Discusión del
caso clínico
Dra. Esilda
Giancola
Voy a discutir el caso de
una mujer de 55 años con antecedente de mieloma múltiple
(subtipo no secretor) diagnosticado hace 6 años y para
el cual realizó tratamiento incompleto, que consulta por
convulsiones tónico clónicas generalizadas. Se le
realiza una Tomografía Axial Computada (TAC) de cráneo
donde se visualiza un proceso expansivo frontal derecho.
Además la paciente presenta insuficiencia renal crónica
secundaria al mieloma, calcemia normal (en límite
inferior) y leucopiocituria, con aislamiento de un
bacilo Gram negativo.
Como datos guía para mi
discusión voy a tomar al mieloma múltiple y la masa
ocupante de espacio (MOE) en sistema nervioso central.
El mieloma múltiple (MM)
forma parte de los
trastornos de las células plasmáticas,
neoplasias monoclonales que proceden de progenitores
comunes pertenecientes a la estirpe de los linfocitos B.
Además del MM se describe a la macroglobulinemia de
Waldenström, la amiloidosis primaria y las enfermedades
de las cadenas pesadas. Se conocen por varios sinónimos
como gammapatías monoclonales, paraproteinemias,
discrasias de células plasmáticas y disproteinemias.
El mieloma múltiple (MM) se caracteriza por la
acumulación de células plasmáticas malignas en el
compartimiento de la médula ósea, aumento de la
producción de una inmunoglobulina monoclonal y la
destrucción ósea.
Este trastorno puede ser precedido por un estado
premaligno denominado gammapatía monoclonal de
significado incierto (GMSI), en el cual solo existen
hallazgos en el laboratorio (acumulación de células
plasmáticas por debajo del valor diagnóstico de MM), sin
presentar signos ni síntomas clínicos. En el
proteinograma por electroforesis (PE) se observa
una banda homogénea que en la mayoría de los casos
corresponde a inmunoglobulina G (IgG), pero también
puede ser inmunoglobulina A (IgA) o inmunoglobulina M (IgM).
La frecuencia en la población general oscila entre el 1
y el 3%, porcentaje que aumenta con la edad de los
individuos. Se suelen encontrar al evaluar otras
patologías no relacionadas. El seguimiento de los
pacientes con GMSI en el tiempo, ha demostrado que
siguen siendo asintomáticos por largos períodos, pero
que también pueden desarrollar serias alteraciones de
las células plasmáticas transformándose en mieloma o
cualquier otro desorden linfoproliferativo.
En general, el mieloma múltiple (MM) es una
enfermedad incurable, a la que se le adjudican
aproximadamente el 20% de las muertes por neoplasias
hematológicas y 2% de las muertes de todos los cánceres.
La causa del mieloma múltiple se desconoce.
La exposición a las radiaciones, benceno y otros
solventes orgánicos, herbicidas e insecticidas pueden
desempeñar un papel, también puede estar asociado a las
enfermedades inflamatorias crónicas y a la infección con
el virus del herpes humano tipo 8 (VHH-8).
El diagnóstico se sospecha cuando presentan una o más de
las siguientes características clínicas:
-
dolor óseo con lesiones líticas descubiertas en
radiografías
-
aumento de la concentración total de proteínas de suero
y/o la presencia de una proteína monoclonal en la orina
o el suero
-
signos o síntomas sistémicos sugestivos de malignidad,
como la anemia inexplicable
-
hipercalcemia, que puede ser sintomática o se descubre
por casualidad
-
insuficiencia renal aguda con un análisis de orina con
alteraciones leves o rara vez síndrome nefrótico por
amiloidosis primaria concurrente
Los siguientes síntomas y signos más frecuentes al
momento del diagnóstico son: anemia (73%), dolor óseo
(58%), fatiga, debilidad generalizada (32%), pérdida de
peso (24%). Entre los menos frecuentes se incluyen:
parestesias (5 %), hepatomegalia (4 %), esplenomegalia
(1 %), linfadenopatías (1 %), y la fiebre (0,7 %).3
Como el uso de hemogramas “de rutina” se ha vuelto más
común, los pacientes son diagnosticados antes, con la
enfermedad menos evolucionada.
El componente M (también llamado paraproteína o
proteína monoclonal), es una inmunoglobulina monoclonal
secretada por un clon anormal de células plasmáticas
ampliado en una cantidad que puede ser detectado por
inmunofijación de suero u orina. La proteína M puede ser
una inmunoglobulina intacta (es decir, que contiene dos
cadenas pesadas y ligeras), puede estar compuesta de tan
sólo las cadenas de la luz (es decir, la cadena ligera
del mieloma, enfermedad de depósito de cadenas ligeras,
AL (cadena ligera, amiloidosis), o
rara vez puede consistir en cadenas pesadas solamente
(es decir, la enfermedad de cadena pesada, la enfermedad
de depósito de cadenas pesadas).
La presencia de un anticuerpo monoclonal en el suero o
en la orina es un criterio importante para el
diagnóstico de MM. La gran mayoría (97%) de los
pacientes con MM tendrá un proteína M producida y
secretada por las células plasmáticas malignas, que
puede ser detectada por electroforesis de las proteínas
del suero (PE plasmático) o de la orina de 24 horas (PE
urinario) junto con inmunofijación del suero y la orina.
La inmunofijación en suero aumenta la sensibilidad a
93%. Si, además, la electroforesis de proteínas se
realiza en la orina junto con la inmunofijación la
sensibilidad aumenta a 97%. El 3% restante de los
pacientes que carecen de proteína M perceptible por
cualquiera de estas pruebas se considera que tienen
"mieloma no secretor". Las células plasmáticas malignas
pueden producir cadenas pesadas más cadenas livianas,
cadenas livianas únicamente, o ninguna de las 2 con la
siguiente frecuencia: IgG: 52%, IgA: 21%, Kappa o cadena
ligera lambda solamente (de Bence Jones): 16%, IgD: 2%,
biclonales: 2%, IgM: 0,5%, negativas: 6%.
En lo que respecta a nuestra paciente, comienza con dolor lumbar
hace 6 años, en ese momento se realiza diagnóstico de
aplastamiento de L4, además presentaba anemia
(hematocrito: 18%), valor de VES >150mm/1°h,
hipercalcemia, no presentaba daño renal y en la
radiografía de cráneo se evidencian lesiones
osteolíticas en sacabocado. Se realiza biopsia de médula
ósea que informa infiltración de células plasmáticas en
20-25%, llegando al diagnóstico de MM. En el PE
presentaba discreta disminución de Igs con banda
monoclonal de discreta concentración, por lo que se
llega a la conclusión de MM no secretor.
El mieloma no secretor abarca aproximadamente el
3 % de los pacientes con MM que no tienen proteína M en
el suero o en la orina en la inmunofijación al momento
del diagnóstico. En la mayoría (aproximadamente el 85%)
se ha detectado proteína M en el citoplasma de las
células plasmáticas neoplásicas por inmunohistoquímica,
pero tienen alterada la secreción de esta proteína. El
otro 15 por ciento no tiene inmunoglobulina detectable
en las células plasmáticas (mieloma no productor).
Los pacientes con MM no secretor no presentan riesgo de
afectación renal. Las cadenas
ligeras libres (CLL), se usan para detectar la proteína
monoclonal en la ausencia de la proteína M. En
aproximadamente el 60 % de los pacientes que
inicialmente se pensaron como MM no secretor se
encontraron cadenas livianas en el suero por lo que se
debe reclasificar como mieloma secretor de
cadenas ligeras.
En este tipo de MM se expresan las cadenas
livianas de Ig en el suero o en la orina, con falta de
expresión de la cadena pesada. La
incidencia de insuficiencia renal es muy alta,
los niveles de creatininemia
son mayores a 2 mg/dL en cerca de un
tercio de los pacientes en la presentación.
El proteinograma por electroforesis y la inmunofijación
son los métodos analíticos habitualmente empleados para
detectar la presencia de CLL. Sin embargo son poco
sensibles y no siempre proporcionan resultados
cuantitativos. Los inmunoensayos, ahora disponibles,
permiten cuantificar con precisión las CLL, con mayor
sensibilidad, haciendo posible un diagnóstico temprano
en aquellos casos que cursan con una producción muy baja
de inmunoglobulinas. Las CLL no están aumentadas en
todas la gammapatías monoclonales, por lo que su
determinación debe enfocarse como un test
complementario, sin excluir la realización de otras
pruebas convencionales. Teniendo en cuenta estas
consideraciones: ¿nuestra paciente presenta
verdaderamente MM no secretor? La presencia de
insuficiencia renal crónica es muy infrecuente en estos
casos; debería realizarse la determinación de CLL para
descartar la presencia de este componente M.
Algunas consideraciones con respecto a los
plasmocitomas extramedulares (PEM). Estos están
presentes en el
7% de los pacientes con MM al momento del diagnóstico, y
otro 6% de los pacientes desarrollarán PEM más adelante
en el curso de la enfermedad, la localización puede ser
cutánea, respiratoria, oral, ósea y en sistema nervioso
central.
El diagnóstico de plasmocitoma se establece por el
hallazgo de una histopatología plasmocelular monoclonal
demostrada por inmunohistoquímica. El 40-75% de los
pacientes sobreviven libres de enfermedad a los 10 años
del diagnóstico. Las recaídas suelen producirse en los 5
años que siguen al diagnóstico.
Con respecto al tratamiento del mieloma múltiple,
el 10% de los pacientes presenta curso indolente, el
tratamiento se instaura cuando la concentración sérica
de proteínas de mieloma supera los 50 g/L (5 g/100 ml) o
cuando aparecen lesiones óseas progresivas (generalmente
en el mieloma solitario o plasmocitomas extramedulares).
Hay 2 clases de tratamiento: la quimioterapia sistémica
para controlar la progresión del proceso y los cuidados
sintomáticos o de sostén, el tratamiento convencional se
realiza con melfalán, ciclofosfamida o clorambucilo y
prednisona administrados durante cuatro a siete días
cada cuatro a seis semanas (no se conoce la duración
ideal del ciclo). Si el tratamiento se interrumpe suele
producirse recidiva. La talidomida (que inhibe la
angiogénesis), también consigue respuestas en los casos
rebeldes. La enfermedad sigue habitualmente un curso
crónico durante dos a cinco años antes de que aparezca
la fase terminal caracterizada por pancitopenia y una
médula ósea resistente al tratamiento.
Con respecto a las masas ocupantes de espacio en
sistema nervioso, se pueden dividir en tumorales o
infecciosas. Dentro de las infecciones deberíamos
plantear, por similitudes en imágenes, a los abscesos,
al tuberculoma y al toxoplasmoma. Considero que estas
entidades se encontrarían alejadas ya que la paciente en
ningún momento presentó clínica ni alteraciones en
laboratorio compatibles que nos hagan pensar en proceso
infeccioso (no obstante el MM predispone a infecciones).
No se realizó punción lumbar por la desviación de la
línea media; ésta nos hubiese aportado más datos sobre
la etiología de la masa. Con respecto a la etiología
tumoral, las metástasis son la causa más frecuente
siguiendo en frecuencia los tumores primarios. En este
caso debemos considerar aquellos tumores que son
supratentoriales y hemisféricos. Entre ellos encontramos
a los gliomas, los meningiomas, las metástasis y los
tumores hematológicos. El astrocitoma constituye
alrededor del 80% de los tumores primarios cerebrales
del adulto. Generalmente ocurre en los hemisferios
cerebrales, en pacientes de edad avanzada, presentándose
en forma de convulsiones, cefaleas o déficit focal. El
oligodendroglioma abarca del 5 al 15% de los
tumores gliales, dependiendo de lo estricto que sean los
criterios que se utilicen para el diagnóstico. En muchos
casos se trata de proliferaciones gliales de astrocitos
con oligodendrocitos. Ocurre en la edad media de la
vida, a menudo con crisis convulsivas durante años. Se
localizan sobre todo en la sustancia blanca de los
hemisferios. El meningioma es el segundo en orden
de frecuencia entre los tumores primarios del SNC (25%),
después de los gliomas. Son tumores predominantemente
benignos y del adulto. Se originan en la célula
meningotelial de la aracnoides, aunque en íntima
asociación con la duramadre. Por tanto, además de en la
superficie externa del cerebro, pueden encontrarse
también en el sistema ventricular, procedentes del
estroma aracnoideo de los plexos coroideos. Presentan
marcado predominio femenino (3:2), mucho mayor cuando
son espinales (10:1). Su localización intracraneal más
frecuente es la parasagital, seguida de la convexidad,
la base del cráneo y la intraventricular; otras formas
de presentación son afectando al nervio óptico,
intraespinales, epidurales y ectópicos. Las leucemias
y linfomas sistémicos, son fenómenos mucho más
frecuentes que un desorden linfoproliferativo de tipo
primario del SNC. Las leucemias, sobre todo las
linfoblásticas agudas, pueden afectar a la duramadre y
leptomeninges, pero rara vez muestran invasión
parenquimatosa con el tratamiento adecuado; pueden
ocurrir múltiples hemorragias intracraneales secundarias
a la plaquetopenia y los desórdenes de la coagulación
asociados a estas enfermedades. Los linfomas primarios
suponen en conjunto el 1% de los tumores cerebrales y el
2% de todos los linfomas
pero suelen ser más
agresivos y con peor respuesta a la quimioterapia que el
resto de los linfomas no Hodgkin. Son relativamente
frecuentes en inmunodeprimidos y su incidencia va en
aumento en pacientes mayores de 60 años
inmunocompetentes.
El plasmocitoma afecta inicialmente en el 25 a 50% la
columna vertebral, siendo el nivel torácico el sitio
más común de presentación. Es más frecuente en hombres
en la quinta década de la vida. El compromiso
intracraneal es extremadamente raro, estando la gran
mayoría adheridos a la duramadre teniéndolos en cuenta
como diagnóstico diferencial con meningiomas (estos
últimos son mucho más frecuentes). Son de ubicación
variable, pero siempre cercanos a estructuras óseas,
pudiendo algunos ser intraselares simulando un adenoma.
El diagnóstico puede hacerse con técnica de
inmunoelectroforesis en orina y suero. El centellograma
óseo puede ser negativo, y su diagnóstico definitivo
depende de la biopsia. Con respecto a los métodos
complementarios de imágenes, se puede decir que en TAC
y en RMI tienen un comportamiento similar a los
meningiomas ya que realzan al contraste en forma
homogénea. Microscópicamente son similares a un
meningioma pero la microscopía define claramente la
histología diferencia. Es el diagnóstico más probable
teniendo en cuenta el antecedente de mieloma y las
imágenes. No obstante, no se
pueden descartar los otros tumores antes descriptos, ya
que por el momento no existen otros datos objetivos
además de las imágenes para el diagnóstico.
La paciente presentaba al ingreso leucopiocituria. Este
hallazgo nos lleva a recordar la predisposición a
infecciones que poseen los pacientes con MM. Las más
frecuentes son las neumonías y las pielonefritis. Los
microorganismos aislados usualmente son Streptococcus
pneumoniae, Staphylococcus aureus y Klebsiella
pneumoniae en el aparato respiratorio, y
Escherichia coli junto a otras bacterias
Gram negativas en el aparato urinario. La
hipogammaglobulinemia, la migración leucocitaria más
lenta y la alteración en la función del complemento
favorecen estos procesos infecciosos.
Para concluir, algunas consideraciones. En primer
término pongo en duda el diagnóstico de MM no secretor,
ya que la insuficiencia renal se asocia a la presencia
de paraproteínas. En cuanto al tratamiento, la paciente
lo realizó de manera incompleta, por lo que debemos
considerar la alta posibilidad de recidiva de la
enfermedad (más que progresión a la fase terminal). A la
hora de considerar un tratamiento, de elección serían
talidomida y dexametasona, ya que esta combinación
presenta menor nefrotoxocidad. La MOE en sistema
nervioso central sugiere el diagnóstico de plasmocitoma,
pero para llegar al diagnóstico deberíamos realizar
punción lumbar con citología, biopsia estereotáxica u
exéresis de la misma. Se podría caracterizar mejor aún
con imágenes de RMI, la cual realizaría. No debemos
olvidarnos que nuestra paciente presenta mal pronóstico
por la afectación renal y el compromiso del sistema
nervioso central, por lo que no debemos ser más
agresivos que la propia enfermedad. Es por ello que
sugiero:
•
continuar con tratamiento antibiótico de la
infección urinaria y aguardar resultado definitivo
cultivos,
•
continuar con terapia anticonvulsivante,
•
determinación de cadenas livianas, para
recategorizar el mieloma (no secretor secretor),
•
realizar una RMI de cráneo, para definir mejor la
lesión en cuanto a diagnóstico y para delimitarla mejor
teniendo en cuenta una eventual resección quirúrgica,
•
comenzar quimioterapia con talidomida y
dexametasona,
•
abordar interdisciplinariamente el caso
(hematólogos, neurólogos, neurocirujanos y médicos
clínicos) para llegar a un acuerdo sobre el tratamiento
más apropiado de la MOE en el SNC
•
proveer apoyo psicológico a la paciente y su
familia.
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Demyelinating Disease 4-82.
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Discusión |
La discusión de este seminario
corresponde al 11 de noviembre de 2010, a cargo de la
Dra. Esilda Giancola. |
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