Conclusiones
Al igual
que muchos autores (5, 8, 25, 33, 34) podemos aseverar
que pese a la considerable cantidad de estudios respecto
al tratamiento farmacológico de la hipertensión, escasa
es la evidencia sólida disponible respecto a que droga
debería ser usada como fármaco de primera elección en
pacientes a quienes recientemente se les realiza tal
diagnóstico. Esto se debe a que los sujetos evaluados en
la gran mayoría de los estudios hasta el momento
difieren considerablemente de los pacientes
moderadamente hipertensos, y con pocos o ningún factor
de riesgo asociado, relativamente común en la consulta.
En general, los pacientes incluidos en los grandes
estudios son de mayor edad, han sido hipertensos durante
un largo período, y muchos suelen tener múltiples
factores de riesgo cardiovascular asociados. El motivo
para elegir este tipo de pacientes radica, según
teorizan algunos expertos (5, 33), en que con dicha
población resulta menor el número de sujetos a incluir
para hallar diferencias estadísticamente significativas
entre las drogas comparadas.
Si bien
como mencionamos al principio del presente artículo la
presión arterial es una variable continua, cuyo
incremento se relaciona directamente con el aumento de
la mortalidad, no debemos olvidar que la cantidad de
sujetos a tratar (NNT) para prevenir un efecto
indeseable aumenta en la medida que los pacientes
sometidos a dicho tratamiento poseen menor riesgo de
padecer el evento en cuestión. En otras palabras, a
menor riesgo individual menor es el beneficio de una
terapéutica sobre el paciente concreto, con lo cual más
segura debe ser la droga que utilicemos. De este modo,
cobra en el subgrupo de pacientes hipertensos con riesgo
moderado a bajo mayor interés el perfil de seguridad de
la droga empleada, especialmente cuando dichos fármacos
no han demostrado superioridad unos sobre otros en lo
que a puntos finales “duros” respecta.
Por todo
lo antes expuesto, consideramos que hasta que
dispongamos de nuevas evidencias, podríamos continuar
considerando a los IECAs como uno de los fármacos de
primera elección en la terapéutica de la hipertensión
arterial. Si bien esto no puede ni debe transformarse en
un dogma, y siempre debemos adecuar las recomendaciones
generales, e incluso las evidencias al paciente en
particular, hay fundamentos consistentes que avalarían
esta elección.
Respecto
a las tiazidas, recomendadas por el JNC 7 (8)
como de primera elección, estimamos que debe
reevaluarse esta postura a partir de la aparición de
nuevos casos de diabetes con su uso, aunque no existe
evidencia de aumento de eventos cardiovasculares en los
estudios, es lógico suponer que con el seguimiento más
prolongado pudieran aparecer, sugerimos por lo tanto
evitar, especialmente en pacientes jóvenes donde la
expectativa de vida daría tiempo para que las
complicaciones asociadas a la diabetes pudieran
aparecer.
Así,
dejamos como interrogante el hecho de si sólo importa el
cuánto descender la presión arterial para disminuir el
riesgo cardiovascular, sin importar el como se logra
este descenso, es decir, si daría lo mismo utilizar
cualquier fármaco teniendo como objetivo alcanzar los
valores de control de presión arterial, como sugieren
algunos expertos, o ya aplicar los fármacos que muestran
otros beneficios asociados aún cuando en los estudios no
llegaron a marcar diferencias significativas en puntos
finales “duros”.
Por
último, no podemos dejar de remarcar la vital
importancia que acarrean los cambios en el estilo de
vida. Estas medidas, muchas veces menospreciadas y hasta
olvidadas, tienen un profundo efecto positivo en el
control de los niveles de presión arterial. Son hasta
el momento el único tratamiento validado para los
pacientes incluidos en el grupo de “prehipertensos”, y
la falta de adhesión a las mismas por parte de los
pacientes ya hipertensos, es muchas veces el motivo por
el cual se debe recurrir a dos o más drogas para
controlar su presión arterial. Por esto, todo el empeño
que dediquemos a lograr cambios positivos en el estilo
de vida y hábitos de nuestros pacientes siempre será
beneficioso.
Para
finalizar, nos unimos al pedido que realizan varios
expertos en el tema, de nuevos estudios sobre el
tratamiento farmacológico de los pacientes hipertensos
en estadios iniciales de dicha enfermedad.
Sebastián García Zamora agradece a los Doctores Roberto L. Parodi, Hector M. Musacchio,
Alcides A. Greca, Roberto F. Gallo, Daniel Piskorz,
Diego Nannini, Fernando Filippini y Alfredo Rovere por
su desinteresada colaboración.
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