Todos los días, en el consultorio, alguien, un paciente
y no pocas veces un profesional colega pregunta: ¿Esto,
es normal?
¿Qué es normal? El concepto de normalidad y sus
elementos habitualmente connotados –normalidad, norma,
normativo- suele precipitar en el entrecruzamiento de lo
filosófico, lo estadístico, lo sociológico y lo
psicológico. Desde el punto de vista práctico, decirle
a un paciente: “Eres normal”, por lo general, produce un
alivio notable. Es lógico. En el ámbito
médico-biológico, lo que le hemos dicho, remite a la
salud de la persona. Efectivamente, en estos ámbitos,
“normal” quiere decir o sano, o enfermo.
Pero, si el que consulta tiene un problema sexual,
rayano en lo delictivo, ya “normal”, remite a si lo que
ha relatado es punible o no punible. Aunque, si lo
relatado, es frente a un sacerdote, un pastor o un
rabino, la respuesta podría ser o “bueno” o “malo” lo
“normal”, ha entrado en el ámbito siempre ríspido de la
ética o la moral.
Ya el propio Freud en las postrimerías de su vida,
estableció la dificultad de establecer una clara
demarcación entre lo que es normal, de lo que no lo es.
Y que el valor otorgado a ese concepto, es solo de
carácter convencional. Dicho de una manera más
explícita, lo “normal” de determinada conducta, no puede
formularse así como así. Es necesario y, por momentos
imperioso, considerar sus fundamentos biológicos,
psicológicos y sociales.
Seguiremos a Haynal y Kocher ():
1)
El término “normalidad”, tiene una clara referencia a lo
filosófico y ético-moral. Lo anormal, inmediatamente
deriva como una desviación, una transgresión a
determinada regla, instrucción o indicación. O, incluso,
a un ideal compartido en determinado grupo humano.
2)
El término “normalidad”, suele tomarse en sentido estadístico
del término, constituyendo un promedio de la tendencia
general de un grupo o comunidad determinada. Claude
Bernard ()
lo dice explícita y nítidamente: “En la realidad, no
hay entre ambas maneras de ser –lo normal y lo
patológico- más que diferencias de grado; la
exageración, la desproporción, la desarmonía de los
fenómenos normales, constituyen el estado de la
enfermedad”
3)
Se refiere también, el término “normalidad”, al
funcionamiento de un órgano, o de un organismo en su
totalidad ()
LA PAREJA Y LA NORMALIDAD
El erotismo forma parte de la vida de la
pareja. Desde que abandonamos la cuadrupez y hemos
adquirido la bipedestación, abrazos, besos y el abandono
de los períodos de celo, es cuando la actividad sexual
se vuelve permanente. Y tiene, sin duda, un sentido
social, no únicamente reproductivo.
Deberemos reconocer que, la sexualidad impregna y
atraviesa nuestras vidas, bastante más allá del
conocimiento anatómico diferencial, o del placer
orgásmico, o de tal o cual desvío del comportamiento.
Sin que lo percibamos con nitidez, “lo sexual” se
encuentra presente en lo que pensamos, lo que creemos,
lo que escribimos o producimos en general.
Nosotros “somos”, “pensamos” y “actuamos” en la vida,
desde un sexo determinado; esto es inevitable y – como
diría J.P.Sartre – es casi una condena. Pero a partir de
allí, todo se diversifica, todo se relativiza, todo será
según el momento, la situación, el significado, la
época, el país, la región. No es lo mismo ser varón o
mujer en Colombia, Argentina o Brasil, que en la Florida
o Tennesee. Mucho más diferencias o desconocimientos,
tenemos con los chinos o japoneses. Tampoco fue lo mismo
ser hombre o mujer en el siglo XIX que en éste y ni que
hablar, en la Alemania nazi o en la Francia de
post-guerra.
Nuestra sexualidad y la forma de
“llevarla”, no son totalmente innatas y tampoco somos
seres sexuales a partir de la pubertad. La evolución
sexual es un proceso gradual, que se extiende por toda
la vida del individuo. Y de cómo se viva, se sienta, se
incorpore la sexualidad en la infancia, así tendrá
repercusiones importantes, en la conducta futura del
individuo.
Somos seres sexuales desde que nacemos
hasta que morimos. La sexualidad ocupa un lugar
fundamental y básico en nuestra identidad personal y en
las relaciones interpersonales. De hecho, desde el
punto de vista científico, deberemos reconocer que en
los finales del siglo XX, se han hecho avances
insospechados desde antes de la 2da.Guerra Mundial, pero
también deberemos admitir, que la ignorancia referida a
estos temas aún es muy grande y lo peor es que se
recubre la ignorancia con “las hojas de parra” de
prejuicios, conceptos erróneos y malos entendidos que,
a la postre, actúan desinformando, deformando y
transformando, un saber que a la Humanidad le costó
miles de años adquirir. La sobrevivencia de la sociedad
depende de la función sexual del hombre y de la mujer,
ya que los seres humanos nos reproducimos sexualmente.
Pero no tan sólo la reproducción de la especie –concepto
biológico obvio, extendido y acentuado por demás en
nuestra sociedad- sino la reproducción del placer, de la
autoestima y el respeto a la intimidad de aquellos
convocados por la naturaleza, a cumplir el rito
ancestral y fundamental de la unión de hombres y
mujeres.
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