¿Está este paciente hipovolémico?
Is this patient hypovolemic? JAMA. 1999; 281(11):1022-9.
Habitualmente los términos deshidratación y depleción de
volumen se utilizan de forma indistinta como sinónimos,
cuando en realidad no lo son. La depleción de volumen
hace referencia a la pérdida de sodio del espacio
extracelular (tanto intravascular como intersticial), la
cual suele ocurrir luego de una hemorragia
gastrointestinal, vómitos, diarrea o utilización de
diuréticos. En general los pacientes con depleción de
volumen suelen manifestar una marcada inestabilidad
hemodinámica. Por el contrario, el término
deshidratación hace referencia a la pérdida de agua
intracelular, que en último término conlleva la
desecación celular; en la deshidratación “pura” los
signos de inestabilidad hemodinámica pueden estar
ausentes. En el laboratorio la depleción de volumen se
manifiesta por un aumento de la urea y de la relación
urea/creatinina, mientras que la deshidratación causa
aumento del sodio y de la osmolaridad plasmática. Desde
el punto de vista clínico la distinción de estas dos
entidades debería guiar el tratamiento; los pacientes
con depleción de volumen deberían recibir solución
fisiológica al 0,9% en forma rápida, mientras que los
sujetos deshidratados se beneficiarían en mayor medida
recibiendo solución de dextrosa al 5% de modo más
lento(1). Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que la
mayoría de los pacientes con deshidratación presentan
concomitantemente depleción de volumen, y no siempre es
posible diferenciar ambos estados. Esto ha hecho que en
la mayoría de los estudios respecto del valor del examen
físico, estos dos desórdenes hayan sido valorados
conjuntamente; así, en el presente artículo se hace
referencia a ambas condiciones abarcándolas bajo la
denominación de hipovolemia.
El prototipo de la depleción de volumen es la hemorragia
del tracto digestivo; respecto a ella debemos tener muy
presente que la disminución del hematocrito suele
retrasarse 24 a 72 hs luego del episodio, lo cual lo
vuelve un indicador casi obsoleto en fase aguda (con la
excepción de servir para comparaciones en días
posteriores). Por su parte la hipernatremia, sello de la
deshidratación, afecta primariamente a ancianos con
infecciones y pobre acceso a la ingesta de líquidos. Si
bien la deshidratación es menos frecuente que la
depleción de volumen como causa de ingreso hospitalario,
su mortalidad es marcadamente superior, pudiendo incluso
superar el 40%.
Existen algunos factores de riesgo para desarrollar
hipovolemia por sujetos de edad avanzada; ellos son: el
sexo femenino, la edad mayor a 85 años,
padecer 4 o más enfermedades crónicas, consumir
4 o más medicamentos diariamente y estar
confinado a reposo absoluto en cama.
Respecto del examen físico de pacientes con sospecha de
hipovolemia, no existe gran cantidad de publicaciones en
el tema. Un recurso propuesto por varios autores para
evaluar esta posibilidad es la determinación de los
signos vitales en distintas posiciones. Para ello es
preciso esperar 2 minutos antes de registrar los signos
vitales luego de que la persona haya adoptado la
posición de decúbito, y 1 minuto luego de ponerse de
pie. Estos tiempos no son arbitrarios, sino que derivan
de observaciones realizadas en estudios con pacientes
sanos sometidos a flebotomías. Al adoptar la posición
erecta luego de permanecer en decúbito la frecuencia
cardíaca aumenta en promedio 10.9 lat/min (IC 95%,
8.9-12.8 lat/min), estabilizándose entre 45 y 60
segundos después. Al mismo tiempo la presión arterial
sistólica (PAS) disminuye alrededor de 3.5 mmHg (IC 95%,
-1.5 a -5.5 mmHg), mientras que la presión diastólica (PAD)
se incrementa 5.2 mmHg (IC 95%, 2.8 a 7.6 mmHg),
estabilizándose 1 a 2 minutos luego del cambio. Cuando
se estudió la precisión en el cálculo de la frecuencia
cardíaca, los médicos que tardaron 30 segundos y
multiplicaron el resultado por 2 fueron más precisos que
aquellos que demoraron solo 15 segundos. Por otro lado,
cuando se adoptó la posición de sentado en lugar de
poner a la persona de pie, los cambios posturales fueron
marcadamente inferiores. Algo similar ocurrió al
comparar los cambios hallados entre sujetos de mayor y
menor edad respecto de la frecuencia cardíaca,
ocurriendo cambios más marcados en los segundos, pero
sin que exista un punto de corte claro que permita
estratificar grupos. De modo análogo, en el análisis
realizado por los autores existió una tendencia hacia
mayores incrementos en la frecuencia cardíaca cuanto
mayor fue el tiempo que el paciente pasó en decúbito
previamente. Independientemente, un incremento por
encima de los 30 lat/min en la frecuencia cardíaca al
adoptar la posición de pie en pacientes normovolémicos
es raro, ocurriendo solo en 2 a 4% del total de
individuos.
El incremento de 30 lat/min o más en la frecuencia
cardíaca (punto de corte más ampliamente utilizado
en todos los estudios) al adoptar la posición erecta
tiene una Especificidad (E) de 96% (IC 95%, 92-98%) para
detectar hipovolemia. Por su parte la hipotensión
ortostática, definida como el descenso de la presión
arterial sistólica en más de 20 mmHg al adoptar la
posición de pie, ocurre en algo más del 10% de los
sujetos sanos menores de 65 años, y entre un 11% y un
30% de aquellos con mayor edad. Ocurre con mayor
frecuencia en sujetos que presentan hipertensión
sistólica en posición supina y, sorprendentemente, no es
más común si el paciente consume fármacos con efectos
cardiovasculares o psicotrópicos. A su vez, escasos
estudios encontraron que la reproducibilidad de la
hipotensión ortostática es mayor durante la mañana que
en la tarde, así como cuando los medicamentos con efecto
cardiovascular son discontinuados (ya que estos suelen
enmascarar la hipertensión sistólica en posición supina,
un conocido factor de riesgo para hipotensión
ortostática). Por último, mareos leves o moderados al
adoptar la posición de pie fueron pobres predictores de
hipovolemia en la mayoría de los estudios; en cambio, la
imposibilidad de mantenerse en pie luego de
incorporarse, debido a mareos intensos es altamente
sugestivo de hipovolemia.
Otros hallazgos físicos
El relleno capilar es el tiempo que demora en
recuperar su coloración normal la porción distal de un
dedo, luego de ser comprimida por el examinador. Para
explorarlo se debe colocar la mano del paciente a la
altura de su corazón, tomando el dedo medio de la
persona y presionándolo durante 5 segundos. En un
ambiente con una temperatura de 21º C, el límite normal
de tiempo para que recobre su coloración habitual es de
2 segundos para niños y hombres adultos, 3 segundos para
mujeres adultas y 4 segundos para ancianos.
El signo del pliegue, por su parte, hace
referencia a un lento retorno de la piel hacia su
posición, luego de ser pinzada y elevada entre los dedos
pulgar e índice del examinador. La elastina, una
proteína responsable de la elasticidad de la piel, es
muy sensible a los cambios en el estado de hidratación;
una pérdida de 3,4% del agua corporal total puede
prolongar el tiempo de retroceso de la piel hasta 40
veces. A su vez, la elastina se deteriora con la edad,
lo que sugiere que el tiempo de retroceso de la piel
debe prolongarse con el paso del tiempo. Según los
autores de la presente revisión esto no ha sido
estudiado hasta el momento, como así tampoco los límites
de tiempo “normales” de este proceso ni la técnica
adecuada para realizarlo.
Otros signos “clásicos”, como la lengua agrietada, la
sequedad de las mucosas o la axila y los ojos hundidos
no han sido estudiados en profundidad. El hallazgo de
una axila seca tiene un Likelihood Ratio Positivo (LR+)de 2.8 (IC 95%, 1.4 –
5.4), aunque es un signo poco sensible (50%) y la
impresión de una axila húmeda disminuye poco la
probabilidad de que exista una depleción de volumen (LR-
0.6). Adicionalmente, al estudiar la concordancia inter-observador
para valorar el estado de las axilas (húmeda vs. seca) y
el tiempo de demora en el relleno capilar en ancianos
con enfermedad aguda, éste fue bueno, lo cual vuelve
reproducibles las observaciones realizadas por un
examinador.
Por lo antes expuesto, los dos signos de mayor valor
para detectar hipovolemia fueron el incremento de la
frecuencia cardíaca en 30 latidos por minutos o más y la
imposibilidad del paciente de mantenerse parado debido a
mareos severos, luego de pasar de la posición de
decúbito a la bipedestación. Después de una pérdida de
sangre de 450 a 630 ml, solo 1 de cada 5 pacientes
experimentarán esto. Sin embargo la Sensibilidad (S) se
incrementa al 97% (IC 95%, 91% - 100%) frente a una
pérdida de 630 a 1150 ml. Ambos signos duran, luego de
una hemorragia y siempre que no medie una reposición
intravenosa de fluidos, entre 12 y 72 horas. Si el
paciente se sienta en lugar de pararse, la S de la
maniobra decrece, siendo de 39% y 78% según dos estudios
publicados (y con una pérdida de 1000 ml). La
sensibilidad también podría ser menor en caso de
ancianos o pacientes que estén recibiendo determinadas
medicaciones, como
b-bloqueantes,
pero no hay evidencias sólidas al respecto. Si el
paciente se queja de mareo, pero este no es de
intensidad suficiente para impedirle mantenerse en pie,
y el cuadro no se acompaña de un incremento en la
frecuencia cardíaca mayor a 30 latidos por minuto, esto
tiene un valor predictivo pobre.
Luego de excluir a aquellos pacientes que no eran
capaces de mantenerse de pie, la hipotensión ortostática
tuvo muy poco valor adicional. Su S para pérdidas de 450
a 630 ml de sangra fue de solo 9% para sujetos menores
de 65 años, y del 27% para mayores de esas edad. Estas
cifras fueron muy similares a los valores de resultados
falsos positivos encontradas en otros estudios, lo cual
hace que su LR esté muy próximo a la unidad, siendo de
este modo casi inútil. No hay suficientes datos para
evaluar el valor de la hipotensión postural como signo
aislado en pérdidas mayores a 1150 ml.
Por su parte, la taquicardia en posición supina
(frecuencia cardíaca mayor a 100 latidos por minuto) es
un signo específico (E) pero poco sensible de pérdida
sanguínea (con una E similar a 96%); por esto, pacientes
sin taquicardia en reposo pueden, aun así, tener
pérdidas sanguíneas de importante cuantía. Por el
contrario, la bradicardia aparece con relativa
frecuencia luego de pérdidas importantes, habitualmente
precediendo al descenso en la resistencia periférica, y
a veces al síncope, que también puede ocurrir. Un
estudio demostró fuerte correlación entre el descenso de
la frecuencia cardíaca luego de una pérdida sanguínea y
el máximo descenso en la presión arterial y, por otro
lado, en pacientes hipotensos que reciben reposición
hídrica su frecuencia cardíaca puede, paradójicamente,
aumentar inicialmente.
En pacientes con sospecha de hipovolemia, la hipotensión
en posición de decúbito (PAS menor a 95 mmHg) es un
hallazgo E (97%) pero poco S, tanto para pérdidas
moderadas como aquellas de mayor cuantía (13% y 33%
respectivamente). De modo similar, la prolongación en el
tiempo de relleno capilar es muy E pero poco S para
detectar hipovolemia (93% y 6% respectivamente), aunque
estas cifras pueden variar levemente dependiendo de qué
tiempo utilicemos como punto de corte.
Según los autores de la presente revisión, los signos
negativos de mayor interés como indicadores de ausencia
de hipovolemia son la presencia de mucosas húmedas, la
ausencia de ojos hundidos y la falta de pronunciamiento
de los surcos de la lengua.
Debido a que el examen físico no ha demostrado ser muy
preciso para detectar pacientes hipovolémicos, ya que
existen contradicciones entre distintos trabajos o,
sencillamente algunas maniobras y síntomas no han sido
estudiados, los autores de esta revisión proponen que,
hasta que se disponga de nueva evidencia, se debe tener
“un umbral bajo para la solicitud de exámenes
complementarios” que nos brinden información respecto al
estado de hidratación de la persona, como son la
determinación de urea, creatinina y electrolitos
sanguíneos.
Conclusiones
- Un incremento en
la frecuencia cardíaca mayor a 30 lat/min o la aparición
de síntomas severos de mareo al adoptar la posición de
pie, que impidan mantener esta postura, son los
indicadores más útiles para el diagnóstico de
hipovolemia.
- Luego de excluir a
los pacientes con mareos severos que les impiden ponerse
de pie, la presencia de hipotensión ortostática tiene
poco valor adicional.
- Hacer sentar al
paciente en lugar de ponerlo de pie reduce la
sensibilidad de los cambios en los signos vitales.
- La presencia de
sequedad axilar aumenta la posibilidad de hipovolemia,
especialmente en ancianos, mientras que la presencia de
mucosas húmedas y una lengua sin pliegues acentuados
abogarían en contra de este diagnóstico.
- Experimentar
síntomas leves o moderados al ponerse de pie, pero sin
que ellos impidan mantener esta posición tiene escaso
valor para predecir hipovolemia.
- Siempre que exista
una sospecha fundada respecto a una alteración en la
hidratación de un paciente, y en tanto el examen físico
no sea categórico al respecto, la determinación de
pruebas complementarias es mandatario.
Comentario
Cómo se menciona en el presente, el problema de la
deshidratación no es una cuestión menor, ya que acarrea
una morbilidad y mortalidad elevadas(2,3) constituyendo
asimismo un problema frecuente, sobre el cual,
lamentablemente, hay poco material publicado. Un primer
problema, de máxima trascendencia, es que no existe una
definición clara y concreta de esta patología desde el
punto de vista de su diagnóstico. Así, es frecuente que
muchos estudios incluyan pacientes deshidratados o con
depleción de volumen en el mismo grupo, lo cual
dificulta la interpretación de sus resultados. Peor aún,
al no contar con un gold standard (o “patrón de
referencia”) para su diagnóstico, cada trabajo suele
definir el cuadro de un modo propio, el cual no siempre
es empleado por otros grupos de trabajo, ocasionando una
importante heterogeneidad en los criterios de inclusión
de cada estudio.
Se ha propuesto que el diagnóstico de deshidratación
sería corroborado desde el laboratorio por un aumento
del sodio plasmático (Na >145 mEq/l) o de la osmolaridad
plasmática (>295 mOsmol), mientras que el diagnóstico de
depleción de volumen se certificaría por un aumento en
los valores de urea, creatinina o el cociente
urea/creatinina (el cual es de poca utilidad en el
paciente individual, pero de valor en el estudio de
poblaciones)(1-3). Sin embargo, un estudio prospectivo
reciente encontró que la mayoría de los pacientes con
deshidratación moderada, diagnosticados clínicamente, no
tenían confirmación a través de los exámenes
complementarios (4). En este trabajo los hallazgos en el
examen físico fueron más útiles para arribar a un
diagnóstico que las determinaciones de laboratorio; a su
vez, el aumento de la frecuencia cardíaca con el cambio
de posición no fue de utilidad (pero debe tenerse en
cuenta que no se especifica en qué modo fue realizada
esta maniobra). Este trabajo propone como signo más
sensible para el diagnóstico de hipovolemia las
alteraciones en el peso corporal; si bien esto puede
resultar muy útil, tiene la importante limitación del
frecuente desconocimiento del peso habitual del paciente
por parte del médico que evalúa por primera vez un
paciente con este posible diagnóstico.
Un artículo que evaluó el valor de la taquicardia en
reposo como signo temprano de hipovolemia concluyó que
si bien este es un hallazgo específico, carece de la
sensibilidad suficiente para ser empleado como primer o
único predictor(5). A su vez, otro dato a tener en
cuenta es que la hipovolemia incrementa al doble el
riesgo de úlceras por decúbito, la cual es una conocida
causa de morbilidad y mortalidad en ancianos,
especialmente aquellos que se encuentran postrados.
Por último debe hacerse hincapié en el hecho de que
deshidratación y depleción de volumen no son sinónimos
y, si bien pueden coexistir o superponerse, ambos
cuadros tienen implicancias muy distintas (1,4). Aunque
una explicación pormenorizada excede el propósito de la
presente, Mage y col (1) exponen que la reposición de la
misma cantidad de dextrosa al 5% y solución salina
fisiológica al 0,9% produce cambios en el líquido intra
y extracelular radicalmente distintos. De modo sencillo
podríamos decir que la totalidad de la solución salina
aportada permanece en el compartimiento extracelular,
mientras que las 2/3 partes de la dextrosa pasa al
compartimiento intracelular.
En definitiva, la contradicción de la utilidad de las
distintas maniobras semiológicas y exámenes
complementarios (2-5) para el diagnostico de
deshidratación y depleción de volumen tienen su base en
el hecho de que carecemos actualmente de un parámetro de
referencia (“gold standard") que permita rubricar el
diagnóstico. Hasta tanto no contemos con ello, el empleo
juicioso de todas las herramientas de que disponemos,
sumado al razonamiento clínico frente al paciente
individual es lo único que nos permitirá arribar a un
diagnóstico adecuado.
Referencias
1- Mange K, Matsuura D, Cizman B, Soto H, Ziyadeh FN,
Goldfarb S, Neilson EG. Language guiding therapy: the
case of dehydration versus volume depletion. Ann Intern
Med. 1997;127(9):848-53.
2- Thomas DR, Tariq SH, Makhdomm S, Haddad R, Moinuddin
A. Physician misdiagnosis of dehydration in older
adults.
J Am Med Dir Assoc. 2003; 4(5):251-4.
3- Argente H, Álvarez M. Semiología Médica.
Fisiopatología, semiotecnia y propedéutica.
Editorial Médica Panamericana. 1º Edición, Buenos Aires,
Argentina; 2005.
4- Vivanti A, Harvey K, Ash S, Battistutta D. Clinical
assessment of dehydration in older people admitted to
hospital: what are the strongest indicators? Arch
Gerontol Geriatr. 2008; 47(3):340-55. Epub 2007 Nov 9.
5- Brasel KJ, Guse C, Gentilello LM, Nirula R. Heart
rate: is it truly a vital sign? J Trauma. 2007;
62(4):812-7.
Para una explicación del
término y sus implicancias consultar “Definición
de Conceptos” en Literatura Científica
Seleccionada en Medicina Interna - Año 1 - Nº1 -
Mayo 2009
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