Discusión del
caso clínico
Dr. Mauro
Tortolo
Se discute el caso de una paciente con hepatitis
autoinmune en fase cirrótica, síndrome ascítico
edematoso y neutropenia por azatioprina, que fue
hospitalizada por infección severa de partes blandas.
Requirió internación en unidad de terapia intensiva y
tratamiento antibiótico prolongado.
Además de ser una paciente susceptible al desarrollo de
infecciones micóticas sistémicas, se aisló cándida
albicans en materia fecal, líquido ascítico (en dos
ocasiones) y presentó hallazgos oftalmoscópicos
compatibles con endoftalmitis candidiásica.
A pesar de aún no contar con la confirmación
microbiológica, es coherente analizar el caso comenzando
por la candidiasis sistémica que seguramente
afectó a esta paciente. La cándida es una levadura
ubicua en la naturaleza que normalmente se encuentra en
el tracto gastrointestinal, la piel, vías respiratorias
y aparato genital femenino. Existen múltiples factores
de riesgo que favorecen su pasaje al torrente sanguíneo
dando lugar a candidiasis sistémica, pudiendo afectarse
potencialmente cualquier órgano del cuerpo. Entre ellos,
esta paciente se encontraba bajo tratamiento
inmunosupresor, recibía antibióticos de amplio espectro,
presentaba catéteres venosos centrales, y estuvo
neutropénica durante casi 15 días. Con respecto a este
último dato, vale aclarar que los neutrófilos
constituyen una línea de defensa clave contra la
candidiasis sistémica, y el bajo recuento de estas
células es un factor fundamental para la diseminación de
la infección. Muchas veces nos encontramos con
aislamiento de Candida albicans en estómago,
esputo, materia fecal, etc., siendo un desafío
identificar los candidatos a tratamiento antifúngico
sistémico. Actualmente no hay tests validados y
disponibles ampliamente para reconocer una verdadera
candidemia significativa. Algunos test de antigenemia
como el beta-glucano son empleados para el monitoreo en
neutropénicos, pero tienen muchas limitaciones de
especificidad y sensibilidad. Mientras tanto, la
presencia de endoftalmitis (como en este caso) o
pústulas o pápulas por cándida son la prueba más
contundente de diseminación sistémica con múltiples
abscesos y microabscesos en múltiples órganos. Los
agentes más empleados para el tratamiento de la
candidiasis sistémica son la anfotericina B, el
fluconazol, las equinocandinas y el voriconazol.
Numerosos estudios demostraron que no existen
diferencias significativas en términos de eficacia y
mortalidad, aunque si hay claras diferencias en costos y
toxicidad. En algunos escenarios, sin embargo, unos
tienen mejor efecto que otros: en las meningitis,
endoftalmitis y candiduria los azoles son mejores que
equinocandinas. Éstas últimas se asocian a mayor recaída
de esofagitis que los azoles. Sin embargo en pacientes
hemodinamicamente inestables, críticos, con tratamiento
previo o concurrente con azoles, las equinocandinas son
de primera elección.
Las endoftalmitis fúngicas son las endoftalmitis
endógenas infecciosas más comunes. Con gran diferencia
-más del 90% de los casos- la cándida albicans es la
principal responsable. Ocurre después de entre el 5 y el
20% de los casos de candidemia; la neutropenia es un
factor de riesgo clave para su desarrollo; y, como fue
dicho previamente, es una prueba contundente de la
siembra en otros órganos. En general el compromiso
ocular es severo, convirtiendo al fondo de ojo en un
estudio obligatorio ante la confirmación o sospecha de
candidemia. Aún si es normal, es recomendable repetir el
mismo a las 15 días.
Durante la internación, esta paciente desarrolló además
un cuadro compatible con peritonitis bacteriana
espontánea (PBE): más de 250 PMN/mm3 en líquido
ascítico, sin evidencia de infección intraabdominal. Por
presentarla después de por lo menos 72 hs de
internación, debe ser considerada como peritonitis
bacteriana espontánea intrahospitalaria (PBEI)
Varias series de pacientes que compararon PBE de la
comunidad versus PBEI. En ellas se demostró una mayor
resistencia de los microorganismos, mayor mortalidad y
la necesidad de ampliar el espectro antibiótico en los
casos de PBEI. No se recomiendan las cefalosporinas de
tercera generación o amoxicilina / ácido clavulánico
como esquema inicial en las PBEI.
Las infecciones por estafilococo aureus resistente a la
meticilina son comunes en pacientes cirróticos. In
embargo la inclusión de vancomicina en el esquema
inicial debe considerarse según la microbiología local.
Afortunadamente, en nuestro hospital, Ferretti y
colaboradores describieron casos de PBEI. En estos
pacientes el aislamiento de Staphylococcus aureus
alcanzó el 33% de los eventos, justificando el empleo
inicial de vancomicina junto a otro antibiótico de
amplio espectro.
Con respecto a la PBEI en esta paciente, el resultado de
la paracentesis de control a los dos y cuatro días no
demostró una mejoría con el tratamiento. Junto a esto,
el hallazgo de cándida albicans en el líquido ascítico
(en dos ocasiones) nos obliga a plantear la
peritonitis espontánea por candida (PEC). Hay pocos
datos de esta entidad, e incluso no existe consenso para
su diagnóstico. A pesar de ser subestimada por la falta
de cultivos sistemáticos de líquido ascítico, los
reportes de casos son excepcionales. Una explicación
para esto es que el tamaño de ésta levadura excede en
mucho al de las enterobacterias, dificultando el
principal mecanismo para alcanzar el líquido ascítico:
el pasaje a través de la mucosa gastrointestinal.
Es desconcertante en este caso la resolución de la
ascitis en el contexto de esta probable PCE sin mediar
tratamiento antifúngico. ¿Se trató de una PBEI con
colonización por cándida, con una lenta respuesta a los
antibióticos? ¿O fue en realidad una verdadera PCE que
resolvió sin antifúngicos? Ésta última alternativa tiene
su parangón en una serie de pacientes cirróticos con
aislamiento de Candida albicans en el líquido
ascítico (Corea 2003). La mitad de los pacientes con PCE
mejoraron sin la introducción de tratamiento
antifúngico. Igualmente creo que cualquiera haya sido la
explicación del cuadro abdominal, no fue determinante en
la evolución actual de la paciente.
Otro tema a considerar en este caso es la profilaxis
antifúngica en pacientes neutropénicos. La
candidiasis sistémica es un cuadro de alta mortalidad, y
además del bajo recuento de neutrófilos, muchos factores
de riesgo para su desarrollo concurrían en esta
paciente. Está demostrado el beneficio de profilaxis
antifúngica en ciertos grupos de neutropénicos afebriles:
leucemias agudas en quimioterapia de inducción,
trasplante antólogo de médula ósea en pacientes con
linfoma o leucemia o en los que se espera una mucositis
severa; en trasplante de médula ósea alogénicos; y en
enfermedades hematológicas con neutropenia prolongadas.
En estos grupos la pauta más aceptada para la profilaxis
de infecciones por cándida es fluconazol 400 mg/día. En
otros escenarios, como la neutropenia por azatioprina
(en el caso de esta paciente), un número necesario a
tratar demasiado alto, junto a los avances para el
diagnóstico precoz refuerzan la recomendación de tomar
conducta expectante y tratar en forma temprana (“wait
and see and treat early”).
Como conclusión creo que el análisis de este caso deja
varias enseñanzas:
·
Candidiasis sistémica: considerar esta grave entidad en
pacientes con factores de riesgo; indicar un tratamiento
inmediato ante la confirmación o la alta sospecha;
realizar precozmente el fondo de ojo; e indicar
profilaxis antifúngica en grupos de pacientes
seleccionados.
·
Peritonitis bacteriana espontánea intrahospitalaria: la
microbiología y el abordaje terapéutico es distinto al
de la PBE de la comunidad. Además implica un peor
pronóstico.
·
Peritonitis espontánea por cándida: es una entidad
infrecuente, más probable en paciente con enfermedad
hepática avanzada y con alta mortalidad. Debemos
sospecharla en casos de PBE que no responden al
tratamiento o con cultivos negativos para bacterias.
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