Discusión del
caso clínico
Dr.
Diego Bértola
Estamos ante el caso de un varón de 33 años, con
antecedentes de TBC en la infancia, serología negativa
para HIV, con internación previa por un cuadro
“granulomatoso” sin diagnóstico y resolución espontánea
que consulta 10 meses después con
fiebre,
hiporexia, perdida de peso, odinofagia, lesiones
faríngeas, lesiones cutáneas, adenopatías,
hepatoesplenomegalia y afectación suprarrenal.
Las lesiones cutáneas fueron biopsiadas y escarificadas. Se
informaron granulomas no necrosantes y posibles
estructuras micóticas no caracterizables.
Teniendo en cuenta que la historia del paciente evidencia
posiblemente 3 enfermedades granulomatosas a lo largo de
su vida, surgen varios interrogantes. ¿Se trata de una
misma enfermedad en distintos momentos evolutivos? ¿O
son distintas enfermedades en un individuo predispuesto?
Intentaremos responder a esos interrogantes.
La presencia de granulomas en una biopsia limita
considerablemente la lista de enfermedades que podrían
justificar los hallazgos en este paciente. Tales causas
pueden ser infecciosas, inmunitarias o bien neoplásicas.
Comenzaremos analizando las de causa infecciosa.
Si bien el término tuberculosis miliar inicialmente
fue dado a un tipo especial de afectación anatomo-patológica
o a un patrón radiológico, actualmente se utiliza para
denominar aquellos cuadros clínicos resultantes de la
diseminación hematógena descontrolada de los bacilos
tuberculosos. Existen distintas formas de tuberculosis
miliar:
1)
Aguda:
posterior a la primoinfección o bien luego de una
reactivación. Cuadro grave y potencialmente fulminante,
que puede llevar a la falla multiorgánica
2)
Tardía
generalizada: ocurre tiempo después de la
primoinfección, son cuadros inespecíficos y de evolución
subaguda o crónica
3)
Anérgica:
un tipo especial de enfermedad donde no existe la
formación de granulomas, en sujetos con una acusada
inmunosupresión.
Los factores de riesgo para desarrollar tuberculosis miliar
dependen de los factores de virulencia de la
micobacteria y de la inmunidad del huésped. Es más
frecuente en edades extremas de la vida (menores de 1
año y ancianos), pacientes desnutridos, diabéticos,
alcohólicos, transplantados, con neoplasias,
enfermedades del tejido conectivo o insuficiencia renal.
Obviamente, los pacientes con infección por HIV son más
propensos a estas formas de tuberculosis (riesgo que
aumenta en forma proporcional al descenso de linfocitos
CD4) y hoy en día es la causa predisponerte más
frecuente. No obstante, una minoría de los pacientes con
tuberculosis miliar no padece ninguna de las condiciones
antes mencionadas.
El cuadro clínico es variable dado que la tuberculosis puede
afectar prácticamente cualquier órgano. Las
manifestaciones clínicas más frecuentes son:
-
Síntomas
constitucionales: fiebre, hiporexia, pérdida de peso
-
Pulmonar
(>50%): cursa con tos, disnea, rales crepitantes o no, e
hipoxemia. Además puede producir dolor torácico y
derrame pleural
-
Gastrointestinal (33%): nauseas, vómitos, diarrea, dolor
abdominal, ya sea por afectación intestinal o
peritoneal Es común hallar hepatomegalia (80%),
acompañada de elevación de FA y/o transaminasas
-
Adrenal
(40%): la insuficiencia adrenal, no obstante, es
infrecuente
-
Ocular(30%): como tubérculos coroideos en el fondo de
ojo;
-
Neurológica (15-20%): en forma de meningitis
-
Cardiovascular (<10%): la pericarditis tuberculosa no
es frecuente
-
Cutánea:
es poco común en la forma miliar, se presenta como
máculas o pápulas de menos de 10 mm (“tuberculosis cutis
miliaris disseminata”) en las formas más agresivas
-
Formas
más infrecuentes como ósea, articular, laríngea, etc.
En el laboratorio, además de las alteraciones del
hepatograma, es frecuente encontrar anemia normocítica
normocrómica y VES aumentada. De haber pancitopenia,
suele deberse a infiltración de médula ósea. La
radiografía de tórax muestra habitualmente (60%) un
infiltrado reticulonodulillar, aunque la Tomografía
computada de alta resolución de tórax es aun más
sensible. A veces se observa una radioopacidad única
activa o secuelar. Sin tratamiento es fatal, sin embargo
puede tener remisión completa o parcial en sujetos
inmunocompetentes. El diagnóstico se sospecha teniendo
en cuenta los antecedentes, noción de foco, factores
predisponentes, la clínica e imágenes, confirmándose
con la identificación y cultivo del germen en muestras
tisulares. Son habituales las demoras en el
diagnóstico por lo inespecífico de la clínica y por la
baja sospecha diagnóstica habitual. Las chances de
identificar al germen aumentan con el número de muestras
obtenidas. Suelen ser útiles el esputo, muestras de
lavado bronquioloalveolar (BAL), sangre, orina, aspirado
gástrico, líquido de serosas, LCR, médula ósea y
distintos tejidos, dependiendo de la clínica del
paciente. Otro método complementario útil por su alta
sensibilidad es la PCR, la cual puede aplicarse en
distintas muestras.
En función a lo antedicho, como datos a favor de la
tuberculosis miliar tenemos el antecedente de
tuberculosis en la infancia, un cuadro clínico
compatible y una biopsia cutánea con granulomas. En
contra se encuentra la ausencia de necrosis caseosa o
bacilos al examen directo y la presencia de un posible
elemento fúngico en la biopsia.
Determinadas infecciones fúngicas granulomatosas pueden
justificar el cuadro clínico. Comparten ciertas
características comunes:
infectan por vía inhalatoria, se localizan en el suelo
abonado por deyecciones de aves, en polvos y en
árboles. Desencadenan respuestas de inmunidad mediada
por células, pueden ser localizadas o sistémicas con
manifestaciones clínicas superponibles. Obviamente, son
más frecuentes en personas con algún grado de
quebrantamiento inmunitario: pacientes con HIV/SIDA,
neoplasias, tratamiento con quimioterapia o
corticoides, enfermedades autoinmunes, diabetes, etc.
La primera micosis granulomatosa a tener en cuenta es la
histoplasmosis. Es endémica de la Pampa húmeda y la
Mesopotamia. Como el contagio es por vía inhalatoria, la
enfermedad puede confinarse al pulmón o bien hacerse
diseminada. A su vez, la forma pulmonar puede ser
asintomática o sintomática. Nuestro paciente no presenta
afectación pulmonar clínica ni imagenológica, por lo
cual me referiré a la forma diseminada. Esta es más
frecuente en sujetos con inmunodepresión primaria o
secundaria. En sujetos inmunocompetentes la infección
suele ser asintomática y limitada, es por eso que en
pacientes sin factores de riesgo conocidos con
enfermedad diseminada manifiesta debe buscarse
meticulosamente algún defecto no evidente en la
respuesta inmune celular. La manifestación de la
enfermedad puede acontecer al poco tiempo de la
primoinfección o bien años después. El cuadro clínico de
la histoplasmosis diseminada puede ser agudo (huéspedes
muy inmunocomprometidos) o crónica, con un curso
tórpido, caracterizado por remisiones seguidas de
recaídas. La clínica incluye:
-
Fiebre y
pérdida de peso
-
Lesiones
erosivas y ulceradas en orofaringe y tubo digestivo
(disfagia y odinofagia)
-
Hepatoesplenomegalia, adenopatías
-
Lesiones
cutáneas (45-80%) polimorfas
-
Compromiso adrenal (80-90%)
-
Meningitis, encefalitis
-
Otras
menos frecuentes: pericarditis, endocarditis,
coriorretinitis, etc.
El diagnóstico se realiza aislando el hongo en los cultivos.
Los hemocultivos son positivos en 50-60 %. En presencia
de anemia, leucopenia o plaquetopenia la médula ósea
tiene un rédito del 75%. La detección del anfígeno de
histoplasma en orina es muy sensible (80-90%) y también
puede solicitarse en sangre u otros fluidos estériles.
Las pruebas serológicas (inmunodifusión o fijación del
complemento) son positivos en 60-75% de los casos, dando
falsos negativos en sujetos inmunodeprimidos.
A favor de esta enfermedad tenemos el cuadro clínico, el
antecedente de un viaje a Corrientes (y posteriores por
la región para acampar) y a posteriori un cuadro
pulmonar granulomatoso de remisión espontánea (hace 10
meses). Además en la biopsia y escarificación de piel se
observan elementos fúngicos aun no caracterizados. En
contra están el antecedente y la alta prevalencia de la
tuberculosis en nuestra zona y la presencia de una forma
diseminada en un sujeto presuntamente inmunocompetente.
La serología fue negativa, lo cual esta también en
contra.
Otras micosis son menos probables como causa de los hallazgos
en nuestro paciente.
La paracoccidioidomicosis es una enfermedad
polimórfica agresiva y grave. La infección primaria es
pulmonar
y al diseminarse afecta de manera importante al sistema
retículo-endotelial, originando importantes
adenomegalias y hepatoesplenomegalia. Los síntomas
constitucionales suelen estar presentes. Lesiona en
forma frecuente piel, mucosas y suprarrenales. El
cuadro es compatible con el del paciente, pero en contra
tenemos la presencia de la serología negativa y la baja
incidencia en nuestro medio.
La criptococosis puede diseminarse y afectar
prácticamente cualquier órgano (en inmunosuprimidos
severos), pero usualmente afecta pulmón y sistema
nervioso en pacientes VIH negativos. Por ende, si bien
no se puede descartar de forma absoluta, el cuadro
clínico no concuerda con su forma más frecuente. La
serología es negativa, lo cual también aleja el
diagnóstico.
La coccidioidomicosis origina
síntomas respiratorios muy frecuentes y sólo el 0,5%
desarrolla afectación extrapulmonar. La forma más
frecuente es la cutánea de formas variadas (maculares,
papulares superficiales o bien ulceradas y verrucosas).
Las artralgias y eritema nudoso pueden observarse, así
como poliadenopatías en región supraclavicular y
cervical. La meningitis es la complicación más grave.
La presentación clínica, que no es la habitual y la
serología negativa permiten nuevamente alejar el
diagnóstico.
Dentro de los trastornos granulomatosas que podrían
justificar los hallazgos clínicos del caso, se encuentra
la sarcoidosis.
Trastorno granulomatoso sistémico de etiología
desconocida, que afecta adultos jóvenes (10-40 años).
Cursa con remisiones y recidivas (a veces completas)
afectando fundamentalmente pulmón, piel y ojos, aunque
hay descripciones de afectación de prácticamente todos
los órganos y sistemas. Es una enfermedad que puede
justificar los síntomas generales (fiebre, perdida de
peso y fatiga), la afectación cutánea, ganglionar y la
hepatoesplenomegalia. No obstante, cursa en un 90% de
los casos con afectación pulmonar sintomática o no, pero
casi siempre evidenciable por radiografía de tórax o por
tomografía computada de tórax de alta resolución como
adenopatía hiliares, infiltrados reticulares, nódulos de
distribución subpleural, peribronquial o perivascular
por ejemplo. Nuestro paciente no presenta síntomas ni
signos semiológicos o imagenológicos de tal afectación.
Para el diagnostico de sarcoidosis se necesitan 3
elementos: compatibilidad clínica y/o imagenológica,
presencia de granulomas no necrosantes en la biopsia y
exclusión de las demás enfermedades que puedan
justificar los hallazgos anteriores. Siendo una
enfermedad infrecuente, no habiendo afectación pulmonar,
y siendo un diagnóstico de exclusión, la considero una
posibilidad alejada.
Por último, no debemos dejar de tener en cuenta a los
linfomas. La asociación entre éstos y las reacciones
granulomatosas es conocida desde hace años,
relacionándose mas a los linfomas no Hodgkin que a los
Hodgkin y especialmente en los linfomas cutáneos, sobre
todo de células “T” (Micosis Fungoide por ejemplo). La
presencia de granulomas en una biopsia de ganglio o
piel, puede confundir y demorar el diagnóstico en un
paciente con un linfoma subyacente. El paciente de este
caso se presenta con fiebre, pérdida de peso,
adenopatías, hepatoesplenomegalia y lesiones cutáneas.
Un linfoma puede justificar tal cuadro. Aun así, lo
considero un diagnóstico alejado por la baja frecuencia,
en presencia de cuadros más probables para explicar el
caso en discusión.
Como conclusión, considero que el diagnóstico más probable es
el de Histoplasmosis diseminada. Para confirmarlo es
necesario el informe definitivo de los cultivos y examen
directo de la escarificación y biopsias de piel y
ganglio. De ser necesario, se podría repetir la prueba
serológica para Histoplasma capsulatum,
considerando un falso negativo al resultado anterior. De
continuar con resultados negativos en todos los exámenes
anteriores, una biopsia de hígado o glándula suprarrenal
daría un buen rédito.
Si se confirma el diagnóstico, el tratamiento puede ser
endovenoso u oral dependiendo de la severidad del
cuadro. Ante cuadros severos se debe comenzar con
anfotericina B a dosis de 1mg/kg/día por 2 a 3 semanas,
luego de las cuales (siempre y cuando haya mejoría) se
puede pasar a vía oral con itraconazol 200 mg cada 8
horas por 3 días cómo dosis de carga para continuar
luego con 200 mg cada 12 horas. Si la enfermedad es
leve, de inicio una terapia con itraconazol 200 mg cada
8 horas por 3 días y luego 200 mg cada 12 horas es
también recomendable. La duración depende de la
persistencia o no y del grado de la inmunosupresión. En
promedio, el tratamiento dura 12 meses (entre 6 meses y
24 meses usualmente).
También creo razonable realizar pruebas de función
suprarrenal, si bien el paciente hasta el momento no
presento evidencia de insuficiencia suprarrenal, podría
presentarla mas adelante.
Con respecto a los interrogantes del inicio de la discusión,
creo que no se trata de una misma enfermedad en
distintos estadios evolutivos, se trata de distintas
enfermedades en un individuo predispuesto. Si bien se
tiende a catalogar de inmunocompetentes a los pacientes
con serología negativa para VIH, hay que tener en cuenta
que no siempre esto es así. No sería razonable atribuir
al azar la presencia de 3 enfermedades granulomatosas a
lo largo de la vida de nuestro paciente. Creo
conveniente realizar pruebas de función fagocítica, si
bien los trastornos de la función fagocítica son
hereditarios y se manifiestan a edades más tempranas de
la vida con infecciones recurrentes y severas, ha habido
casos de diagnóstico en la segunda o tercera décadas de
vida. El ejemplo más claro es la Enfermedad Crónica
Granulomatosa, donde el defecto es enzimático (NADPH
oxidasa) a nivel de los fagosomas y los neutrófilos son
incapaces de generar aniones superóxido, perdiendo la
capacidad de destruir intracelularmente a distintos
gérmenes. Hay mayor susceptibilidad a ciertas
infecciones bacterianas y fúngicas y se generan
reacciones granulomatosas en órganos como piel, hígado,
ganglios entre otros. Se puede medir la capacidad
fagocítica con pruebas disponibles en nuestro hospital,
tales como la Prueba de fagocitosis-lisis de Candida
tropicales y la Prueba de Nitroazul de tetrazolio.
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