Discusión del
caso clínico
Dra. María
Victoria Sgro
Nos encontramos frente al caso de una mujer de 37 años
con el antecedente de otitis media crónica (OMC) (para
la cual había recibido múltiples esquemas antibióticos
sin respuesta a los mismos), que se interna por un
cuadro de otorrea fétida, registros febriles de 39° C y
marcada astenia.
Durante la internación se obtiene un resultado positivo
para anticuerpos antineutrófilos (ANCA) y anticuerpos
antiproteinasa 3 (AP3), además se le realiza una
rinofibroscopía (RFC) donde se observan lesiones de tipo
granulomatosas en oído medio (OM) y vías aéreas
superiores (VAS). Presenta en la radiografía de tórax y
tomografía axial computada (TAC) de tórax lesiones
nodulares cavitadas. En este contexto se realiza
diagnóstico de Enfermedad de Wegener (EW) y comienza
tratamiento con pulso de ciclofosfamida y corticoides a
dosis inmunosupresoras.
Como otros datos alterados del laboratorio presenta
hipoglicemia e hiponatremia, cortisol disminuido, TSH
normal, T3 y T4 libre disminuídas. Nos encontramos
entonces frente a una insuficiencia suprarrenal e
hipotiroidismo.
Como objetivos me propongo a través de la discusión
abordar determinados tópicos. Haré una breve revisión
de la EW, tratando de aplicarla siempre a nuestro caso
en discusión, principalmente describir los puntos que
nos deberían haber hecho sospechar este diagnóstico y
cuál sería la conducta terapéutica más adecuada.
Recordando las alteraciones en el laboratorio y
sospechando que tanto la insuficiencia suprarrenal como
el hipotiroidismo tengan un origen secundario
(hipopituitarismo), intentaré establecer alguna probable
relación con el diagnóstico de EW.
Respecto a la fisiopatología de la Enfermedad de
Wegener se sabe que es un trastorno inmuno-mediado
complejo, en donde la injuria tisular resulta de un
interjuego entre un suceso iniciador de la respuesta
inflamatoria y una respuesta inmune órgano específica
(1). La mayoría de los anticuerpos están dirigidos
contra epítopes de las proteínas contenidas en los
gránulos de los neutrófilos, generando los conocidos
anticuerpos antineutrófilos (ANCA). Aproximadamente el
85% de los pacientes con EW presentan estos anticuerpos.
Hay dos proteínas mayormente identificadas como
antígenos: la proteinasa 3 que se observa en un 70-80%
de los pacientes (genera los Ac anti AP3) y la
mieloperoxidasa presente en un 10% (genera los Ac anti
MPO) (2), (3).
Clínicamente es importante diferenciar sus formas de
presentación.
Existe una forma limitada con afectación exclusiva de
VAS o pulmones, que constituye la cuarta parte de los
pacientes. Es una forma común de presentación, pero hay
que tener muy presente que esto no excluye la progresión
al compromiso de otros órganos.
La forma clásica se manifiesta con síntomas generales
(fiebre, malestar, pérdida de peso, anorexia),
compromiso de VAS y/o pulmonar (con síntomas y signos
clínicos como tos, hemoptisis, disnea, dolor torácico) y
compromiso renal. Esta forma puede además comprometer
otros órganos como articulaciones, ojos, SNC, corazón, y
menos frecuentemente el tracto génito-urinario, tracto
gastro-intestinal, tiroides, hígado y mama (4).
Respecto al caso en discusión recordemos que la paciente
presentaba ANCA (+), imágenes tipo granulomatosas por
RFC e imágenes por TAC de tórax nodulares cavitadas. En
este escenario el diagnóstico de EW parece muy claro.
Pero recordemos que la paciente presentaba un cuadro de
meses de evolución de una OMC refractaria a
antibióticos. Respecto a las manifestaciones iniciales
de la EW hay que recordar que la mayoría corresponde a
afectación de VAS y si bien el compromiso mayor es de
senos paranasales y fosas nasales, la OMC puede ser una
manifestación inicial. Por lo tanto cuando nos
encontramos frente a un adulto con un cuadro de OMC sin
respuesta a terapias antibióticas, debemos plantearnos
otras causas como las de tipo
inflamatorias-inmunológicas, y dentro de ellas la EW
(5), (6).
Existen ciertos criterios propuestos por el American
College of Rheumatology (ACR) en el año 1990 que aún
siguen teniendo vigencia y si bien fueron propuestos
antes del descubrimiento de los ANCA, siguen siendo una
herramienta de tipo orientadora a la hora de realizar el
diagnóstico de EW. Los mismos son: inflamación de mucosa
oral o nasal, radiografía de tórax anormal (presencia de
nódulos, infiltrados, cavidades), sedimento urinario
alterado y la presencia de granulomas confirmado por
biopsia. La presencia de 2 o más criterios tiene una
sensibilidad del 88% y una especificidad del 92% para el
diagnóstico de EW (7).
La Liga Europea contra el reumatismo (EULAR) propone una
clasificación que tiene implicancia a la hora de
instaurar el tratamiento: una forma localizada con
compromiso de VAS y / o enfermedad pulmonar, sin la
participación de otros síntomas sistémicos o
constitucionales; una forma sistémica temprana con
compromiso de cualquier órgano, sin poner en riesgo la
vida del paciente o la vitalidad del órgano en
cuestión; una forma generalizada con insuficiencia
renal (creatinina sérica ≤ 5,6 mg / dL) o de otros
órganos, que pongan en peligro la vida del paciente; una
forma severa con insuficiencia renal (creatinina sérica
≥ 5,7 mg / dL) o de otros órganos, que pongan en peligro
la vida del paciente; y por último la forma refractaria
que constituye la enfermedad progresiva que no responde
a glucocorticoides ni a ciclofosfamida (8).
En lo que se refiere al tratamiento, hay que tener en
cuenta que la presencia de enfermedad severa o
generalizada requiere de un tratamiento agresivo que
consta de dos etapas diferentes: la de inducción
(intentando una remisión completa) y la de mantenimiento
(para evitar futuras recaídas) (9).
Es sabido que el uso de ciclofosfamida en la EW ha
cambiado drásticamente el pronóstico de la misma. Previo
al uso de este fármaco la mortalidad al año era cercana
al 90%.
Durante la fase de inducción se utiliza ciclofosfamida
(en pulso endovenoso mensual o vía oral) asociada a
corticoides (CTC). Con esto se logra una tasa de
respuesta cercana al 90% y 75% de remisión completa.
Luego para la terapia de mantenimiento se utilizan
corticoides a dosis bajas asociados a otra droga
inmunosupresora como la azatioprina.
Es interesante destacar algunas diferencia entre el uso
de ciclofosfamida endovenosa y oral. Se sabe que ambos
esquemas tienen similar tasa de remisión. Sin embargo,
con el uso de ciclofosfamida endovenoso se obtiene una
menor dosis acumulada y por ende menos efectos adversos.
La ciclofosfamida utilizada por vía oral presenta menor
tasa de recaída, pero mayores efectos adversos como
leucopenia severa, y por lo tanto mayor riesgo de
infecciones potencialmente fatales (10).
Dentro de los corticoides se utiliza la prednisona a
dosis de 1 mg/kg día para luego realizar un descenso
gradual de la misma. En cuanto al uso de pulso
endovenoso de corticoides (metilprednisolona) son
discutidas sus indicaciones formales. Igualmente parece
haber acuerdo en su uso ante dos situaciones: en la
glomerulonefritis rápidamente progresiva (GNRP) y en la
hemorragia alveolar (8).
El rituximab fue aprobado por la FDA (2011) asociado a
CTC como terapia alternativa para la inducción-remisón
en pacientes en quienes está contraindicado el uso de
ciclofosfamida o en quienes se niegan a su uso por los
conocidos efectos adversos, sobre todo a nivel de la
fertilidad (11), (12).
Cabe destacar que con la terapia inmunosupresora los
pacientes tienen mayor riesgo de padecer neumonía por
pneumocistis jiroveci, por lo cual está indicado en
quienes realizan altas dosis de CTC asociado a otra
droga inmunosupresora como la ciclofosfamida, realizar
profilaxis con cotrimoxazol en dosis diaria (80 mg/400
mg) o trisemanal (160 mg/800 mg). Además, se recomienda
mantener su uso en la fase de mantenimiento. Hay
diversos autores que sugieren que el uso de este
antibiótico se ha asociado a una menor tasa de reacaídas
probablemente por un efecto inmunomodulador y por
disminuir la tasa de portadores de stafilococo aureus
(se cree que las infecciones juegan un rol
desencadenante en las recaídas).
Otro de los puntos a abordar era la presencia de
insuficiencia suprarrenal e hipotiroidismo
secundario a un probable hipopituitarismo, al que
podemos definir como una disminución en la secreción de
las hormonas hipofisarias que resulta de la afectación
de dicha glándula o del hipotálamo. Las manifestaciones
clínicas derivan de la disminución de la secreción de
las hormonas producidas por la hipófisis o por síntomas
compresivos en caso de tratarse de una masa selar.
Me enfocaré en los déficits hormonales que presenta la
paciente. El déficit de adrenocorticotrofina (ACTH) se
manifiesta por el déficit de cortisol. Existe una forma
severa que se manifiesta por shock con colapso vascular,
una forma moderada con hipotensión postural y
taquicardia y una forma leve mayormente en los casos de
déficits crónicos con fatiga, anorexia, pérdida de peso
e hipoglicemia. Existen algunas diferencias entre el
déficit de ACTH y la insuficiencia suprarrenal primaria.
El déficit de ACTH no genera pérdida de sal, contracción
de volumen e hiperkalemia porque no hay déficit de
aldosterona, tampoco cursa con hiperpigmentación
cutánea. Ambas cursan con hiponatremia que se debería a
secreción inapropiada de vasopresina por déficit de
cortisol.
El diagnóstico se realiza estimando la secreción basal
de ACTH y para eso debe medirse el cortisol sérico de
8-9 hs de la mañana. Un valor <3 mcg/dL sugiere un
déficit de cortisol y se debería repetir la medición en
otra oportunidad. El dosaje de ACTH estaría indicado en
quienes no tenemos la alta sospecha de que un proceso a
nivel hipofisario sea el responsable del cuadro. Un
valor >18 mcg/dL sugiere una secreción basal adecuada de
ACTH. Con valores intermedios se debe realizar una
prueba de reserva de ACTH.
El déficit de TSH se manifiesta por la disminución de la
tiroxina con la consecuente fatiga, letargo,
intolerancia al frío, anorexia, piel seca, bradicardia y
anemia.
El grado de los síntomas es paralelo al déficit
hormonal. En caso de déficit de ACTH muchos pacientes
tienen pocos síntomas con una marcada disminución de la
TSH. La secreción de TSH se evalúa mediante dosaje de T4
y T3. Una T4 baja con TSH dentro de valores
bajos-normales sugiere un hipotiroidismo 2°.
Por último intentaré relacionar el hipopituitarismo con
el diagnóstico de EW. El compromiso neurológico en esta
entidad se dá en 20-54% de los pacientes, aunque la
forma más común es la neuropatía periférica por un
mecanismo de vasculitis de los pequeños vasos. En cambio
el compromiso del SNC se da en un 12% y se manifiesta
por accidentes cerebro vasculares, convulsiones, y
parálisis de nervios craneales. La afectación
hipofisaria no es frecuente y cuando se produce suele
haber mayor afectación del lóbulo posterior, con DBT
insípida como manifestación principal.
Existen diversos mecanismos de lesión del SNC. Pueden
producirse por extensión directa de lesiones
granulomatosas (SPN, órbita, mastoides) con infiltración
de meninges, nervios craneales y corteza cerebral; por
vasculitis, provocando lesiones de tipo isquémicas y/o
hemorrágicas; o bien por formación directa de granulomas
en el parénquima cerebral (13), (14).
En la literatura está descripta una entidad conocida
como hipofisitis, la cual se divide según la histología
en linfocitaria o granulomatosa. La linfocítica es más
frecuente, hay más casos reportados y se propone una
base autoinmune (AI) en la fisiopatología, ya que en un
30% coexiste con otros trastornos AI. La forma
granulomatosa es menos frecuente y puede darse de manera
aislada o asociada a otras enfermedades (E. Takayasu, E.
Crhon, Tiroiditis, Sarcoidosis, TBC, E. Wegener).
Dentro de los métodos por imágenes, la RMI es una buena
opción, pudiendo evidenciarse alteraciones no
patognomónicas como: aumento del tamaño hipofisario,
pérdida de la hiperintensidad normal en T1 del lóbulo
posterior y aumento de la intensidad en T2 del lóbulo
anterior (16).
Como conclusión creo que nos encontramos frente al caso
de una mujer joven, que por sus manifestaciones clínicas,
datos del
laboratorio
e
imágenes, presenta diagnóstico de EW indicándose
correctamente tratamiento inmunosupresor con
ciclofosfamida y prednisona. Como vimos anteriormente no
presentaba indicación formal de realizar pulsos de CTC.
Además se diagnostica hipotiroidismo e insuficiencia
suprarrenal de probable origen secundario. Como se
revisó anteriormente la afectación de la hipófisis
podría estar explicada por la EW, por lo cual estaría
indicado realizar una RMI de cráneo, la cual también nos
permitirá descartar otras causas.
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