Los
grandes estudios
Aunque
durante muchos años se intentó encontrar un valor umbral
para definir hipertensión, la asociación entre la
incidencia de eventos y el nivel de presión arterial es
continua (2, 8, 31). Esto ha llevado a que numerosos
autores planteen que debemos centrarnos en descender la
presión arterial, más allá de qué fármaco específico sea
el utilizado para lograr dicho fin.
De
cualquier modo, y con el surgimiento de nuevas drogas,
numerosos estudios se han realizado, y se siguen
poniendo en marcha, con el fin de intentar demostrar la
superioridad de una familia de antihipertensivos sobre
las otras, o al menos que un nuevo fármaco no es menos
efectivo que los “tradicionales”.
![](Especiales_30_Pag_2_archivos/image002.jpg) De todos los estudios publicados quizá sea el ALLHAT
(3, 4) el que mayores repercusiones ha tenido sobre la
comunidad científica en general, no sólo por sus
dimensiones sino por sus conclusiones y consecuencias.
Es innegable que en cuanto a dimensiones es uno de los
mayores estudios realizados en el tema, pero pese a
esto, y a ser metodológicamente correcto, a poco de su
publicación numerosas críticas se le han realizado (5,
9). El objetivo de dicho estudio, según es expresado
textualmente fue “determinar si la ocurrencia de
enfermedad coronaria cardíaca fatal o infarto de
miocardio no fatal era más baja en pacientes
hipertensos de alto riesgo, tratados con amlodipina,
lisinopril o doxasozina, cada grupo comparado con el
grupo tratado con clortalidona” (4). Los pacientes
incluidos en este estudio debían tener una edad >55
años, siendo la media 67 años. Además de ser hipertensos
tenían que presentar “al menos un factor de riesgo
adicional para enfermedad cardíaca coronaria” (4). De
este hecho se desprende la primera gran crítica que se
le realizó al ALLHAT, y a las conclusiones y
recomendaciones desprendidas de éste, a saber: siendo
los pacientes del estudio hipertensos añosos (con lo
cual nos es lícito suponer que presentaban niveles de
presión arterial elevados desde hacía tiempo, sobre todo
por el hecho de que la mayoría se encontraba medicado,
pero sin alcanzar niveles de presión <140/90 mmHg) y
presentando además al menos un factor de riesgo
cardiovascular adicional, las conclusiones del estudio
difícilmente puedan generalizarse a la población de
hipertensos en general, y menos aún a pacientes a
quienes recientemente se les realiza el diagnóstico o no
presentan factores de riesgo asociados. Por otro lado es
pertinente recordar que si bien el “brazo del estudio”
donde los pacientes fueron asignados a doxasozina debió
ser suspendido por encontrar una clara superioridad de
los diuréticos tiazídicos (3), la comparación de
lisinopril y amlodipina versus clortalidona no alcanzó
diferencias estadísticamente significativas para los
puntos finales (“end points”) primarios ni tampoco para
los end points secundarios. Por tanto, y más allá de la
existencia de tendencias en favor de alguno de los
tratamientos para determinados puntos de análisis, no es
lícito aseverar que uno de los tratamientos haya sido
superior a otro. Es pertinente aclarar que lo antes
dicho es válido, con la salvedad de que la diferencia
halladas en favor de clortalidona en la prevención de
accidentes cerebrovasculares (stroke) en pacientes de
raza negra sobre lisinopril, fue estadísticamente muy
significativa y no se explica por las diferencias de
presión arterial alcanzadas con cada uno de los
fármacos. En otras palabras, las tiazidas son superiores
a los inhibidores de la enzima de conversión de la
angiotensina (IECAs) en la prevención de accidente
cerebrovasculares (ACV) en pacientes de raza negra, y
estos últimos fármacos deberían utilizarse con cautela
en sujetos con tales características étnicas,
especialmente atendiendo que, además, los niveles de
presión arterial logrados con lisinorpril eran en
promedio 4 mmHg mayores que en sujetos de la misma raza,
pero tratados con clortalidona. De todos modos, en lo
que respecta a las conclusiones generales del estudio,
el no demostrar que lisinopril y amlodipina son
superiores a clortalidona, en modo alguno permite
suponer que este último agente aventaje a los dos
primeros.
Es de
remarcar que pocas semanas después de conocerse las
conclusiones del ALLHAT se publicó el JNC 7
(8), guía de reconocimiento internacional, que
respaldó ampliamente las conclusiones de dicho estudio,
recomendando fuertemente el uso de diuréticos tiazídicos
como tratamiento de primera elección en todo paciente
hipertenso, con unas pocas excepciones (post-infarto de
miocardio e insuficiencia renal crónica). Esto llevó a
que se critique fuertemente la sección de “tratamiento
farmacológico” de dicha guía. Cabe mencionar el artículo
de Jay I Meltzer (9), quien expresa que el JNC
7 “tiene cuatro grandes defectos: el uso del
ALLHAT como referencia irrefutable de la supremacía
de los diuréticos; el fracaso en caracterizar
correctamente los efectos adversos de la terapia con
diuréticos; la afirmación en su algoritmo terapéutico de
que los diuréticos son tan supremos que, incluso en los
casos que resulten inefectivos uno debe aumentar la
dosis y continuar su uso mientras agrega drogas de otras
familias; fracaso en reconocer cualquier rol de la
fisiopatología en la clínica” (9). Un dato muy curioso
que aporta este autor en su desarrollo es que la mitad
de los coautores del JNC 7 lo fueron también del
ALLHAT, interpelándose si esto no reviste un
conflicto de intereses.
Siguiendo lo remarcado por Meltzer en su crítica,
vale mencionar que el ALLHAT no controló una
serie de efectos adversos comunes de las tiazidas, y que
ciertamente repercuten en la calidad de vida de los
individuos tratados con ellos. Estos efectos adversos
frecuentes son hipokalemia, incremento de la glucemia
plasmática, incluyendo nuevos casos de diabetes,
elevación de los niveles de lípidos, del ácido úrico,
hipomagnesemia, disminución de la sensibilidad a la
insulina y ectopia ventricular (incluyendo muerte súbita
cardiaca) (9). De estos efectos adversos sólo los
primeros tres fueron controlados durante el estudio,
donde tampoco se evaluó la hipotensión postural como
causa de trauma, la disfunción eréctil ni el disconfort
de la poliuria (9).
También
resulta interesante mencionar que un estudio Australiano
(10) de importantes dimensiones, publicado en el año
2003, que comparó el uso de IECA con tiazidas mostró
resultados distintos a los del ALLHAT; éste concluyó que
los IECA eran superiores a las tiazidas en todos los
puntos finales analizados, alcanzando en uno de ellos
una diferencia estadísticamente significativa ("total de
eventos cardiovasculares o muertes por todas las
causas"). Dicho estudio, cuyos resultados se oponen a
las conclusiones derivadas del ALLHAT, es
mencionado en el JNC 7 pero no modificó, ni
atenuó en modo alguno, la recomendación de tiazidas como
primer tratamiento a indicar en un paciente hipertenso,
alegando que “era la excepción” (8) a los hallazgos de
los estudios publicados.
Pese a
éstos puntos controversiales muchos autores continúan
apoyando las conclusiones del ALLHAT (6, 13) y un
trabajo (7) realizado en Canadá demostró un incremento
estadísticamente significativo en el uso de tiazidas en
pacientes hipertensos durante los cuatro meses
siguientes a la publicación de las conclusiones de dicho
estudio. Sin embargo no especifican si los fármacos eran
usados como primera línea en pacientes con reciente
diagnóstico de hipertensión o se agregaban a
tratamientos de base para lograr un mejor control de la
presión arterial, lo cual, sumado al corto seguimiento
del estudio dificulta la estimación del verdadero
impacto del ALLHAT. |
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