Discusión del
caso clínico
Dr. Mauro Tortolo
Se discute el caso de un
varón, HIV positivo en fase SIDA, con mala adherencia al
tratamiento, en estudio por coriorretinitis y uveítis
anterior.
Hasta el 50-75% de los
pacientes HIV positivos presentan alteraciones oculares
en algún momento de su enfermedad. Éstas pueden
agruparse en vasculopatías, neoplasias, infecciones y
anormalidades neuroftalmológicas. Vamos a considerar
algunas de ellas según su importancia y en relación a
las características particulares de este caso.
La afectación ocular más frecuente, con amplia
diferencia, es la microangiopatía retinal por HIV,
que se demuestra hasta en el 90% de las necropsias de
estos pacientes.
La lesión microvascular inducida por el HIV altera el
endotelio e induce, posiblemente, una reacción inmune
con la presencia de citoquinas.
Su histopatología tiene similitudes con la retinopatía
diabética, se ven lesiones algodonosas en el fondo de
ojo limitadas a la retina, aunque la mayoría no provoca
síntomas ni requiere tratamiento.
La coriorretinitis en pacientes con SIDA puede
ser una manifestación sistémica de numerosas
infecciones, muchas de ellas oportunistas. Dentro de las
más frecuentes, y con posibilidad de ser responsables
del cuadro de este paciente, podemos citar al
citomegalovirus (CMV), la toxoplasmosis, y la sífilis.
La coriorretinitis por
CMV es la infección ocular más frecuente en los
pacientes con HIV/SIDA, afectando casi exclusivamente a
aquellos con recuento de CD4 menor a 50 mm/3. Es
excepcional el compromiso vítreo y del segmento ocular
anterior, excepto en el contexto de Síndrome de
Reconstitución Inmune, donde el cuadro es más agresivo.
Es típica la imagen en “fondo de pizza” de la
coriorretina, con múltiples hemorragias, necrosis
extensa siguiendo al patrón vascular y papilitis.
Frecuentemente es bilateral y en algunos casos es
asintomática, por lo que se recomienda el fondo de ojo
periódico en pacientes con menos de 50 CD4/mm3.
La toxoplasmosis ocular,
por frecuencia y por el antecedente en este hombre de
compromiso en el sistema nervioso central, es un
diagnóstico a plantear. A diferencia de los
inmunocompetentes la afección es bilateral, multifocal,
sin cicatrices retinianas. Son escasas las hemorragias,
y es común la vitreítis y la iritis, una diferencia
importante con el CMV. Los anticuerpos, positivos en
este caso, pueden ser negativos. En caso de dudas es de
gran utilidad la PCR en humor vítreo o en biopsias de
retina.
La sífilis ocular
es mucho más frecuente en los pacientes inmunodeprimidos.
La principal forma de manifestación es la uveítis
posterior, con compromiso asociado del segmento
anterior. Puede simular cualquier otra infección ocular,
siendo difícil diferenciarlas en la mayoría de los
casos. Sin embargo en ocasiones pueden observarse en el
fondo de ojo depósitos superficiales amarillentos, de
aspecto cremoso, numulares, que son altamente
específicos. Lesiones con estas características pudieron
objetivarse en las últimas oftalmoscopias de este
paciente. Apoyando el diagnóstico de sífilis, en este
caso la VDRL plasmática y en LCR fueron positivas. Según
el criterio propuesto por los CDC, la detección de VDRL
en LCR confirma el diagnóstico de neurosífilis,
lo que sustenta aún más la posibilidad de sífilis
ocular. Entre el 85 y el 100% de los pacientes con SIDA
y sífilis ocular tienen además neurosífilis. Esto puede
explicarse por el origen embriológico común entre la
retina y el SNC, además de representar distintos focos
dentro del espectro de diseminación de la infección
luética. Es por esto que ante la sospecha de uveítis
sifilítica es mandatoria la punción lumbar y el
tratamiento endovenoso con penicilina, además de los
controles periódicos ante la posibilidad de recurrencia
después de la remisión.
Fue discutido inicialmente
el tratamiento antibiótico empírico en este caso. El
diagnóstico de neurolúes, el antecedente de sífilis, los
hallazgos en el fondo de ojo orientaban fuertemente a
uveítis sifilítica. Sin embargo, por lo hallazgos
oftalmoscópicos y por el antecedente de una infección
en SNC por este microorganismo, no podía descartarse la
coriorretinitis por toxoplasmosis. Pero la coexistencia
de ambas infecciones no está reportada y el neurolúes
era un dato fuerte en contra. Creo que lo adecuado, con
las limitaciones de analizar el caso retrospectivamente,
fue indicar penicilina EV, administrar la profilaxis
secundaria contra toxoplasmosis, y ajustar el esquema
según la evolución.
A pesar de las
disquisiciones sobre el diagnóstico más probable de su
afección ocular, creo que los principales problemas que
plantea este caso son la falta de adherencia al
tratamiento antirretroviral y la difícil relación
médico paciente.
Probablemente no exista en
medicina una enfermedad como el HIV, donde sea
imprescindible tan estricta y prolongada adherencia al
tratamiento, con severas consecuencias ante su
incumplimiento, como la generación y sobre todo la
trasmisión de cepas resistentes. Sólo después de varias
intervenciones el paciente reconoció su incumplimiento
con el tratamiento. Además ocultó el diagnóstico de su
enfermedad durante casi 5 años, y a pesar de contar con
una contención familiar y situación social adecuada, fue
internado en 2006 al borde de la muerte después de un
prolongado auto-abandono. Frente a este paciente
difícil, con características de negador-incumplidor,
resulta esencial la sensibilidad del equipo de
profesionales de la salud para reconocer
psicopatologías, muy común en estos escenarios.
En cuanto a la relación
médico paciente, es clave optimizar las técnicas de
comunicación, valorando la narrativa del paciente, los
conceptos de transferencia y contratransferencia,
intentando empatizar pero a la vez analizar críticamente
la situación del caso.
Sólo un abordaje integral,
interdisciplinario y sobre todo a largo plazo, que se
apoye en estas capacidades, ayudará a mantener la
adherencia al tratamiento y reconocer eventuales
psicopatologías.
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Discusión |
La discusión de este seminario
corresponde al 5 de agosto de 2010, a cargo del
Dr. Mauro Tortolo. |
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