Discusión del caso clínico
Dr. Gastón Chiganer
Se presenta un caso clínico, de un
varón de 20 años, sano previo, que tras la ingestión
accidental de soda cáustica presenta estenosis
esofágica. Como medida terapéutica se le practica una
dilatación endoscópica con posterior perforación
esofágica, lo que produce una severa mediastinitis.
Durante su evolución permanece febril y con leucocitosis
en aumento.
Como primer punto de análisis me
referiré a la ingesta de cáusticos. La misma se da más
frecuentemente por álcalis (70%) que por ácidos fuertes
(30%). En la mayoría de los casos se
produce en niños menores de 5 años
como consecuencia de un accidente doméstico. Un tercio
de las veces p
roduce una grave lesión
esófago-gástrica, la cual depende del volumen ingerido,
de la concentración, estado físico y patología esofágica
previa.
La respuesta reparadora secundaria
produce estenosis en un 10 a 15% de las veces. Presenta
una elevada m
ortalidad cercana al 10%. Uno de
los más graves es el hidróxido de sodio o soda cáustica,
que es
un sólido blanco cristalino sin olor que absorbe humedad
del aire.
Cuando se disuelve en agua o
se neutraliza con un ácido libera una gran cantidad de
calor,
muy corrosivo.
Se
la utiliza en forma sólida o como una solución de 50%,
para fabricar jabones, papel, explosivos, tinturas,
algodón y productos de lavandería. Algunas diferencias
en cuanto a la fisiopatología de las lesiones por
cáusticos son que las producidas por álcalis producen
mayor afección del esófago, con extensa necrosis de
licuefacción y saponificación, que origina grandes
úlceras que a las 48-72 hs. dan comienzo a la formación
de una cicatriz con retracción. Al ser un producto
insípido se ingieren cantidades variables antes de poder
ser vomitado o expectorado. La ingesta de ácidos produce
mayor lesión a nivel gástrico y dada la sensación de
quemazón que produce, es eliminada en forma rápida por
el vómito. Produce una necrosis
de coagulación con formación de una
escara firme que limita la penetración.
Generalmente hay dos formas de
consultar: una aguda, con intenso dolor faringoesofágico,
sialorrea, afagia, hematemesis, edema de glotis,
broncoaspiración o dolor intenso por perforación. La
otra,
menos frecuente, se presenta a las
3-6 semanas por disfagia. Para el manejo agudo la
primera indicación reside en la administración de agua o
leche que actuarían como antídotos. Está contraindicado
la provocación del vómito. El paso más importante es
lograr la estabilidad hemodinámica y respiratoria,
seguidamente se puede proseguir con la realización de
una endoscopía, siempre que no se sospeche perforación,
en cuyo caso está indicada la cirugía. Otras medidas a
emplear consisten en administrar corticoides a dosis
equivalentes a 60 mg/día de prednisona, reservándose
para las lesiones más graves, acompañado de antibióticos
de amplio espectro. Se ha demostrado un beneficio dudoso
con la incorporación de la nutrición parenteral y los
bloqueantes de bomba de protones, por lo que su
indicación debe basarse en cada caso en particular.
La complicación más frecuente de
esperar es la estenosis esofágica, que se da en el
30-50% de las lesiones grado II y 90 % de las de grado
III. Los síntomas se presentan entre las 3-8 semanas. El
. el t
tratamiento consiste en la
dilatación con bujías para lesiones pequeñas y cirugía
para lesiones grandes o ante perforación. Otras opciones
en estudio actualmente incluyen: inyecciones de
corticoides, hialuronidasa o interferón en la estenosis,
con lo cual disminuiría la fibrogénesis. Como dato a
destacar se debe tener presente que un porcentaje de las
dilataciones esofágicas pueden sufrir ruptura de la
pared.
La perforación esofágica produce el vuelco de aire,
comida, secreciones gástricas dentro de la cavidad
mediastinal con la consiguiente mediastinitis
química necrotizante seguida de infección bacteriana por
una flora mixta polimicrobiana. El cuadro clínico va a
depender de la localización de la perforación, con
dolor, rigidez y enfisema si se produce a nivel de la
porción cervical, dolor torácico, disnea, disfagia,
fiebre, hipotensión en el mediastino y dolor abdominal
con peritonismo si es en la porción inferior. Para el
diagnóstico se requiere la realización de un par
radiográfico de tórax y una radiografía de cuello de
perfil, donde se puede encontrar un
neumomediastino, enfisema
subcutáneo, ensanchamiento mediastinal o un nivel hidro
aéreo. Se debe confirmar el sitio de perforación con un
esófagograma en donde se evidenciare la extravasación
del contraste o una tomografía de tórax, dada su mayor
precisión. El tratamiento de la perforación esofágica
casi siempre es de resorte quirúrgico a excepción de que
el paciente se encuentre estable y que la perforación
esté contenida o drenada dentro del esófago. En caso de
inestabilidad, perforaciones grandes, neumotórax o
peritonitis tiene indicación quirúrgica, en la que se
debe realizar un completo drenaje y reparación o
resección esofágica. Las complicaciones
esperables ante este cuadro son las debidas a la
extensión a espacios y estructuras contiguas, como
empiema, derrame pericárdico con taponamiento, abscesos
mediastinales, peritonitis y fístulas.
Otra posible causa de la fiebre
son las infecciones relacionadas al procedimiento
quirúrgico. Es importante diferenciarlas según el tiempo
transcurrido desde la cirugía. Se dividen en: inmediata
(horas posteriores a la cirugía) causada por
medicamentos y productos de la sangre, por el propio
traumatismo de la cirugía, o por infecciones presentes
previamente. Aguda (dentro de la 1ª semana) producidas
generalmente por infecciones intrahospitalarias y causas
no infecciosas. Subaguda (entre la 1ª y 4ª semana) se da
fundamentalmente por infección del sitio quirúrgico,
catéter o por antibióticos y tardía (posterior al mes)
donde las causas son similares o por microorganismos
menos virulentos. La causa más frecuente es la infección
de la herida quirúrgica, que depende del estado del
huésped (inmunitario, nutricional y presencia de
diabetes), procedimiento quirúrgico (tipo, extensión y
duración de la cirugía), factores microbiológicos
(adherencia, invasión y resistencia antibiótica) y
profilaxis antibiótica. Se presenta con dolor,
tumefacción y secreción en la herida, aunque pueden
estar ausentes. El diagnóstico requiere la
reexploración del sitio quirúrgico con toma de muestras
para directo y cultivo. Se puede completar con otros
estudios (laboratorio, TAC, RMI). La bacteriología
depende del tipo de cirugía y de la flora tanto
hospitalaria como del paciente, lo que hay que
considerar al momento de decidir un tratamiento
empírico. La infección urinaria es la segunda causa más
frecuente de infección. La predisponen la cirugía del
tracto urinario y los sondajes. Generalmente los signos
y síntomas de pielonefrítis son inespecíficos o están
ausentes. El diagnóstico exige la confirmación por
urocultivo (>105 UFC/mm3),
y la elección del tratamiento empírico depende de la
flora hospitalaria. La neumonía es la tercera causa en
frecuencia. La predisponen la disminución de los
mecanismos de defensa por anestesia y la cirugía y la
aspiración desde la orofaringe. Clínicamente similar a
la neumonía de la comunidad. Los cultivos cuantitativos
no demostraron beneficios reales, aunque el examen
directo del esputo puede orientar el tratamiento. Otras
causas que se deben considerar son la infección
relacionada a catéteres, la sinusitis y las infecciones
intraabdominales. También las causas no infecciosas
como: hematoma o seroma del sitio quirúrgico, trombosis
venosa profunda o embolismo de pulmón, pancreatitis,
reacciones tranfusionales, abstinencia alcohólica o
medicamentos
.
Como
conclusión creo que nuestro paciente presento un derrame
pleural exudativo como complicación de su mediastinitis
que resolvió con el drenaje y la adecuada cobertura
antibiótica.
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