Discusión del
caso clínico
Dra. Lucina Marazzi
Se discute el caso clínico
de una paciente mujer, de 65 años, con antecedentes de
hipertensión arterial sin tratamiento actual y diabetes
de reciente diagnóstico, que ingresa por púrpura
palpable, confluyente acompañado de lesiones ampollares,
localizadas en miembros inferiores y superiores, glúteos
y abdomen inferior, sin signos de respuesta sistémica y
con respuesta favorable a los ATB y corticoides.
Considerando que la paciente en cuestión presenta una
púrpura, comenzaré definiéndola como la afectación de
los vasos de pequeño calibre de la piel (arteriolas,
capilares y vénulas). Se produce progresivamente
vasodilatación con aparición de eritema y máculas,
aumento de la permeabilidad del vaso afectado con fuga
de fluidos que se manifiestan por pápulas. Por último,
al progresar el daño vascular se produce el pasaje de
eritrocitos al intersticio, constituyendo la púrpura
palpable, lesión presente en nuestra paciente.
Como abordaje inicial de la púrpura, propongo dividirlas
en palpable y no palpable. Ante la sospecha de ésta
última, se debe hacer un hemograma y pruebas de
coagulación, pudiendo obtener alteración en las
plaquetas, conformando las púrpuras trombocitopáticas o
trombocitopénicas; o alteración en los tiempos de
coagulación, constituyendo las coagulopatías.
La púrpura palpable o vascular o vasculitis, se puede
dividir, según la anatomía patológica en vasculitis
linfocítica, granulomatosa, mixta o leucocitoclástica; y
según la etiología en Vasculitis por hipersensibilidad
asociada a agentes precipitantes (vasculitis
leucocitoclástica cutánea) como infecciones bacterianas,
víricas o parasitarias, y medicamentosa; asociada a
desórdenes crónicos persistentes como colagenosis,
Enfermedad Inflamatoria Intestinal, Crioglobulinemia
mixta, Púrpura hipergamaglobulinémica de Waldenstrom;
asociada a neoplasias como procesos linfoproliferativos
o carcinomas, e idiopáticas.
Las manifestaciones cutáneas de las vasculitis nos
orientan al diagnóstico, pero no son específicas y su
estudio histológico y la inmunofluorescencia directa
sirven para confirmar el diagnóstico. A menudo, la piel
constituye el órgano en que las vasculitis se
manifiestan inicialmente, ya sea como sintomatología
aislada o como parte de una afectación sistémica, y en
esta último caso, no entraña mayor riesgo, sino que la
importancia radica en que puede sugerir el tipo de
vasculitis con la consecuente sospecha de compromiso de
otros órganos que sí pueden conllevar un riesgo vital.
Fisiopatológicamente, las manifestaciones cutáneas
dependen del tamaño del vaso, de la extensión lesional,
de la naturaleza del proceso inflamatorio y del
compromiso de los receptores subcutáneos, responsables
de la génesis del dolor y del prurito. Se puede
manifestar como: petequias, equimosis, máculas
eritematosas, livedo reticularis, necrosis, úlceras,
vesículas, pústulas, ampollas, lesiones tipo pioderma
gangrenoso, tipo eritema multiforme, tipo síndrome de
Sweet, y púrpura palpable, siendo ésta última más
predominante en zonas declives y en zonas sometidas a
presión, de manera simétrica, acompañada de edemas. Pero
a su vez todas éstas lesiones cutáneas pueden asociarse,
dato presente en nuestra paciente.
El predominio de una lesión clínica u otra vendrá
determinado por la localización del vaso afectado y por
las características del proceso inflamatorio.
Por considerar que nuestra paciente probablemente
presente una vasculitis voy a explayarme en estas. Se
definen como un conjunto muy heterogéneo de entidades
que presenta un proceso clínico-patológico caracterizado
por inflamación de la pared vascular de los vasos
sanguíneos, acompañado muchas veces de necrosis de las
estructuras afectadas. Las manifestaciones clínicas son
secundarias a la oclusión de los vasos involucrados que
llevan a la isquemia y / o hemorragia de los órganos
dependientes de los mismos. Las vasculitis y sus
consecuencias pueden ser la principal o la única
manifestación de una enfermedad; o constituir un
fenómeno secundario a alguna enfermedad primaria
subyacente. Puede ser localizada en algún órgano; o
sistémica, afectando simultáneamente a varios órganos o
aparatos.
La variabilidad en la forma de presentación y el gran
número de entidades clínicas que pueden manifestarse de
forma similar a una vasculitis, sumado al bajo índice de
sospecha que existe en general, hace que el diagnóstico
sea dificultoso y tardío, a excepción de las que debutan
o son aisladamente cutáneas, ya que esto es fácilmente
objetivable, permitiendo un diagnóstico precoz.
La clasificación de Fauci, con implicancia pronóstica y
terapéutica, diferencia tres tipos: 1- Síndromes
vasculíticos con carácter predominantemente sistémico;
sin tratamiento producen disfunción orgánica
irreversible y un desenlace mortal; 2- Vasculitis de
hipersensibilidad limitadas fundamentalmente a la piel,
que rara vez están acompañadas por lesión visceral, con
frecuencia autolimitadas, y de buen pronóstico,
compatible con nuestra paciente; y 3- Síndrome
vasculítico de superposición, que implica una vasculitis
grave y un tratamiento agresivo.
La patogénesis se puede plantear en dos mecanismos
principales. El primero es la lesión directa de los
vasos por infecciones (bacteriana como neisserias,
ricketsias, micobacterias, espiroquetas, fúngicas,
virales como herpéticas). Es importante identificarlas
de manera precoz dado que el tratamiento de las
vasculitis infecciosas es radicalmente diferente del de
las vasculitis mediadas por daño inmunológico,
fundamentalmente antes de instaurar un tratamiento
inmunodepresor.
Las mediadas inmunológicamente son las segundas. Pueden
ser asociadas a mecanismos de respuesta inflamatoria
tipo I (atopía por Ig E), las asociadas a respuesta
inflamatoria tipo II (citotóxico), la asociadas a
respuesta inflamatoria tipo III por inmunocomplejos
circulantes, que comprende a la mayoría de las
vasculitis de pequeños vasos, altamente compatible con
la de nuestra paciente como Púrpura de Henoch-Schonlein,
Vasculitis crioglobulinémica, Vasculitis lúpica,
Vasculitis reumatoide, Vasculitis de la enfermedad del
suero, Vasculitis mediada por anticuerpos inducido por
infecciones virales ( VHB, VHC, CMV); bacterianas
(estreptococo), micobacterias (M. leprae, M.
tuberculosis), vasculitis paraneoplásicas, Enfermedad de
Behcet, y vasculitis inducida por medicamentos; y por
último la asociada a tipo IV, mediada por linfocitos T.
Existen otros mecanismos no categorizados como los
neoplásicos y los idiopáticos.
No existe un esquema ideal de clasificación de las
vasculitis, dado la gran heterogeneidad y la
considerable superposición. Se pueden clasificar en
primaria o secundarias; con relación al tamaño del vaso
afectado y las características histológicas; basándose
en los mecanismos patogénicos, como vimos anteriormente;
pero en la actualidad se usa la clasificación de Chapel
Hill, que combina datos clínicos, histológicos y el
tamaño del vaso afectado.
La sospecha de vasculitis se debe poner en marcha ante
un paciente con signo-sintomatología sugestiva como
púrpura palpable o lesiones nodulares /úlceras,
hematuria y proteinuria, infiltrados, nódulos y/o
cavidades pulmonares, síndrome febril prolongado,
enfermedad multisistémica, mononeuritis múltiple y /o
afectación SNC, dolor o distensión abdominal y / o
signos de perforación intestinal signos o síntomas de
isquemia.
Esta sospecha, confirmada con laboratorio inmunológico,
la anatomía patológica y eventualmente las imágenes,
determinará el tipo y la extensión de la enfermedad. Si
se obtiene un diagnóstico especifico, se procede al
tratamiento de las vasculitis. Además se debe buscar el
probable antígeno nocivo, y si se identifica y es
eliminado con buena respuesta clínica, no es necesario
realizar nada más; pero si no se encuentra o no hay
respuesta clínica buena ante la retira del mismo, se
realiza el tratamiento de las vasculitis en general.
Además se debe buscar una enfermedad de base, dado que
la terapéutica estará orientada al tratamiento de la
misma; es decir, cuando las vasculitis se vinculan a una
infección, una neoplasia o una enfermedad del tejido
conectivo, hay que combatir el proceso de fondo.
Previamente no hay que olvidarse de realizar el
diagnóstico diferencial con otras enfermedades que
simulan vasculitis y que tienen en común la oclusión
vascular y la consecuente isquemia, no dada por
inflamación de la pared sino por embolias cardiacas o de
grandes vasos, por estenosis o espasmo vascular y
trombosis vascular. Ejemplos de estas entidades son la
endocarditis infecciosa, la embolia ateromatosa, la
gonococcia diseminada, la sífilis, la histoplasmosis
pulmonar, síndrome antifosfolípidico, la sarcoidosis, la
amiloidosis, y las neoplasias, entre otras.
Dada las características clínicas de muestra paciente,
quedando pendiente la confirmación diagnostica por
biopsia, el cuadro más probable es la Vasculitis de
hipersensibilidad. La incidencia es del 17-29 % de las
vasculitis y puede afectar cualquier edad, y un 10 % en
niños, y predomina ligeramente en sexo femenino. El
término engloba un grupo amplio y heterogéneo de
síndromes que se caracterizan por inflamación mediada
por inmunocomplejos de vasos pequeños como capilares,
vénulas y ocasionalmente arteriolas cutáneas,
produciendo inflamación preferentemente en vénulas
postcapilar del plexo subcapilar de la dermis, con edema
endotelial, necrosis fibrinoide de los vasos capilares
con hemorragia y /o trombosis y/o extravasación de
eritrocitos conformando la púrpura palpable; e
infiltrado inflamatorio de predominio polimorfonuclear,
con fragmentación de los núcleos de los granulocitos
denominado leucocitoclastia. En fases posteriores el
infiltrado esta compuesto por mononucleares, y en
algunos subgrupos se encuentran eosinófilos.
Se han propuesto criterios diagnósticos de vasculitis
por hipersensibilidad. Estos son: edad mayor de 16 años,
uso de droga como posible factor precipitante en
relación temporal con los síntomas, púrpura palpable,
rash maculopapular y biopsia de lesión cutánea que
muestre neutrófilos alrededor de arteriola o vénula, y
si tiene deposito de IgA constituye la púrpura de
Schölein Henoch. La presencia de 3 o más de estos
criterios, tiene una sensibilidad y especificidad de 71
% y 84 % respectivamente.
Las vasculitis por hipersensibilidad primarias suelen
clasificarse según tengan afectación únicamente cutánea
(angeítis cutánea leucocitoclástica propiamente dicha o
vasculitis cutánea idiopática) o con afectación visceral
(Púrpura de Schonlein Henoch, crioglobulinemia mixta
esencial y vasculitis hipocomplementémica). Las
secundarias pueden ser debidas a antígenos exógenos como
fármacos, virus, bacterias, y proteínas heterólogas; y a
antígenos endógenos o desconocidos, como las asociadas a
vasculitis sistémicas, a enfermedades autoinmunes (LES,
AR, Sjogren, dermatomiosistis, cirrosis biliar primaria)
y a neoplasias como linfomas, mieloma múltiple y tumores
sólidos.
En relación con las causas secundarias, la paciente no
presenta datos orientadores para causas bacterianas ni
virales; no presenta síntomas sistémicos ni
órgano-específicos, con laboratorio inespecífico, que
puede hacernos pensar tanto en autoinmune, sistémico e
infeccioso. En lo que respecta a los fármacos, no
presenta asociación temporal con ninguno de ellos, ya
que comenzó tratamiento con hipoglucemiantes orales en
contexto de su enfermedad actual, y además los
inmunocomplejos necesitan 7-10 días para formarse y
causar respuesta inmunológica, y secundariamente la
lesión; y el enalapril lo había abandonado hace 2 años.
Para pensar en alguna neoplasia, como dato a favor solo
refiere un pérdida de peso de 20 kilos en el último año,
luego de sufrir un duelo familiar importante, y
constipación crónica, sin cambio de hábito evacuatorio
reciente; niega cualquier otros signo-síntoma
acompañante; con hemograma normal que no orienta a
ningún trastorno hematológico primario.
Los subgrupos de la vasculitis leucocitoclástica cutánea
son: 1- Púrpura de Schonlein Henoch que se confirma
cuando se demuestra la presencia de inmunocomplejos
circulantes de clase Ig A o la presencia de depósitos
inmunes en la piel de clase Ig A; 2- la
urticaria-vasculits que se presenta como habón con
lesiones purpúricas o vesiculosas e hipocomplementemia,
asociada a LES; 3- las vasculitis crioglobulinémica:
donde las manifestaciones cutáneas, artralgia y astenia
se presenta en un 90-100%; un 40-80 % con
glomerulonefritis menbranoproliferativa difusa, y un
50-70 % de neuropatía periférica clínica o subclínica;
4- el Eritema Elevatum Diutinum que es una forma de
curso crónico, caracterizado por el desarrollo de placas
purpúricas y amarillentas localizadas en áreas de
extensión de extremidades; 5- la livedo vasculitis que
se caracteriza por el desarrollo de úlceras en
extremidades inferiores con patrón estrellado; 6- la
Enfermedad del suero que es una enfermedad sistémica que
aparece a los 7 a 10 días de la administración de una
proteína heteróloga o fármaco y 8- Síndrome de
Schnitzler que es una urticaria-vasculits asociada a IgM
monoclonal.
Clínicamente el sello distintivo de las vasculitis
cutánea idiopática es el predomino de lesiones cutáneas
(más del 95 %). Las lesiones son pruriginosas y
dolorosas; y desaparecen en 1 a 4 semanas dejando como
secuela una zona hiperpigmentada. Un 50 % presentan
síntomas generales como febrícula, postración,
artralgias de carácter leve y transitorio. El
diagnóstico es por biopsia de una lesión cutánea. Hay
ciertos factores que dificultan la interpretación
histológica de muchas lesiones con vasculitis, entre
ellos se encuentra el carácter segmentario de las
mismas. El pronóstico es benigno, y a veces presentan
carácter recurrente. Suelen ser autolimitadas. Debe
eliminarse el factor desencadenante y tratarse la
enfermedad de base cuando son secundarias a procesos
infecciosos, autoinmunes o neoplásicos. El tratamiento
sintomático o de sostén que se aplica a todos es el
reposo, la protección contra el frío y traumatismos y
los antiinflamatorios no esteroideos como la
indometacina. En pacientes con severas o persistencia de
la enfermedad cutánea no debida a infección o en las
vasculitis hipocomplementémicas; se puede utilizarla
colchicina, dapsona, pentoxifilina. Cuando hay
afectación visceral, requiere tratamiento inmunosupresor
con corticoesteroides ( 1 mg/kg/día de prednisona o
equivalentes) el menor tiempo posible y en dosis
decrecientes; o citotóxicos, reservados éstos últimos
para enfermedad fulminante o progresiva.
¿Por qué nuestra paciente recibió tratamiento
inmusupresor? ¿Es cuestionable tal decisión? Cuando la
paciente ingresa con tal severidad y progresión de
lesiones cutáneas sin respuesta a los antibióticos
orales y comienza a alterar la función renal asociado a
hematuria escasa, y teniendo en cuenta que no disponemos
del laboratorio inmunológico inmediatamente, se
interpretó como que podría haber compromiso glomerular
por lo que se decidió comenzar los corticoides,
evaluando riesgo –beneficio. Posteriormente dicha
alteración mejoró con la hidratación adecuada
reinterpretándose como insuficiencia renal hipovolémica
o prerrenal debido a la trasudación de jerarquía que la
paciente presenta a través sus ampollas y bullas rotas.
Igualmente la respuesta terapéutica, desconociendo ahora
si a los ATB o a los corticoides o ambos, fue favorable.
Como dato desfavorable de la decisión, es la
posibilidad, aunque mínima, de alterar la anatomía
patológica de la lesión cutánea.
A pesar de que considero que el diagnóstico más probable
es una vasculitis complicada, no debemos dejar de pensar
en las dermatopatías ampollares primarias como posible
origen de las lesiones cutáneas presentes en nuestra
paciente. Entre éstas haré mención de los pénfigos; que
se clasifican en intradérmicos y subdérmicos, siendo el
vulgar y paraneoplásico dentro del grupo de los
intradérmicos; y el penfigoide ampollar y la dermatitis
herpertiforme dentro de los subdérmicos. Son de
etiología autoinmune, donde un autoanticuerpo Ig G
produce acantólisis. El tratamiento es inmunodepresores.
En lo que respecta al pénfigo paraneoplásico, se
caracteriza por lesiones variadas y de manera casi
constante lesiones tipo eritema multiforme, localizado
en tronco y extremidades y asociada a Leucemia mieloide
crónica o Linfoma no Hodking.
Considerando los restantes, considero que el más
compatible con las lesiones presentes en la paciente en
discusión, es el penfigoide ampollar, caracterizado por
afectar solo piel, en personas de edad avanzada, con
localización en extremidades, tronco y abdomen, pero con
lesiones ampollares de características compartidas con
el vulgar. El tipo de distribución nos aleja de la
dermatitis herpetiforme; y la afectación casi constante
de las mucosas, nos aleja del pénfigo vulgar.
Concluyo diciendo que el diagnóstico más probable en
nuestra paciente es la vasculitis leucocitoclástica
cutánea primaria e idiopática hasta el momento, con
afectación aislada o inicial en piel, con múltiples
forma de presentación cutánea, y sobreinfección
bacteriana.
Debemos esperar la biopsia cutánea y repetirse si fuese
necesario, y permanecer alerta ante cualquier mínima
manifestación sistémica para poder realizar el
tratamiento oportuno, precoz y agresivo.
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