¿Es útil la
auscultación abdominal en busca de soplos en la
evaluación de pacientes Hipertensos?
Is listening
to abdominal bruit useful in the evaluation of
Hypertension?
JAMA. 1995 Oct
25;274(16):1299-301
La auscultación abdominal es un
procedimiento muchas veces olvidado dentro del examen
físico de dicha región, quizá en buena medida debido a
la limitada información que brinda, comparado con su
realización en otras áreas, y lo dificultoso de la
interpretación de algunos hallazgos.
Cuando se pretende investigar la
presencia de un soplo abdominal el paciente debe estar
recostado, inicialmente en decúbito supino. Se deben
auscultar el epigastrio y los cuatro cuadrantes
anteriores del abdomen, apoyando el diafragma del
estetoscopio y ejerciendo una presión moderada con este.
Luego, según algunos autores, se debería continuar
auscultando la columna vertebral y los flancos (entre
T-12 y L-2) con el objetivo excluir la presencia de
algún soplo que pueda ser percibido mejor desde esta
posición; si bien no hay datos que avalen esta
recomendación, este accionar parecería lógico desde un
punto de vista anatómico. Si se detectara la presencia
de un soplo, este debe ser correlacionado con el ciclo
cardíaco mediante la palpación del pulso carotídeo.
La prevalencia de soplos abdominales en
sujetos sanos es variable. Distintos trabajos que
analizaron este hecho arrojaron cifras algo dispares,
situando este hallazgo entre 6.5% y 31%. De ellos, el
estudio que reunió mayor cantidad de sujetos fue el de
Rivin (n = 426), que halló una prevalencia del 18%. Por
otro lado, cuando se analizaron en forma conjunta los
datos de este y otro estudio, incluyéndose casi 600
pacientes, el grupo etario de sujetos sanos con mayor
prevalencia de soplos abdominales fue el de 15-40 años.
Como contrapartida, la prevalencia de este hallazgo
entre mayores de 55 años fue calculada por el autor de
esta revisión en 4.9%. Otro trabajo comparó la
frecuencia de soplos abdominales en 170 voluntarios
sanos y 155 pacientes con cifras elevadas de presión
arterial. La prevalencia en el primer grupo fue de 16%,
contra un 28% hallado en el segundo grupo. De este modo,
la prevalencia de soplos abdominales parecería ser mayor
entre sujetos hipertensos.
Frente al hallazgo de un soplo
abdominal, son múltiples las etiologías posibles; así,
un soplo epigástrico puede corresponder a hipertensión
renovascular, soplo “inocente” o a una neoplasia
pancreática. Los soplos en los carcinomas hepáticos se
detectan con mayor frecuencia en el cuadrante superior
derecho, mientras que los debidos a fístulas
arteriovenosas esplénicas o aneurismas de dicha arteria,
se han descrito principalmente en el cuadrante superior
izquierdo. Soplos periumbilicales pueden ser oídos en
casos de isquemia mesentérica; en pacientes ancianos un
soplo abdominal puede corresponder también con un
aneurisma de la aorta abdominal. Un estudio que evaluó
102 pacientes con aneurismas abdominales demostró la
presencia de soplos en dicha región en el 28% de los
casos. Otras causas de soplo abdominal pueden ser la
hipertrofia renal unilateral, gastroenteritis y
aneurismas en otros vasos abdominales (como los de la
arteria hepática).
Algunas de estas causas pueden
descartarse de modo bastante sencillo en base a la
clínica, como sería el caso de una isquemia mesentérica,
que cursa con dolor abdominal sumamente intenso y
desproporcionado a los hallazgos de la exploración
abdominal, o una gastroenteritis, que suele acompañarse
de diarrea, vómitos, dolor abdominal o una combinación
de estas manifestaciones. En el caso de los aneurismas
de la aorta abdominal, es posible que muchos de ellos
puedan sospecharse a partir de la palpación del abdomen.
Los aneurismas de otros vasos suelen ser asintomáticos,
pero si producen síntomas lo más frecuente es que
ocasionen dolor abdominal en la región afectada. Algunos
tratados mencionan la presencia de un soplo abdominal
presente en hasta el 50% de los casos de isquemia
mesentérica crónica, la cual suele presentarse en
pacientes de edad, y se caracteriza por dolor cólico,
sordo, periumbilical o hipogástrico que surge 15-30
minutos postprandial y persiste por varias horas.
Si bien las variaciones inter e
intraobservador en la detección de soplos abdominales no
se han estudiado de modo exhaustivo, datos de un estudio
avalarían el hecho de que, si se estandarizan los
procedimientos a realizar, la variación sería aceptable
-es decir, no de una magnitud suficiente como para
afectar el valor de los datos hallados-.
Respecto de la significación de este
hallazgo, dos estudios tuvieron un muy alto rigor
científico, comparando los resultados de la auscultación
abdominal con los hallazgos de angiografía en pacientes
hipertensos, reuniendo entre ambos 381 sujetos. El
trabajo de Grim et al. investigó la presencia de soplo
abdominal sisto-diastólico en 263 pacientes, de los
cuales posteriormente se comprobó que 64 padecían
hipertensión renovascular. La sensibilidad de este
hallazgo fue de 39%, mientras su especificidad de 99%.
Así el LR+ fue de nada menos que 39. Si bien el
intervalo de confianza -IC- obtenido fue muy amplio (9.4
a 160), el límite inferior del mismo es aún sumamente
elevado, avalando el enorme valor de este signo. El LR-
de este hallazgo es, sin embargo, prácticamente inútil,
con un valor de 0.6. El segundo estudio, realizado por
Fenton et al. exploró la presencia de cualquier soplo
abdominal, incluyendo aquellos solamente sistólicos. La
sensibilidad y especificidad respectiva de este
descubrimiento fue de 63% y 90% respectivamente, siendo
su LR+ francamente menor, 6.4, con un IC de 3.2 a 12.6.
Aquí tampoco el LR- fue de utilidad. Al comparar el
valor de ambos hallazgos, la presencia de un soplo sisto-diastólico
fue estadísticamente significativa menos sensible pero
más específica que la auscultación de un soplo sistólico
para la detección de hipertensión renovascular.
Otros estudios respecto del valor de
este hallazgo no reunieron la rigurosidad necesaria para
ser analizados.
Al intentar establecer las
características de los soplos hallados, en cuanto a
tono, intensidad y localización, con el propósito de
establecer la etiología de los mismos, los resultados
han sido contradictorios o no concluyentes. Tampoco se
demostró uniformidad en la capacidad de localización de
la arteria estenosada a partir del sitio de auscultación
del soplo. Así, se sugiere en esta revisión la
clasificación de los soplos auscultados en abdomen
simplemente como sistólicos o sisto-diastólicos. Pese a
esto, quizá sea conveniente por cuestiones de
seguimiento establecer también la región del abdomen
donde el soplo ha sido auscultado.
También fueron conflictivos los
resultados de los estudios que pretendieron relacionar
la presencia/ausencia de soplo con los resultados a
largo plazo de las intervenciones en los pacientes con
hipertensión renovascular.
Conclusiones
-
Debido a la relativa alta prevalencia de soplos
“inocentes” entre pacientes jóvenes y sanos, si se
ausculta un soplo abdominal sistólico en un sujeto
asintomático con presión arterial normal no está
justificado realizar estudios complementarios
adicionales.
-
Por motivos similares, la auscultación rutinaria del
abdomen en busca de soplos en pacientes sanos,
asintomáticos y normotensos es de poco valor en este
subgrupo de pacientes.
-
Debido a su baja sensibilidad, la ausencia de soplo
abdominal no posee suficiente valor para excluir una
posible hipertensión renovascular.
-
La presencia de un soplo abdominal sistólico, y muy
especialmente la auscultación de un soplo abdominal
sistodiastólico, en un paciente hipertenso es
sugestivo de hipertensión renovascular, y la misma
debería ser descartada adecuadamente.
La hipertensión renovascular se refiere
a la hipertensión causada por una hipoperfusión renal.
La causa más frecuente de hipertensión renovascular en
la edad adulta es la estenosis ateroesclerótica en la
arteria renal; sin embargo, la enfermedad renovascular
ateroesclerótica no siempre provoca una hipoperfusión
suficiente para desencadenar hipertensión. Las
displasias fibromusculares son la causa más frecuente de
esta etiología en los pacientes jóvenes. La
fibrodisplasia de la media, la más prevalente de las
displasias, se observa predominantemente en mujeres.
Ante un paciente con reciente
diagnóstico de hipertensión arterial es necesario
plantearnos la posibilidad de que pueda corresponder a
una causa secundaria de la misma. Si bien excede el
propósito del presente ahondar en este tema, debemos
aclarar que no está justificado el estudio exhaustivo de
todos los pacientes, sin una sospecha clínica adecuada.
Sin embargo, una anormalidad en el examen físico o el
laboratorio justifica plenamente la realización de
nuevos estudios. Por ello sería conveniente auscultar el
abdomen de todo paciente hipertenso, debido a lo simple
y económico de la prueba, y el gran valor que tendría el
hallazgo de un soplo en este contexto, pero teniendo
presente que la ausencia del mismo en modo alguno es un
argumento para desestimar otros indicios de hipertensión
secundaria.
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