Circuitos cerebrales
Tradicionalmente se ha relacionado todo este proceso con
el sistema límbico cerebral, un componente
primitivo del sistema nervioso central (SNC) que tiene
relación con mecanismos de supervivencia del individuo y
de la especie.(1) Este sistema está constituido por una
serie de estructuras, a saber: hipocampo, septum,
cortex cingulado, tálamo anterior, cuerpos mamilares,
corteza órbitofrontal, amígdala, hipotálamo y algunas
porciones de los ganglios basales.
En
particular la amígdala, una pequeña estructura
del lóbulo temporal, ha demostrado tener gran
importancia en el proceso, dado que distintas lesiones
experimentales de la misma han producido como respuesta,
reacciones emocionales positivas y negativas. Las
células de esta estructura son sensibles a los
componentes de recompensa y de castigo implicados en
los distintos estímulos, así como también su integración
social.
La amígdala
recibe aferencias de todos los sistemas sensoriales y
también de las áreas de asociación compleja. (2)
Estas aferencias se originan tanto a nivel cortical
como talámico, lo cual permite una amplia variedad
de información representacional, desde sensaciones
primitivas, procesadas en el tálamo, hasta objetos
completos en la corteza y escenas contextualizadas
complejas en el hipocampo. Todo este influjo de
aferencias converge en el núcleo lateral de la amígdala,
y las de mayor complejidad en el núcleo basal. A su
vez, la amígdala proyecta numerosas eferencias que
producen respuestas conductuales como expresiones
faciales, movimientos corporales y respuestas
autonómicas y endocrinas. Casi todas estas
eferencias se originan en el núcleo central de la
amígdala pero hoy se conoce que existe un complejo
interjuego de subnúcleos con funciones individuales,
regulados en conjunto por sistemas serotoninérgicos y
dopaminérgicos que se activan alternativamente en
relación con los distintos estímulos.
Todos estos
circuitos anatómicos han sido estudiados en animales a
través del experimento consistente en relacionar un
estímulo displacentero (p. ej. corriente eléctrica
aplicada a los pies) con una señal lumínica o sonora,
que luego evoca el estímulo sin que éste se produzca,
generando en el animal una sensación de temor. Este
modelo experimental se ha mostrado particularmente
exitoso para el estudio del proceso
estímulo-emoción-respuesta motriz, autonómica y
endocrina.(3-4)
La amígdala
se convierte de esta manera, en un componente central de
la memoria emocional, un proceso de acumulación
de experiencias y evocaciones que se diferencia de la
denominada memoria declarativa que es aquélla que
simplemente guarda y recupera información de hechos,
personas u objetos sin darles ninguna connotación
afectiva y que se ubica anatómicamente en el
hipocampo. En los últimos años los estudios
experimentales antes mencionados, han sido
complementados con evaluaciones imagenológicas dinámicas
en pacientes con daño cerebral y así se ha comprobado
que la amígdala participa en el aprendizaje del miedo y
otras emociones. (5).
Se han diseñado modelos computacionales de estudio de
las respuestas emocionales a estímulos, concibiéndolos
de a pares (p.ej. miedo-alivio) y explorando los
mecanismos que transforman los estímulos puros en otros
con contenido emocional. De tal manera se concibe al
sistema hipocampo-amigdalino como una zona de
convergencia de las vías de estímulos condicionados y no
condicionados, el septum como una zona de
oposición de las representaciones y el hipotálamo, el
núcleo del tracto solitario y la formación reticular
como una zona de inputs viscerales y sómato-sensoriales.
Las representaciones corticales están siempre sujetas al
mecanismo de atención, lo cual supone una conexión
importante entre la amígdala y el locus coeruleus,
núcleo fuertemente involucrado en la atención.
Todos estos modelos de base cibernética
son utilizados por los investigadores en psicología
experimental, inteligencia artificial y ciencias
cognitivas para formular una conexión entre cognición
y emoción. Una rama interesante de este tipo de
experiencias es el análisis de las expresiones
faciales, tempranamente aprendidas y su relación con
distinto tipo de emociones (alegría, pena, sorpresa,
enojo, etc). Estos estudios han permitido identificar
neuronas específicas especializadas para cada tipo de
expresión facial, ubicadas en áreas del neocortex
temporal y en la amígdala y también se ha comprobado
que se producen cambios reactivos del nivel y la
distribución del flujo sanguíneo facial, ante los
diversos estados emocionales.(6)
Estos conocimientos han dado lugar al
desarrollo de un nuevo paradigma que concibe a la
emoción como un mecanismo de respuesta del organismo
de una manera adaptativa al estímulo medioambiental más
que un estado puramente subjetivo y dan lugar a un
área sumamente extensa de investigación científica.
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