RESISTENCIA
ANTIFUNGICA
Cada vez con
mayor frecuencia se han aislado en los últimos años
cepas de levaduras con sensibilidad disminuida o
resistente a los antifúngicos. La resistencia
antifúngica puede ser clínica o “in vitro”, siendo la
primera consecuencia fundamental del bajo nivel del
fármaco en el tejido y/o sangre, debido a una
interacción entre drogas o al severo grado de
inmunodepresión del paciente. La resistencia “in vitro”
puede ser primaria, donde la levadura es naturalmente
resistente, siendo el mejor ejemplo la resistencia
intrínseca que presenta C. krusei frente a
fluconazol. También puede ser secundaria, donde cepas
sensibles, se transforman en organismos resistentes
debido al contacto previo con el antimicótico. Esta
última es la más frecuente y se observa principalmente
en cepas de C. glabrata. El consenso es que la
resistencia antifúngica depende de la interacción entre
el huésped, la droga y el hongo, sin embargo, los
factores del paciente son con frecuencia, los más
relevantes para definir la resistencia. Los mecanismos
de resistencia propuestos son la disminución de la
permeabilidad de la membrana citoplasmática,
sobreexpresión de enzimas, mutaciones de compensación y
bombas de flujo.
Entre 1992 y
1998, en los Estados Unidos y a partir de 1579 cepas
aisladas en candidemias, se verificó que la resistencia
en C. albicans fluctuaba entre 0 a 3.3% con una
media de 1,4%, siendo estos valores inferiores a los
observados en cepas de C. no-albicans, cuyos rangos de
resistencia fueron de 1,6 a 5,7% con una media de 3,3%.