El estudio IMPACT-HAP: el tambaleo de la guía lógica
The Lancet Infectious Disease – Marzo y Octubre de 2011.
Dr. Javier Montero*
* Coordinador General de la Sección Literatura
Científica Seleccionada. Departamento de Medicina
Interna. Hospital Povisa, Vigo, España.
Las prestigiosas sociedades estadounidenses del Tórax (American
Thoracic Society - ATS) y de Enfermedades
Infecciosas (Infectious Diseases Society of America
- IDSA) publicaron en 2.005 la guía para el manejo de
las neumonías intrahospitalaria (NIH), asociada a
ventilación mecánica (NAVM) y a la asistencia sanitaria
(NAAS). Las recomendaciones, que esencialmente
pregonaban que en estos escenarios clínicos donde
existía mayor riesgo de colonización por gérmenes
multirresistentes (GMR) debía iniciarse triple terapia
antibiótica empírica (TTAE) con doble cobertura
antibiótica para patógenos Gram negativos con acción
antipseudomónica y un antibiótico activo contra SAMR,
fueron principalmente basadas en la opinión de expertos
siendo los propios autores los que explicitaron la
necesidad de generar estudios de alta calidad
científica.
En marzo, la edición mensual de la revista Lancet
Infectious Disease publicó los resultados del
estudio IMPACT-HAP (Improving Medicine through
Pathway Assessment of Critical Therapy of Hospital-Acquired
Pneumonia) donde evaluaron los efectos de la triple
terapia empírica hallando resultados inesperados,
hallazgos muy criticados en ediciones posteriores de la
revista. Veamos:
·
El estudio de los investigadores del IMPACT-HAP es un
trabajo realizado en 4 hospitales de Estados Unidos que
incluyó pacientes admitidos en Unidades de Cuidados
Intensivos (UCI) con diagnóstico de NIH, NAVM y NAAS, y
presentaban factores de riesgo para presentar infección
por GMR. Durante un período previo al estudio, se
realizó una campaña de información sobre la guía de la
ATS/IDSA a los profesionales involucrados (médicos,
enfermeras, farmacéuticos). Se registró la severidad de
la enfermedad (puntuación APACHE y CPIS) y finalmente se
comparó supervivencia a los 28 días entre los pacientes
que recibieron triple terapia antibiótica empírica
(grupo cumplidor) y los que no (grupo no-cumplidor),
además de días en UCI, en ventilación mecánica, entre
otros.
·
Se incluyeron 303 pacientes con neumonía (132 eran NAVM);
129 recibieron TTAE y 174, no (154 recibieron simple
cobertura contra gram negativos y 24 no se amplió
cobertura contra SAMR). En las tablas comparativas
resalta, de forma estadísticamente significativa, que
los pacientes del grupo cumplidor habían sido tratados
con más frecuencia con antibióticos previamente (75% vs.
56%) y cumplían más comúnmente criterios de sepsis
severa (91% vs. 76%). En los que se detectaron gérmenes
en los cultivos, el tratamiento era adecuado en el 81% y
85% de los pacientes del grupo cumplidor y no cumplidor,
respectivamente.
·
En los primeros 28 días, el 34% del grupo cumplidor y
20% del grupo no-cumplidor, fallecieron. Al analizar las
curvas de supervivencia a 28 días (Kaplan-Meyer) esta
diferencia fue significativa (p=0,0042), incluso al
ajustarlas por severidad de la enfermedad. No hubo
diferencias en end-points secundarios. En base a
estos resultados, los investigadores concluyen que deben
realizarse estudios randomizados antes de continuar
utilizando estas recomendaciones.
Como imaginarán, este estudio generó un revuelo en todo
el universo médico: “¿una guía prestigiosa que aumenta
la mortalidad?”. Tanto el comentario del artículo como
las correspondencias posteriores publicadas en Octubre,
criticaron varios aspectos del estudio; principalmente
que: 1) en el grupo cumplidor no se siguieron “todos los
principios de la guía”, lo que incluye no sólo iniciar
TTAE, sino también la adecuación del antibiótico a los
cultivos obtenidos (de-escalation) y la
suspensión del segundo fármaco contra gram negativos (aminoglucósido,
quinolona) luego del 5 día; 2) no se detallan incidencia
aspectos muy importantes para poder analizar los datos
como ser incidencia de efectos adversos,
sobreinfecciones, desarrollo de SDRA, tiempo desde la
detección de la neumonía e inicio de la terapia
antibiótica, y causas de muerte en ambos grupos. A su
vez, varios críticos resaltan el hecho de no haber sido
randomizado el tratamiento empírico, que los pacientes
del grupo cumplidor estaban más gravemente enfermos y
habían recibido más frecuentemente antibióticos
previamente. Obviamente, todas estas aristas pudieron
influir en los resultados finales.
De esto podemos obtener dos preceptos. Primero que,
antes de convertirnos en “Fundamentalistas de las
Guidelines”, algo muy común en estos días,
deberíamos analizar la calidad de los estudios en que se
basan las distintas recomendaciones para distinguir
aquellas que debemos seguir casi obligatoriamente (clase
I, evidencia A) de las que solamente debemos “tener en
cuenta” para tomar nuestras conductas cotidianas; y,
segundo, que cualquier estudio que pone en controversia
determinados preconceptos deben ser revisado
exhaustivamente, sobre todo en como fue hecho el
estudio; es decir, leer la letra pequeña (el apartado de
“Material y Método” y que resultados no han sido
publicados y merecen serlo para un análisis completo).
Como conclusión, personalmente creo que este estudio no
hace más que reforzar la necesidad de realizar nuevos
trabajos y de mayor calidad metodológica. Mientras tanto
podemos seguir teniendo en cuenta estas recomendaciones,
sabiendo que en el tratamiento empírico de las
infecciones lo más importante es conocer la flora
habitual del medio donde trabajamos para dirigir
adecuadamente el tratamiento, y teniendo en mente la
adecuación precoz de la terapia antibiótica a los
hallazgos microbiológicos.
Kett DH, Cano E, Quartin AA, et al, and the Improving
Medicine through Pathway Assessment of Critical Therapy
of Hospital-Acquired Pneumonia (IMPACT-HAP)
Investigators. Implementation of guidelines for
management of possible multidrug-resistant pneumonia in
intensive care: an observational, multicentre cohort
study. Lancet Infect Dis 2011; published online Jan 20.
DOI:10.1016/S1473-3099(10)70314-5.
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matters. Lancet Infect Dis 2011;11: 155–57.
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