocitosis y VES elevada. El líquido
articular inflamatorio estéril sin cristales. El HLA-B27
se encuentra presente en el 80% de los pacientes.
Considero que el diagnóstico más probable es el de
artritis reactiva. Ahora bien, ¿reactiva a qué? Los
intentos por aislar un germen artritogénico fueron
negativos. No obstante, es conocida la baja sensibilidad
de los coprocultivos y lo dificultoso de confirmar
infección por Chlamydia trachomatis. Por lo tanto, creo
que la negatividad de coprocultivos, urocultivo e
hisopado rectal no excluyen la posibilidad de infección
por alguno de estos gérmenes. Además, la misma infección
por el HIV puede estar generando esta reactividad. Más
importante que documentar el germen que genera la
reactividad, es instruir al paciente sobre hábitos
sexuales seguros, ya que presenta en su historia varias
enfermedades de transmisión sexual (condilomas
perianales, uretritis, proctitis, infección por HIV). El
tratamiento de la artritis incluye AINES (indometacina
50 mg VO cada 8 hs. o naproxeno 500 mg VO cada 8 hs. por
un mínimo de 15 días). Si esto no fuera efectivo, se
pueden utilizar inyecciones intraarticulares de
glucocorticoides, sulfasalazina, o drogas anti-TNF (etanercep,
infliximab, adalimumab). Es fundamental realizar
rehabilitación articular precoz para evitar secuelas
permanentes. Considero también importante iniciar el
tratamiento antirretroviral. Debido a la recidivancia
del cuadro y la posibilidad de secuelas, sería también
aconsejable administrar tratamiento antibiótico para su
proctitis, a pesar de los cultivos negativos, incluyendo
cobertura para Neisseria gonorrheae y
Chlamydia trachomatis: ceftriaxona 250 mg IM única
dosis y docixiclina 100 mg VO cada 12 hs. por 10 días.
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Discusión |
La discusión de este seminario
corresponde al 26 de noviembre de 2009, a cargo del
Dr. Diego Bértola. |
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