Corticoides en la sepsis:
Con respecto al uso de esteroides en la sepsis aún quedan
interrogantes a definir. Por ejemplo, el momento en que
se realiza el test de estimulación con corticotropina,
la dosis (250 ó 1 mcg), el intervalo después de la
estimulación para efectuar la determinación del cortisol,
la ausencia de uniformidad en los reactivos que se
utilizan y la necesidad de determinar el cortisol libre.
Sobre esta última consideración recordemos que el
cortisol sérico total refleja al cortisol ligado a
proteínas (albúmina y globulinas) y el cortisol libre,
que es la forma fisiológicamente activa. Los pacientes
con hipoalbuminemia pueden tener niveles séricos de
cortisol bajos lo que indicaría insuficiencia suprarenal,
cuando en realidad el nivel de cortisol libre es normal.
Se necesitarían estudios donde las pruebas de
estimulación con corticotropina, provoquen cambios en
los niveles de cortisol libre.
Desde que la insuficiencia suprarrenal se consideró como un
fenómeno que participa en la sepsis, hubo interés en el
uso de corticoides. De todos modos hay que tener
presente que esta estrategia terapéutica es
controversial en sepsis, porque pocos estudios
demostraron que el uso de bajas dosis de corticoides
disminuían la necesidad del uso de vasopresores y sólo
un estudio bien diseñado demostró disminución en la
mortalidad. Existen diferencias entre distintos
laboratorios en cuanto a resultados en las pruebas de
estimulación.
Ante
la controversia se decidió comenzar el estudio CORTICUS
(Corticosteroid Therapy of Septic Shock), donde
se compara el uso de corticoides versus placebo en
pacientes con shock séptico. Los resultados preliminares
fueron mostrados en el 19º Annual Congress, European
Society of Intensive Care Medicine, Septiembre del
2006 y en el 72nd Annual International
Scientific Assembly of the American College of Chest
Physicians, Octubre 2006)
El estudio CORTICUS, tiene como objetivo principal evaluar la
mortalidad a 28 días en los pacientes “no respondedores”
(aquellos que luego del test de estimulación con 250-mcg
de cortrosyn, no superaron el valor basal de cortisol en
más de 9 ucg/dL). Como objetivos secundarios se
plantearon mortalidad en la población total, disfunción
orgánica y seguridad. Se incluyeron 500 pacientes,
quienes tuvieron: sospecha de infección, al menos dos de
los criterios del síndrome de respuesta inflamatoria
sistémica (SRIS), shock de por lo menos 72 hs de
evolución (definidos como tensión arterial sistólica de
menos de 90 mmHg, o necesidad de vasopresores) y signos
de hipoperfusión. El tratamiento se administró durante
11 días (sin fludrocortisona) Los primeros 5 días a
dosis igual que en trabajo de Annane y posteriormente se
iniciaba una disminución progresiva de las mismas. No
hubo diferencia en la mortalidad total en ambos grupos
(31% para el grupo placebo y 34% para el grupo
tratamiento). No hubo diferencias en mortalidad entre
respondedores y no respondedores, aunque estos últimos
tuvieron una mayor tendencia a la mortalidad. También
hubo una mayor tendencia a revertir el shock en los
pacientes tratados con corticoides. En el subgrupo de no
respondedores, la reversión del shock fue más rápida.
Estas diferencias pudieran estar relacionadas a que los
pacientes en el estudio CORTICUS parecen menos graves
que en el estudio de Annane. Además hubo más pacientes
quirúrgicos en el estudio CORTlCUS. Algunos datos que
requieren una cuidadosa interpretación están
relacionados con una mayor, pero no significativa, tasa
de sobreinfecciones en los pacientes tratados con
corticoides. También se destacaron diferencias entre
laboratorios locales y de referencia en cuanto a los
resultados en las pruebas de estimulación, en cerca del
20% de los casos.
Se deduce que el uso de la hidrocortisona en shock séptico
pudiera restringirse a pacientes con mayor deterioro
hemodinámico, como los del grupo de Annane.
Queda pendiente definir la necesidad de fludrocortisona.
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