¿Puede este paciente leer y entender indicaciones
médicas escritas?
Can this patient read and understand written health
information?
Powers BJ, Trinh JV, Bosworth HB.
JAMA. 2010 Jul 7;304(1):76-84.
Comentario: Sebastián García Zamora. Residente de
Clínica Médica del Hospital Provincial del Centenario.
Rosario. Argentina
El alfabetismo en salud se define como “el grado en el
cual los individuos tienen la capacidad para obtener,
procesar, y comprender información básica en salud y los
servicios necesarios para tomar decisiones de salud
apropiadas”(1). En Estados Unidos, en el año 2003, se
estimó que un 14% de la población adulta se encontraba
debajo de la alfabetización básica, y un 22% adicional
tenían una alfabetización en salud mínima. Estas
limitaciones son más frecuentes entre pacientes adultos
mayores, aquellos con menor grado de instrucción,
inmigrantes y entre minorías étnicas. Pese a la
importancia de esto, los médicos muchas veces no
advierten el grado de alfabetización de sus pacientes,
ni las implicancias pronósticas de esto. Por otro lado
casi el 50% de los pacientes con alfabetización
deficiente manifiestan vergüenza de expresar que padecen
dificultades para leer. Y a pesar de que los logros
educativos podrían ser un indicador de esto, muchas
veces resulta inexacto; de hecho más del 20% de los
pacientes con secundaria completa tendrían una
alfabetización en salud inadecuada.
Se han desarrollado test que evalúan el grado de
alfabetización de pacientes; de ellos, el más exhaustivo
y considerado de referencia es el “Test de
alfabetización funcional de salud para adultos” (Test of
Functional Health Literacy in Adults -TOFHLA-), el cual
consta con una versión validada en español. Sin embargo,
su realización podría llevar más de 22 minutos, por lo
cual se desarrolló posteriormente una versión resumida
de este, el S-TOFHLA (“S” de short), la cual requeriría
7 a 12 minutos. El test se basa en tres párrafos, uno
con indicaciones sobre la preparación para un estudio,
otro sobre derechos y responsabilidades del paciente, y
un tercero que es un consentimiento informado. En base a
ellos los pacientes deben completar oraciones (50 en el
TOFHLA y 36 en su versión abreviada). Entre estas
consignas a completar, hay una cantidad fijada que
analiza las habilidades numéricas.
Otro test es el “Estimador rápido de alfabetización
médica en adultos” (Rapid Estimate of Adult Literacy in
Medicine -REALM-). Consta de 66 palabras que el paciente
debe leer y pronunciar, ordenadas según dificultad
creciente. Se otorga puntaje por cada una de ellas y
luego se estima el nivel de lectura. El correlato en
nuestro idioma es la “Escala breve de valoración de
alfabetización para adultos de habla hispana” (Short
Assessment of Health Literacy for Spanish Adults
–SAHLSA-50–). Resulta interesante que si bien el REALM
no evalúa comprensión, tiene una alta correlación con el
TOFHLA y el S-TOFHLA (coeficientes de correlación de
0,84 y 0,80 respectivamente). El REALM presenta como
ventajas su sencillez y rápida realización (3 minutos
aprox.).
Meter et al. propusieron recientemente un test derivado
del REALM al que denominaron METER por sus siglas en
inglés (Medical Term Recognition Test). Si bien
parecería ser de utilidad, éste no fue comparado con el
TOFHLA, ni ha habido estudios subsiguientes que lo
validen, con lo cual sería conveniente ser cautos
respecto de su difusión.
Otra escala de utilidad que si ha sido validada, tanto
en inglés como en nuestro idioma, es la llamada “El
nuevo signo vital” (The Newest vital sign). Descripta
por Weiss y col (2) en 2005 en pacientes de primer nivel
de atención, consta de una etiqueta con información
nutricional y 6 preguntas relacionadas con dicho texto.
Este test, cuya realización toma entre 2 y 6 minutos con
un punto de corte de 4 respuestas correctas, se
correlacionó adecuadamente con el TOFHLA. Debe
remarcarse que esta escala tuvo en el trabajo original
mejores resultados cuando se aplicó en inglés que en
español. De todos modos, cuando se respondieron 4 a 6
preguntas correctamente del test en español, tuvo un LR
0,03 (IC95% 0,002 – 0,47) para descartar una inadecuada
o regular alfabetización de los sujetos.
También se ha propuesto el empleo de preguntas para la
detección de problemas en el alfabetismo en el área de
la salud. Una de ellas es la pregunta respecto de la
necesidad de solicitar ayuda para leer/comprender las
indicaciones o material brindado. En este caso, una
respuesta afirmativa tuvo un LR+ 4,5 (IC 95% 3,8-5,1)
para predecir una alfabetización inadecuada, mientras
que el LR de una respuesta negativa fue 0,55 (IC 95%
0,51-0,59). Como alternativa se postuló preguntar la
frecuencia con que se debía solicitar ayuda para la
lectura/comprensión de indicaciones, con 5 posibles
respuestas: siempre, frecuentemente, ocasionalmente,
raramente o nunca. Cualquiera de las 3 primeras opciones
implicó un LR+ de 2,9 (IC 95% 2,3-3,7) para una
inadecuada alfabetización; la respuesta “raramente” tuvo
un LR de 1, y cuando se respondió “nunca” esto conllevó
un LR de 0,53 (IC 95% 0,38-0,74).
Otra pregunta postulada consiste en inquirir el grado de
seguridad que experimenta el sujeto al completar
formularios médicos, graduando la respuesta en 5 items:
muy seguro, moderadamente seguro, algo seguro, poco
seguro o inseguro. Las dos últimas preguntas tuvieron un
LR+ de 5 (IC 95% 3,8-6,4) como predictores de inadecuada
alfabeticación; la respuesta “algo seguro” tuvo un LR+
de 2,2 (IC 95% 1,5-3,3) para esto, mientras que las
respuestas que demostraron mayor confianza implicaron un
LR 0,44 (IC 95% 0,24-0,82).
También se ha empleado la pregunta respecto a qué tan
frecuentemente experimenta dificultades para comprender
información escrita, con varias opciones. Cuando la
respuesta fue “siempre”, “frecuentemente” o “a veces”,
el LR+ para padecer una alfabetización insuficiente fue
de 2,4 (IC 95% 1,9-3). Cuando la respuesta fue
“ocasionalmente” el LR fue de 0,88, y la respuesta
“nunca” tuvo un LR de 0,65 (IC 95% 0,54-0,78).
En consonancia con lo expuesto, si un paciente reconoce
que padece dificultades para leer material brindado,
esto tiene un LR+ 28,6 (IC 95% 16,3-52,1) de baja
alfabetización, en tanto el negar este problema tuvo un
LR de apenas 0,81 (IC 95% 0,78-0,84), por razones
obvias. Esta última pregunta también se empleó con
respuestas múltiples, preguntando al paciente cómo
auto-calificaría su capacidad de leer siendo las
opciones disponibes: excelente, muy bueno, bueno,
aceptable, pobre, muy pobre y terrible. Una respuesta
“aceptable” o peor tuvo un LR de 5,1 (IC 95% 3,2-8,3)
para predecir un déficit de alfabetismo; por su parte
una respuesta “buena” tuvo un LR de 1 y las respuestas
de “muy bueno” o “excelente” tuvieron un LR 0,16 (IC 95%
0,05-0,46). Al combinar las preguntas entre sí, o estas
con el grado de formación de un sujeto, no se logró
mejorar el valor de cada una tuvo de forma aislada.
El uso apropiado de los elementos para detectar
alfabetización deficiente de los pacientes es
controvertido. Si bien se han planteado como screening o
como medio para confirmar o rechazar la sospecha
clínica, algunos expertos han manifestado sus reservas
respecto al empleo sistemático de los mismos. Ellos
plantean que, debido a la vergüenza expresada por
aproximadamente la mitad de los adultos con
alfabetización deficiente, un rastreo sistemático podría
potencialmente ocasionar daño al mismo tiempo que no
disponemos de intervenciones concluyentes para aplicar.
Por otro lado, plantean que las estrategias de
comunicación a emplear deberían utilizarse con todos los
pacientes, independientemente de su grado de
alfabetización. Algunas de las recomendaciones
enunciadas son la realización de indicaciones también
por escrito, evitar términos técnicos específicos y
particularmente asegurarse de la comprensión de las
explicaciones solicitándole al individuo que explique
con sus palabras lo que se le acaba de indicar. Si bien
la mayoría de los profesionales se encuentran de acuerdo
con esto, muchos manifiestan dificultades debido a la
costumbre o a limitaciones de tiempo en su práctica
cotidiana.
Uno de los desafíos que quedan aún pendientes dentro de
la comprensión de la relación entre la salud y la
alfabetización es determinar qué nivel de alfabetización
es realmente el adecuado para un correcto desempeño de
los sujetos. Al momento disponemos de algunos puntos
arbitrarios fijados para distintos test, pero sin dudas
en un futuro próximo deberá ser replanteado.
Puntos importantes
1.
El grado de alfabetización puede ser estimado de
forma adecuada con distintos test, la mayoría de los
cuales implican destinarlos varios minutos. Entre ellos,
los más recomendados son REALM, S-TOFHLA y, probalemente
el METER.
2.
Cuando el tiempo es un factor limitante, varias
preguntas simples han demostrado adecuado valor: “¿qué
tan seguro se siente al completar formularios médicos?”,
“¿cuán frecuentemente debe solicitar ayuda para la
lectura o comprensión de indicaciones o material dado?”,
o “¿cómo auto-calificarían su habilidad para leer?” son
las más recomendables.
3.
La evidencia respecto de la evaluación de la
alfabetización en sujetos que hablan español es
limitada. El SAHLSA-50 es un test que se encuentra
validado para esto, aunque su valor exacto no se haya
fijado.
4.
Los problemas de alfabetización son frecuentes,
sin embargo muchas veces pasan desapercibidos por el
médico tratante. Su detección es crucial ya que
conllevan implicancias pronósticas y legales.
5.
Un lenguaje claro, entregar indicaciones y
material escrito pero con un nivel de dificultad
adecuado, evitar términos técnicos y solicitar al
paciente que repita con sus palabras las indicaciones
son estrategias útiles, las cuales deberían aplicarse a
todos los sujetos, independientemente de su grado de
alfabetización.
Comentario
Si bien rapidamente puede percibirse el grado de
alfabetización de un paciente, cuando el análisis de
esta condición no se realiza de modo consciente, es
posible que desjerarquicemos las implicancias que esto
conlleva.
Diversos trabajos (3-6) han demostrado que una
inadecuada alfabetización se asocia a peor pronóstico de
los pacientes, cuestión por otro lado casi esperable.
Así, los pacientes dentro de este grupo suelen tener
mayor riesgo de hospitalización, mayor duración de las
mismas, mayores consultas a guardia, menor grado de
independencia, mayor morbilidad en general, peor
conocimiento de su enfermedad, mayor dificultad para
lograr una adecuada adherencia a los tratamientos, entre
otros aspectos de relevancia. Y estas cuestiones tienen
un costo enorme, no solo económico, sino principalmente
social.
Muchas veces las limitaciones en el alfabetismo
relacionado con la salud pueden pasar desapercibidas al
médico tratante (3-7). Estos pacientes tienen
dificultades en la interpretación de indicaciones, en la
comprensión de material informativo respecto de su
enfermedad, problemas para cumplir con citas
preestablecidas, al tiempo que difícilmente asimilan
nueva información o puedan cumplir con esquemas
terapéuticos complejos. Y todo esto puede potencialmente
generar una contratransferencia negativa en el médico,
profundizando aún más la brecha.
Como se expresara más arriba, se han ideado distintas
estrategias para detectar sujetos con alfabetización
inadecuada. Si bien la mayor cantidad de escalas se
encuentran en inglés, disponemos de algunas traducidas y
validadas a nuestro idioma. Algunos test se han ido
simplificando progresivamente, con el objetivo de
volverlos aplicables no solo a la investigación,
logrando que algunos puedan completarse en escasos
minutos (8), volviéndolos pasibles de ser realizados en
el consultorio.
Una alternativa interesante a ellos son las preguntas
únicas, las cuales de modo aislado predecirían con
adecuada fiabilidad una alfabetización deficiente. Dos
trabajos (9,10) compararon varias de ellas; en estos, la
pregunta “¿qué tan seguro se siente al completar por sí
mismo un formulario médico?” fue la que mejores
resultados brindó. Por otro lado hay algunos factores
que pueden hacernos sospechar esta condición, como baja
escolaridad, sexo masculino, raza no blanca, mayor edad
(3,11). Otro trabajo comunicó que los pacientes con
menor alfabetización suelen preguntarles menos a sus
médicos, solicitarles más veces que les repitan las
indicaciones, al tiempo que emplean términos médicos con
menor frecuencia (11), aspectos que también deben
ponernos en alerta respecto a la posibilidad de esta
condición.
Uno de los pocos trabajos (12) realizados en nuestro
país respecto a este tema encontró una alfabetización
inadecuada del 30% entre los participantes, la cual
probablemente sea mayor en regiones alejadas de los
grandes centros.
Si bien no hay al momento estrategias universalmente
aceptadas para aplicar a estos pacientes, ello en modo
alguno puede servir de motivo para no jerarquizar este
problema frente a cada paciente en particular. Por el
contrario, el desafío consiste en detectar estos sujetos
con el método que nos resulte más sencillo o con el cual
estemos más familiarizados y, logrado esto, combinar los
conocimientos disponibles con el arte de la relación
médico-paciente para intentar soslayar de la mejor forma
posible esta dificultad. Solo de este modo
comprenderemos que el acto médico no se agota con las
indicaciones realizadas, y mediar para un mayor
cumplimiento de las mismas es tarea indispensable, pero
no exclusiva, de nuestra profesión.
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Alfabetización en Salud en pacientes que asisten a un
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